Seguramente, don Julio y Pablo pensaron que sería un día maravilloso. Vieron llegar a los cabros de la Roja y pensaron que el trabajo iba a estar re bueno. Pero pa' uno fue el mejor día y para otro no.
Pablo, que lava autos en el lugar, mientras los dueños se castigan comiendo, pensó que a los peloteros no les molestaría si subía un poco el precio de la pega. Claro, considerando que son las tremendas máquinas, se justificaría. Así que empezó nomás, un pañito por aquí y otro por allá, agarró una escalera pa' alcanzar el parabrisas y listoco. Los autitos quedaron nuevecitos, de paquete.
Por otro lado, don Julio se encargó de cuidar la inversión automotriz de los jugadores. Miraba a cada rato pa' ver si salían los astros y correr a buscar su cuota correspondiente, ya que no es fácil arriesgar la vida para que nadie les raye la pintura.
Y llegó el momento, como dicen por ahí. Entonces fueron saliendo. Bravo andaba con Tello, Chupalla con Chupete y Alexis solito. Y todos al subirse al toco se encontraron con la módica suma de 25 lucas por el servicio de lavado. ¡Paff!
Claro que con el apuro con que salieron los jugadores, Don Julio salió perdiendo. "Me pasaron 400 pesos y Alexis se fue nomás". Definitivamente, la vigilancia no valía lo mismo.