Al llegar a la Nunciatura Apostólica, en Providencia, el Papa Francisco rompió el protocolo y se acercó a la gente.
Besó algunos niños, estrechó varias manos y conversó con algunos.
Pero sin duda el que se llevó el mejor regalo fue un fiel que le regaló un solideo, ese pequeño gorro que los Pontífices utilizan tradicionalmente para cubrir su coronilla.
Mira el notable instante a continuación.