Además, la leyenda viral de La Serena reveló su drama: el vapor de la fritanga le dañó los ojos.
John Alfaro (76), más conocido como el Tío Aceite, cuelga el sartén. A más de 10 años de saltar a la fama tras protagonizar un inolvidable “comercial” que se viralizó en redes sociales, el rey del bajón nocturno de La Serena decidió dejar el rubro.
Lo lamentan sus fieles comensales que, en plena madrugada, se zampaban generosos sándwiches de pescado frito.
Tal como reveló La Tercera en 2019, el reconocido comerciante comenzó a vender en la calle en 2004. Además del contundente churrasco marino, el vecino de La Antena ofrecía chaparritas, empanadas de queso... y todo baratito.
Con su carrito, el tío se instalaba cada noche en la esquina de Cienfuegos con Avenida de Aguirre. Un paso obligado de los universitarios locales, que también le pedían fotos a la celebridad de internet.
Además del sabor inconfundible de sus productos, la pyme popular de Alfaro destacaba por sus precios: el pan con pescado llegó a costar $500 y una empanada de queso, cien. “Estaba todo barato”, rememoró John, en una reciente entrevista con el portal Bush in action.
“Ya se pasaron, está todo caro. Está muy difícil. Si yo seguía vendiendo no te podía vender barato porque el gas subió, el aceite subió. Y antes no, estaba a 500 pesos un litro de aceite, así que vendía barato. Ahora no”, explicó el legendario personaje.
La pandemia cambió todo
En una extensa charla, John confirmó que la pandemia marcó un antes y un después en su emprendimiento. Luego de un largo encierro, marcado por el toque de queda y la ausencia de estudiantes en las calles serenenses, sus principales clientes, tomó la decisión de no volver a las pistas culinarias.
La medida no fue antojadiza: los años de “carrete” le pasaron la cuenta y el vapor del aceite le daño la vista. De hecho, se tuvo que operar de un ojo a principio de año.
“En las noches me levantaba, andaba de cabezazos en las murallas. Era un dolor…”, reconoció al citado medio.
Asó las cosas, el Tío Aceite optó por dedicarse al cuidado de una estacionamiento en la misma esquina donde trabaja cada noche. Prefiere esa pega, dice, porque a las siete de la tarde ya está en su casa.