La decisión de mandar a cuarentena a una comuna muestra en esta entrevista su peor cara. El miedo real. Es el caso de Margot González, una cocinera de 76 años de Lo Prado que suma a eso tres dificultades de la vida: vive sola, es ciega y sufre de migrañas que la tiran al piso. Ella, dice, no se echará a morir. Su historia...
Cuando se le pregunta cómo se entera de las noticias, Margot González , de 76 años, apunta de memoria hacia una tele que atesora en su pieza. Es una Panasonic que se compró en 1990, 15 años antes de que recibiera un duro golpe de la vida: quedó absolutamente ciega tras una operación negligente que acabó con el nervio óptico cortado.
Por la pantalla del televisor no hay imagen, pero ella se ríe. La ocupa sólo para escuchar las noticias. "No necesito más", dice. Al contrario, agradece: "Me salió regia la TV, fíjese. Una sobrinita me preguntó que por qué no tenía imagen y yo le dije que la había comprado así en una oferta, sin pantalla jajaja".
Golpes de la vida
Reconforta la energía absolutamente positiva de la señora Margot, una empleada doméstica del sur que aprendió a cocinar en la casa de una cuñada de Mario Kreutzberger. Es que además de no poder ver nada, se las debe batir sola. Y si no fuera por el audio de la caja Panasonic sería en absoluto silencio.
Sin hijos y separada de un hombre que le quitó su casa y que la hizo sufrir mucho -según nos cuenta-, hoy sobrevive con una pensión de 195 mil pesos de pensión, los que gasta en arriendo (60 mil pesos por un par de piezas), remedios ($50 mil) y en lo básico para vivir, entiéndase por agua y luz. Y sería.
Su situación actual es extrema. Sí. Aún más. Lo Prado, comuna donde vive desde los 80, fue una de las 12 zonas de la Región Metropolitana a la que se le decretó cuarentena total a partir de mañana, a las 22 horas.
¿Y en qué puede afectar aún más la situación para una anciana, no vidente y que está acostumbrada a la soledad? En mucho. Y lo sabe.
"Me asusta todo esto, porque con esto no me podrán ayudar de la Iglesia Adventista. Es gente maravillosa que me trae las compras de la feria, que me hacen trámites, me compran los remedios. Y mi amiga peruana que me venía a ver está encerrada en su casa", dice mientras prepara una agua hervida con sal y dos gotas de ají.... Es su receta mágica para unos dolores de migraña que la tiran al piso.
"Es milagrosa esa agüita. Desde que me operaron mal se me vinieron estas jaquecas que me invalidan", dice, muy afligida.
"Si tuviera mis ojos, le juro, estaría en el centro trabajando. Al coronavirus hay que tenerle respeto, sí, pero hay que sobrevivir, hay que ganarse el pan. Pero yo no me echo a morir. Voy a vivir hasta que Dios quiera nomás".
La señora Margot estará hoy -y los próximos días- en su casa, esperando que le vengan a golpear la puerta. Y dice que le bajará un poco el volumen a su fiel Panasonic, por si no escucha el llamado.