Las pesadillas del infierno que vivió en las entrañas de la tierra lo persiguen. Le cuesta olvidar los días en que comía dos cucharadas de atún y un poquito de agua para no decaer. "Ahora que se cumple un año he tenido peores sueños. Es raro", relata Pablo Rojas.
Pero el titán "19" es un rudo. Tiene cuero de chancho y la piel curtida por el mineral. Y por eso tomó una drástica decisión: "Vuelvo a las minas", contó, con voz segura.
"Tengo 47 años y desde los 16 que trabajo en lo mismo. No sé hacer otra cosa", le explicó a La Cuarta a casi un año del derrumbe.
Pablo, quien se desempeñaba como cargador de explosivos en la San José, cuenta que la idea de regresar a lo suyo nació en uno de los viajes a los que fue invitado junto a sus compañeros. "Cuando fuimos a Grecia entramos a una mina, y ahí me di cuenta de que era lo mío, que podía volver a trabajar", relató.
El titán regresó a Chile con la idea metida en la cabeza. Quería regresar a los piques, pese a que su esposa e hijos se opondrían. Y no es para menos, pues la familia vivió el calvario durante 70 días.
En esos días, un empresario de la zona le ofreció pega en uno de sus yacimientos. Pablo, un hombre de pocas palabras, no la pensó dos veces y le dijo que... ¡NO! ¿La razón?
"Estaba aburrido de trabajar apatronado, con jefes. Tenía ganas de hacer algo propio", explica.
Entonces, añade Pablo, se le prendió la ampolleta y le ofreció al palogrueso explotar la mina a medias: "Yo pongo el trabajo y él la plata", pensó.
El proyecto comenzó hace cerca de 4 meses y ya se encuentra construyendo un túnel de acceso a la mina Lucero, ubicada a 50 kilómetros al norte de Copiapó.
- Oiga, maestro. ¿Y no le da miedo volver a las profundidades?
- La verdad, no. Esta es mi vida y no la voy a cambiar.
- Pero tomará medidas especiales de seguridad...
- Estoy seguro de que será una mina muy segura. A diferencia de la mina San José, tendrá una chimenea bien abierta, reforzada y con una escalera de escape.
Pablo Rojas, conocido por sus amigos como el "Cañita", lleva la minería en la sangre. Es de familia de pirquineros y sabe muy bien cómo se comportan los yacimientos. Cacha tanto, que antes del derrumbe advirtió a patrones y compañeros que la San José "lloraba" (desprendía rocas).
Sin embargo, el hombrón no quiso preocupar a su familia y jamás les contó sobre los riesgos en la mina.
"Nunca me dijo nada. Él me contaba que los riesgos eran escasos por los avances de la tecnología, pero tengo claro que lo decía para dejarme tranquila a mí", dijo su esposa Ximena Contreras, cuando Pablo emergió de las profundidades.