El guionista detrás de exitosas producciones como Alguien te mira, ¿Dónde está Elisa? y Perdona Nuestros Pecados, acaba de lanzar su primera novela policial Alevosía, en donde mata a sangre fría a diversos creadores de contenido. “Sigo gente que detesto, pero los sigo para saber qué están haciendo, y eso también es una cuota de psicopatía de mi parte”, confesó a La Cuarta.
Cuando Pablo Illanes trabajaba como periodista en un reconocido diario nacional, fue enviado a cubrir el Festival de Viña del Mar, algo que no le gustó para nada. Se devolvió a Santiago, se puso a ver Grease y comenzó a escribir el guion de Adrenalina. Lo propuso en Canal 13 y esa teleserie lo puso en el radar de los guionistas chilenos, así cambió su rubro para siempre.
En octubre de este 2024, el mes del horror, el también escritor y realizador cinematográfico, lanzó su primera novela policial: “Alevosía. El caso de asesino de influencers”.
El libro sigue a la detective Jackie Bravo en la ciudad de Nueva York, que deberá enfrentar a un psicópata obsesionado con las celebridades de redes sociales. Su investigación no solo la llevará a descubrir el lado más sórdido detrás de la fama y el dinero, sino también a enfrentar secretos de su propia vida personal.
“Quiero destacar que la novela no es una crítica hacia el influencer en sí, hacia el creador de contenido, es más bien una crítica hacia toda la industria de las máscaras y de las apariencias que circunda a los influencers”, le confesó al diario pop.
Pablo, cuéntame, ¿cómo nace la historia de Alevosía?
La historia nace hace bastante tiempo. En el 97 yo estaba en Nueva York y vi Jackie Brown, la película de Tarantino, en un cine en Times Square y quedé fascinado con el personaje de la Pam Grier. En ese momento inventé a este personaje chilenizado, detective latina, con muchos conflictos, pero no lo metí en ninguna novela, solo algunas líneas y características aparecieron en Alguien te mira, ¿Donde esté Elisa? y en Demente, pero el personaje quedó huérfano. Y hace como cuatro años me propuse escribir un thriller policial que transcurría en el mundo del arte, en Lastarria, pero al mismo tiempo empecé a mirar lo que estaba ocurriendo por las redes sociales. Hace cuatro años el poderío de los influencers era bastante más bajo que el que estamos viendo ahora. No teníamos conciencia de lo que iba a suceder, y ahí cambié el switch. Quería hacer una novela policial moderna, contemporánea, en una ciudad cosmopolita, como Nueva York.
¿Hubo una investigación sobre el mundo de los influencers?
Sí, profunda y bastante acuciosa. El mundo de los influencers es muy distinto en Chile a lo que ocurre en México o en Estados Unidos. La mayoría están migrando a México justamente por eso, los que tienen facilidad de idioma se van a Estados Unidos. Garmendia, Belén Soto, es algo que la mayoría han imitado. Pero sí, me relacioné con agencias de influencers. Quiero destacar que la novela no es una crítica hacia el influencer en sí, hacia el creador de contenido, es más bien una crítica hacia toda la industria de las máscaras y de las apariencias que circunda a los influencers. Para mí el trabajo de creación de contenido es un trabajo como cualquier otro, pero claro, cuando caen malas manos como ocurre en la novela. Los influencers están muy en riesgo, los haters abundan. El trabajo de investigación duró aproximadamente un año, y es un mundo que está en constante cambio, sobre todo lo que tiene que ver con la plata, hace cuatro años los influencers no pagaban impuestos, detalles que fueron apareciendo en el camino.
“Me ensañé con algunos”
¿Por qué decidiste que la primera influencer que aparece en el libro fuera una italiana viviendo en Nueva York?
Bueno, hay dos referencias. Primero, Nueva York es una ciudad de pasos. Yo viví allí en dos temporadas, a los 27 y a los 40. Es muy común encontrarse con gente de otras ciudades, otros países, y esta idea de ciudad transitoria me parecía muy interesante. El departamento donde vive Stefania Lenzi (personaje), era el departamento donde yo vivía en Nueva York. Siento que la necesidad de sentirse protegidos de los influencers, particularmente protegidos de lo complejo que es levantar y sostener una imagen durante mucho tiempo, es el motivo por el cual viajan a Nueva York y a otras ciudades. Allí existen agencias que se dedican al cuidado de los influencers en términos jurídicos, legales, comerciales, y psicológico, y crean influencers. Y que haya sido italiana, es porque la novela homenajea a un género que es el giallo, el thriller italiano, tiene mucho que ver con este asesino de guantes negros, con cámaras subjetivas persiguiendo, lo hice también en Alguien te mira y en ¿Dónde está Elisa?
