El sánguche tiene un origen bacán. Lo habría inventado en Inglaterra el Conde de Sandwich, quien comía carne en pan para seguir jugando a las cartas y no mancharse las manos.
En Chile la delicia prendió como emparedado caliente, porque nos hemos convertido en el segundo mayor consumidor de pan del mundo, con 96 kilos al año por persona, luego de Alemania, donde los chanchos comen 106 kilos.
Para la presidenta del Círculo de Cronistas Gastronómicos de Chile, Pilar Hurtado, el sánguche es la punta de lanza de la cocina chilena, porque es parte de nuestra identidad. Por eso pensaba escribir un libro sobre el asunto cuando los encargados de la editorial Edizard y Unimarc la llamaron para lo mismo, así que, junto a la chef Juana Muzard, la periodista Alejandra Hales y el fotógrafo Roberto Edwards se embarcó en la sabrosa cruzada titulada "El Sánguche", que le lleva más de 56 recetas y caleta de variedades de cada una.
La novedad gastronómico literaria fue presentada en la galería de arte La Sala, de Vitacura, donde Álvaro Saieh Bendeck, presidente de Unimarc, supermercado especialista en comida, y el equipo encabezado por la caperuza chef Muzard, invitaron al disfrute de una selección de emparedados.
Previo al lanzamiento, Pilar Hurtado explicó que el origen del sánguche en Chile "está ligado a la llegada de los ingleses en el siglo XIX, y a los viajes en tren, que eran más largos que ahora. Por eso la gente empezó a buscar alternativas de cocaví para el camino. Compraban pan por la ventana y le echaban pollo o huevos duros".
Pilar vivió 20 años en Perú, donde la gente defiende su gastronomía, mientras que acá no la pescamos mucho, salvo los sánguches, que "para mí es un producto de identidad que genera amor".
La comensal distingue a dos maravillas como las más representativas: El completo y el sánguche de potito.
Del primero contó que llegó de EE.UU. por 1930 "y fue mutando en el completo que tenemos hoy, que tiene todo tipo de agregados. Yo veo que los gringos comen el hot dog con ketchup y mostaza, y nosotros tenemos una verdadera ensalada dentro, que es mucho más rica".
Sobre el de potito, contó que le encanta, "porque creo que es muy propio. Ignoro si se prepara un sánguche como éste en otra parte del mundo, pero estoy segura de que no se llama así, y eso ya es un aporte propio, criollo y nuestro".
Respecto de sus gustos, Pilar confesó que su favorito es el sánguche de lengua con mayo casera, tomate y ají verde. El emparedado que jamás comería es el de piure, "que es lo único en la vida que no me gusta", confesó antes de probar uno de potito importado desde el Club Hípico.
DESDE EL SOPAIPLETO HASTA LOS EMPAREDADOS DE ATÚN...
En el libro hay recetas de todo el país, como el Pascuense, que le lleva atún, queso caliente, tomate, porotos verdes.
El Iquiqueño o Cavanchino es parecido, porque también es a base de atún y además tiene aceitunas negras y mayonesa.
En el extremo austral está el Patagón: Una delicia de cordero, palta, cebolla y huevo frito.
Uno mucho más modesto que Pilar Hurtado descubrió en la investigación para la obra es el Sopaipleto. "Me fascina por su nombre y originalidad. Es un completo en medio de dos sopaipillas, pero no sé dónde se podrá comprar", explicó Pilar.
Pero el sánguche que se robó el corazón de Pilar es el de potito. "Es mi gran favorito, el que más me gusta por creatividad, por su nombre, por usar el ano de vaca, a pesar de que está siendo reemplazado por guatita", explicó.
Sobre lugares con buena mano, la experta lo pensó un rato y recomendó la sanguchería Ciudad Vieja, que mete otros guisos dentro de un emparedado; el Lomits de Providencia, y el Kika.
La chef que armó las recetas en el libro, Juana Muzard, dijo que "nos dimos cuenta que los sánguches forman más parte de la idiosincrasia de Chile que muchos platos".