Año a año, los fieles llegan a brindar tributo a la patrona del desierto, cuya imagen eligió quedarse en la zona por voluntad propia.
Ayquina es un poblado a 70 kilómetros de Calama, en pleno desierto de Atacama. Las quebradas marcan el paisaje de este sitio donde a la Virgen de Guadalupe es venerada cada mes de septiembre.
En el lugar viven no más de 100 personas. Las casas de adobe que aún se mantienen en pie, el polvo nortino y la fe, son lo que mantienen con vida a este pueblito.
Los devotos llegan en masa para rendirle tributo a "la chinita". Una mujer que, según la leyenda, no quiso irse del lugar donde se fundó el pueblo en su honor.
La historia. Cuenta la leyenda que durante las tardes de verano un menor acompañaba a su padre en las labores de pastoreo. Para que el niño aprendiera este oficio, el hombre optaba por dejarlo solo para que los animales lo fueran conociendo, pero el chico tenía más de un problema.
Las ovejas se desparraman por todas partes y nunca podía llegar con todas al corral. Su padre estaba molesto por la situación, pero seguía dándole la confianza al menor para que aprendiera el oficio, aunque un día decidió ir a ver lo que hacía.
En un oasis del desierto vio al chico corriendo como loco por entre los árboles, mientras las ovejas caminaban y comían a su alrededor.
A la distancia, el padre vio que su hijo no estaba solo, sino que lo acompañaba un niño de su misma edad, pero que a la distancia no pudo distinguir.
Con curiosidad fue hasta donde estaba su hijo para reprimirlo por no estar cuidando a sus ovejas. Con rostro cabizbajo, el menor solo miró al horizonte en señal de resignación, mientras que el padre comenzó a buscar al otro niño.
¿Dónde está?, preguntó el adulto. Detrás del árbol, dijo el niño. Raudamente fue en busca el otro chico, pero en el árbol encontró sólo una imagen de la Virgen del Carmen con el niño.
Confundido, el hombre juntó a la ovejas, se fue a su casa con su hijo y dejó la imagen donde la encontró. Más tarde, le comentó a un amigo de un pueblo cercano lo que sucedió.
El lugareño era de Turi, zona donde llevaban algunos días buscando sin éxito una imagen religiosa extraviada. Extrañado, el hombre llevó a su amigo al oasis y la sorpresa fue tremenda cuando vieron la imagen de la virgen. ¡Es esa!. ¡Esa es nuestra patrona!, gritó su amigo.
Fue al pueblo y en caravana fueron a buscar la imagen al otro día. Al llegar a Turi, pusieron la imagen nuevamente en el altar y la protegieron con otros artículos religiosos.
A la mañana siguiente, grande fue la sorpresa cuando vieron que la escultura de la virgen con el niño, otra vez no estaba en la iglesia. Volvieron al oasis con la esperanza de encontrarla en ese lugar. Y así fue, en un hueco del mismo árbol donde el niño se escondió, la silueta de la virgen volvió a aparecer.
Este hecho sucedió dos veces más, hasta que los habitantes de Turi se convencieron que "la chinita" no quería estar en la iglesia.
Pusieron manos a la obra y en el pueblito de Ayquina, junto al árbol que la cobijó durante algunos días, los habitantes del sector construyeron una capilla para darle tributo a la Virgen de Ayquina.
Durante la fiesta que se desarrolla en septiembre y tiene su punto culmine el 8 de ese mes, más de 70 mil fieles llegan al poblado para pagar sus mandas y rendirle tributo.
Diabladas, fiestas y misas en su honor son la tónica durante los días de celebración para una virgen que ya no escapó más de Ayquina.