Y la novela también tiene mucho del género Slasher del cine. ¿En qué otros detalles te inspiraste para el asesino?
Sí, claro. Yo diría que el giallo es el abuelito del slasher, estoy muy de acuerdo con tu visión porque, claro, está esta idea de influencers que van cayendo uno por uno de maneras retorcidas y horrorosas. Cabe destacar que el asesino mata usando como arma homicida los productos y servicios que promocionan los influencers, y eso tiene mucho que ver con el slasher. Es un género que está muy vivo todavía y que ha sido denostado por críticos, pero por algún motivo la gente sigue obsesionándose con él, y siguen haciendo remakes, siguen apareciendo en plataformas películas de los años 80 como si fuera un estreno, y eso demuestra que a pesar de los críticos, sigue viviendo.
¿Hay algún influencer chileno en que te hayas basado para alguno de los personajes del libro?
¡Uy! Todos los influencers que aparecen, tanto los que mueren como los que sobreviven, están basados en algún influencer de la vida real, no necesariamente chilenos, hay algunos emparentados, pero no puedo contar quién porque la verdad es que me ensañé con algunos (ríe), tengo que reconocerlo. No los que ustedes piensan, pero si leen entre líneas se van a dar cuenta, tal vez no los protagonistas, pero sí algunos muy reconocibles.
“Soy un defensor profundo de OnlyFans”
Contabas en una entrevista que tu visión sobre los influencers cambió a lo largo de los años. ¿Cómo fue al inicio?
Siento que no soy el único que ha cambiado su visión sobre los influencers, al comienzo yo era muy ignorante del trabajo que hacían, me parecía que había una promiscuidad mediática en promocionar queso azul en la mañana, una hamburguesería en el mediodía y una farmacia en la tarde. Hay muchos que lo siguen haciendo, pero la mayoría siguen una línea. Después de la pandemia el mundo de los influencers se sintió como una suerte de refugio para muchas personas; y también periodistas, actores, directores incluso guionistas que empezaron a utilizar las plataformas para poder subsistir, vivir de las marcas. OnlyFans se ha criticado mucho, yo soy un defensor profundo de OnlyFans, principalmente porque relega al productor de pornografía a un segundo plano. Durante años, hombres y mujeres fueron vapuleados, abusados por estos productores, desde Garganta Profunda en adelante. Hoy, los creadores de contenido erótico son dueños de su contenido, y eso me parece maravilloso. Lo mismo pasa con los influencers, guardando las proporciones, por supuesto, por eso cambió mi percepción.
¿Y qué te parece el público? Hay una cultura del odio, pero el like no es tan diferente al hate. ¿Cuál fue tu visión al hacer como la investigación?
Creo que eso es un análisis que amerita una mirada más profunda, porque a mí me pasa que sigo gente que detesto, pero lo sigo para saber qué están haciendo, y eso también es una cuota de psicopatía de mi parte, porque es algo que te hace mal y te violenta, pero no puedo dejar de seguirlo. En el caso de las redes sociales siempre está el doble filo. Por una parte los creadores de contenido saben perfectamente que tienen que correr riesgos para no parecerse a otros, pero ese riesgo tiene que ser medido para no generar el hate inmediato o para no perder seguidores. Los comentarios políticos, religiosos, provocan algo, mientras más seguidores tienen más responsabilidad existe, esto es como Spiderman, y eso traté de plasmarlo en la novela de la mejor manera posible, porque a pesar de ser algunos influencers muy jóvenes, estas responsabilidades las tienen como un chip en el cerebro.
A ti te falta un poco para llegar a los 40 mil seguidores, pero, ¿alguna vez te han ofrecido hacer la pega de influencer?
