Un simple mortal, que construyó un mausoleo a principios del siglo XX, se convirtió en un terrorífico ser que espanta en el camposanto de Recoleta.
Era principio del siglo XX y conseguir un espacio en el Cementerio Católico debe haber sido algo complejo, donde la fe y el credo eran importantes para conseguir un lugar eterno. Entonces, preparando uno a tono con el ideal del emplazamiento, el profesional comenzó un desarrollo que traería, sin querer, consecuencias insospechadas.
El mausoleo se ubicaría al lado de un lugar de velatorio, y esto le permitió trabajar con un vitral que se iluminaría por los responsos pertinentes y que, además, remarcaría una característica única de un espacio sacro santo. Todo debería ser adornado con guirnarlas, alegórico a un trabajo de forma clásica de estos lugares de adoración, paz y respeto. Además, tendría diferentes elementos o accesorios para acompañar y adornar el estilo elegido. Relojes de arena, cruces y, por sobre todo, más de un Cristo representado para reforzar el espíritu religioso y de la santísima trinidad.
Pero la percepción del la gente era muy distinta: todo lo santo y religioso fue leído como algo que representaba la morada de un vampiro. Así, tal cual. Un ser de la noche sediento de sangre.
El motivo, rebuscado para unos y evidente para otros, se basaba en que una sombra gigantesca que abraza por las noches todo el mausoleo, que se generaba por la luz proveniente de la sala de velatorio al pasar por el vitral. Las guirnaldas eran la representación de corridas de ajos, que se usaban para contener al ser en este espacio.
Pero no paraba todo ahí. Cada uno de los relojes de arena y otros adornos fueron entendidos como alegoría a la eternidad del sujeto residente.
Pero lo que escapa de la lógica es que los Cristos de adorno fueron trabajados de tal manera, que tienen tres formas sobre la cabeza por la santísima trinidad: para la mayoría son tres estacas.
La locura del conventilleo de la época hizo creer el mito de este análisis gracias al boca a boca. Se degeneró tanto la historia, que al poco tiempo se contaba que José había sido llevado a su última morada decapitado y encadenado para no poder salir de forma alguna y que gracias a las marcas trabajadas alrededor podría ser controlado. Para que la gente no olvidara, un murciélago aparecería cada vez que fuera necesario recordar que esta cripta era la de un vampiro.
No podemos hablar de suerte ni de un descanso tranquilo; sólo del mito que ha perdurado inmortalmente cambiando.