La ayuda por fin comenzó a llegar de manera significativa y regular a la zona más afectada por el terremoto.
Embarcaciones de la Armada con 120 toneladas de víveres e insumos llegaron a Iloca, Curanipe, Dichato, Cobquecura, Coronel, Lota y Tirúa. El despliegue de los buques es parte de un amplio plan coordinado con las autoridades de Gobierno, que considera el establecimiento de un tren logístico continuo de unidades que se irán relevando.
Un helicóptero del Ejército con ayuda humanitaria aterrizó en Constitución y los alimentos fueron derivados hasta un centro de acopio, donde deberán ser organizados y repartidos a la población.
Un total de 250 mil kilos de alimento arribaron al Biobío en cargamentos que corresponden a víveres acopiados por el Ministerio de Educación que incluían leche, agua y arroz.
El Colegio Médico convocó a 256 voluntarios que entregarán atención sanitaria en las zonas más golpeadas.
Dos contenedores con sistema de refrigeración fueron trasladados a Constitución con sus respectivos generadores electrógenos.
El Servicio Médico Legal informó además que el gimnasio de Constitución cuenta con equipos de enfriamiento para mantener los cadáveres.
La ministra de Educación, Mónica Jiménez, anunció que todos los días la Junji enviará a la zona afectada 200 mil raciones de alimentos para familias afectadas.
Y Sodexho informó que proveerá más de 400 mil raciones alimenticias en la zona de Concepción. Más del 75% de ellas serán entregadas a los damnificados por el cataclismo en la Octava Región, y el resto se proporcionará a los internos de la cárcel local que alberga a los presos de otras canas afectadas por el sismo.
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CHILE ES UN SOLO Y GIGANTE CORAZÓN HERIDO
Por Sebastián Foncea Maturana.
Hace 25 años un terremoto remeció los cimientos de la zona central y nuestro pueblo sacó fuerzas de flaqueza para ponerse de pie.
La catástrofe de la madrugada del sábado dejó más víctimas y damnificados, pero el sismo nos pilla mejor parados que en 1985, cuando había más pobreza y supuestamente las construcciones eran de peor calidad.
Otros países sencillamente habrían desaparecido ante un terremoto de estas características, y nosotros enfrentados a un megaterremoto de 8,8 grados aún tenemos patria, ciudadanos.
Los inmorales que han aprovechado el caos para robar son un miserable lunar que no significa nada comparado con nuestro pueblo honesto y trabajador. Los desgraciados siempre existen entre la gente decente que no se debe intimidar ante su violencia animal.
La moral no debe flaquear en estos momentos. Al contrario, debemos estar orgullosos de lo que somos y de lo que podemos, y debemos hacer.
La solidaridad de los chilenos no es la frase cliché que se usa para cada Teletón. Además, ahora no estamos frente a un espectáculo televisivo lleno de famosos; estamos frente a la mayor catástrofe de nuestros 200 años de historia republicana, y los muertos que veíamos en las noticias internacionales ahora son nuestros hermanos, amigos o vecinos.
Más cobertura de la que reciben los saqueadores de pantallas planas deben tener las millares de personas que desde el día después del terremoto se movilizaron para ayudar desinteresadamente.
La Cruz Roja, Un Techo Para Chile, el Hogar de Cristo, y muchas más organizaciones se están sacando la cresta por amor.
Incluso las autoridades políticas y militares, a pesar de los posibles errores que han cometido, andan a patadas con las ojeras de tanta pega y tensión. Ver miseria cansa, desmoraliza y nos hace sentir chiquititos ante la naturaleza, pero no lo somos. Al contrario, somos una generación que hará historia. ¡Viva Chile!