Lo he hecho. No me gusta, pero lo hice y lo dejé hacer. Lo que pasa es que hice la pega de influencer antes de las redes sociales. Las marcas en los 90 y los 2000 te auspiciaban con ropa, tuve la suerte y era maravilloso porque no implicaba ningún reel, ninguna foto, nada. Tú usabas la ropa y si te sacaban alguna foto, bien. Y cuando empezaron a aparecer las marcas en redes sociales, trabajé por un tiempo muy breve con un café que me gusta muchísimo, que no voy a nombrar, y tuve que cortar a las dos semanas porque era demasiado. Para el trabajo del escritor es un poquito delicado coquetear con ciertas marcas. Y después tuve una experiencia con una marca de televisores que recurrieron a mí para pedirme algo y después me hicieron sentir como si yo hubiera estado detrás de ellos. Y ahí dije no, esto no es lo mío, no me interesa, si necesito un televisor prefiero comprármelo.
Defensores de los remakes de las teleseries
Cuando escribes libros, ¿los ves como posibles piezas audiovisuales? Por ejemplo, ¿Alevosía lo viste pensando en una serie o película?
Voy a hablar con absoluta franqueza, esta novela inicialmente era una teleserie nocturna que quería hacer en algún momento, pero me di cuenta que tenía la pulsión de escribirla lo antes posible y lamentablemente el trabajo y el guion depende de un montón de otras personas, y si me pusiera a esperar que a alguien le interesara, podría pasar una década o cinco años por lo menos antes de verla en pantalla. Así que dije: “no quiero depender de nadie, quiero escribirla como novela, en Nueva York, como si fuera una película de Hollywood”. Y eso hice.
¿Pero te han llegado ofertas para este libro en particular? Porque trabajaste con Netflix para Perfil Falso, serie en la misma línea de plataformas digitales…
Sí, el trabajo de Perfil Falso ha sido espectacular, un aprendizaje constante, hay una libertad absoluta para tocar los temas y una modernidad que me parece muy interesante, hay mucho respeto a los escritores. Y claro, por supuesto, al momento de escribir una historia como Alevosía, uno piensa en verla de la mejor manera posible. Por supuesto que Netflix está entre las primeras posibilidades.
¿Y hay alguna conversación?
No puedo contar nada. (ríe). Me gustaría hablar, pero no puedo. Lo que pasa es que, por lo general, los procesos de adaptación toman mucho tiempo, y estamos viviendo en un tiempo delicado para los creadores de historias en plataformas, porque hay muchas y hay una infinidad de series, algunas buenas, otras malas, otras que se estrenan sin pena ni gloria, y eso es un peligro, porque no se trata solamente de escribir, de producir, de dirigir y de estrenar; también hay que hacer un marketing como corresponde, contarle a la gente lo que se viene, y eso es cada día más complejo.
Eres uno de los pocos defensores de los remakes de las teleseries, ¿te gustaría ver alguna de las que escribiste en una nueva versión chilena? Porque extranjeras hay
Siento que entre tener los libretos de cuarenta teleseries arrumbados ahí en una bodega indecente, llenándose de polvo sin que nadie los pesque, y darle trabajo a un equipo de personas en el mismo canal o en otro canal, no hay donde perderse. Entiendo que la búsqueda de remakes es por ahorrar plata, el desarrollo de los guiones es lo que más dinero cuesta, y si hay algo que ya resultó y funcionó una primera vez, la mitad del trabajo está hecho, esa es mi parte buena. Mi parte crítica, es que no hay una comprensión ni de los canales de televisión, ni de las productoras, de qué es un remake. El remake siempre tiene que ser distinto al original, no puedes ofrecerle al público una copia plano por plano o personaje por personaje de lo que ya vieron hace 10, 15 o 20 años. En una teleserie como La Madrastra, que se han hecho 20 veces, todas son todas distintas. Hay remakes que a mí no me gustan, por ejemplo, el remake de Perdona a nuestros pecados de Televisa, me pareció deplorable, pero fue un exitazo. Le sacaron el cura, la pareja lésbica, la época, ¡lo hicieron en el presente! Creo que negar la posibilidad de los remakes da cuenta de un desconocimiento profundo de lo que significaba la industria en otros países. En todos se hacen remakes. ¿Por qué en Chile no? ¿Por qué no podemos hacer remakes de “¿Dónde está Elisa?”?