El ingobernable mar guarda muchos secretos, algunos que marcan para siempre como ser abducidos por una fuerza superior.
Navegando por las turbulentas aguas del sur de Chile, un grupo de marinos, a bordo de un buque de la Armada, rompía el océano a todo timón. Los marineros realizaban visitas rutinarias a islas del sector para abastecer de víveres a los lugareños.
La jornada terminaba y, con ello, el sol se perdía en el horizonte. Los oficiales decidieron anclar a orillas de una isla aparentemente deshabitada. Fue entonces cuando se escuchó el murmullo de dos cadetes. "¿Esta no será la Isla Friendship, cierto?", preguntó uno de ellos. Mientras su compañero sólo atinó a sonreír, un superior se les acercó para recalcarles que nada pasaría ahí y que al amanecer zarparían.
Anclaron y organizaron una cena de camadería a bordo del buque. Cuando ya finalizaba la comida, observaron con estupor una estela de luz proveniente de la isla. Todos quedaron perplejos, ya que suponían que el lugar no tenía moradores. El resplandor se hizo cada vez más brillante y a ratos se tornaba de verdoso, lo que asustó a más de alguno.
El capitán aún no daba la orden para que la tripulación indagara el origen del fenómeno, cuando el destello comenzó a avanzar hacia el barco. "¡Son ellos, nos vienen a buscar!", vociferó el mismo cadete, ante la incredulidad del resto de sus compañeros.
Cuando sólo faltaban metros para que la extraña luminosidad llegara al navío, el capitán habló fuerte desde el barco. - "¡Quiénes son y qué hacen acá!", retumbó su voz en el horizonte, mientras que desde el mar sólo se escuchaban pequeños gritos.
Grande fue la sorpresa cuando a la popa del barco llegó un hombre junto a su hijo, cargando una poderosa linterna. Ambos habían llegado hace algunos días al lugar esperando tener contacto con alienígenas y se alarmaron al ver luces en el mar, por lo que decidieron ir a ver qué pasaba.
Toda la tripulación río ante la confesión y los marinos prometieron volver por ellos. El amanecer llegó y el buque enfiló rumbo a puerto seguro.
Tras unos días, retornaron a la isla, a la que descendieron un subteniente y el cadete que tenía conocimiento del fenómeno que sucedía en la isla. Al llegar, bajaron para buscar a los dos curiosos, pero por más que buscaron, pareciera como si la tierra se los hubiese tragado, más aún cuando encontraron su bote en un improvisado atracadero.
En un momento, el joven encontró una extraña marca gigante en la orilla de la playa. "¡Se los llevaron!", gritó, mientras el subteniente no daba crédito a sus ojos. Justo entonces, una luz apareció desde el cielo, fueron enceguecidos y desde ese momento no recuerdan nada más, sólo imágenes difusas.
Cuando recobraron la conciencia, tenían la barba crecida y marcas extrañas en el cuerpo. Como si se hubiesen dormido en la arena, habían pasado días desde que se les había perdido el rastro.
En ese momento, el cadete afirmó: "Por fin vinieron por mí, pero no era lo suficientemente bueno para ellos", ante la mirada atónita de su superior, quien le pidió que lo que habían vivido quedara como un secreto entre los dos.
Al volver a buscar su embarcación para hacer contacto con el puerto, se dieron cuenta de que el pequeño bote que pertenecía al hombre y a su hijo ya no estaba. "Nadie es lo suficientemente inteligente para ellos", comentó el cadete, mientras zarpaban hacia alta mar.