Nueve familias piden justicia a más de dos años de la tragedia que los dejó en la calle. "He tenido que aprender a vivir con mi cuerpo quemado", asegura una de las víctimas.
La mañana del viernes 15 de septiembre de 2017, el actor Roberto Pablo trabajaba en el subterráneo del edificio ubicado en Bombero Núñez 40 (Recoleta). Como lo hacía rutinariamente, el artista adelantaba proyectos en el mismo lugar donde guardaba parte de sus recuerdos profesionales y personales. A las 10:23 horas de la mañana todo se apagó.
"Sentí como si fuera un bombazo, un estruendo gigante, que botó todo. Estoy vivo de milagro, porque la muralla que tenía adelante detuvo que la explosión me diera en la cara", recuerda el hombre.
La explosión movilizó a bomberos, carabineros y servicios de salud para rescatar a las víctimas. Pocas veces en la Región Metropolitana se había registrado una explosión como la de esa mañana previa a Fiestas Patrias.
En primera instancia se habló que un cilindro de gas licuado en una estufa generó la emergencia. Sin embargo, la investigación de la Superintendencia de Electricidad y Combustible determinó que el origen era externo y que el gas que generó la explosión era natural. Una "interacción de tubería metálica con cables eléctricos en mal estado y con aislación deteriorada" generó la tragedia según el reporte de la SEC, que responsabiliza a Enel y Metrogas.
Las nueves familias que arrendaban en el recinto se quedaron, literalmente, con lo puesto. A dos años y medio de la tragedia -y siguiendo el proceso judicial que aun no lleva a la justicia los responsables- la mayoría vive de allegados en casa de amigos y familiares.
"Perdí todo mi trabajo de años y eso no tiene un valor. Perdí imágenes de mi familia que no tenía respaldadas. Mi vida cambió para siempre y nadie se ha hecho cargo de reparar eso", comentó Roberto Pablo, quien vive con amigos en la Región de Valparaíso.
Junto al actor, un piso más arriba, vivía Bárbara Urrutia (32), quien asegura no recordar nada de la explosión, ya que despertó tres semanas después con el 19% de su cuerpo quemado y con un proyecto de vida truncado para siempre. Vivió en el edificio por dos años y hoy vive junto a su marido en la casa de sus padres.
"De a poco fui entendiendo lo que pasó. Mi familia me explicó que hubo un accidente, yo no recordaba nada. Nadie se ha acercado a darnos una explicación; de hecho, hasta octubre me llegaba la cuenta de la luz de un edifico que no existe. He tenido que aprender a vivir con lo que pasó porque nadie me va a devolver la piel de las manos que perdí, eso no regresa", se lamenta la joven.