El infartante partido lo disputaron el América de Cali y Peñarol de Uruguay y se jugó en el Estadio Nacional. No es la primera vez que se busca una cancha neutral para definir al campeón.
Fue sin duda una de las definiciones más infartantes de la Copa Libertadores. Y fue en Chile, allá por 1987, cuando Cobreloa todavía se codeaba con los grandes del continente, y cuando en Colombia los millones del narcotráfico sustentaban a los poderosos equipos de Medellín y Cali.
Ese año fue el segundo consecutivo en el que el América de Cali, con figuras como el paraguayo Roberto Cabañas, los argentinos Ricardo Gareca y Julio César Falcioni, y el crack colombiano Willington Ortiz, accedía a la final de la Copa Libertadores.
El año anterior la perdió ante River Plate, con el que cayó en los dos partidos. Peñarol, por su parte, no pasó de la fase de grupos en 1986.
Pero 1987 fue distinto. Tras clasificar primero por diferencia de goles en el grupo que compartía con Cobreloa, que sumó los mismos puntos, los colombiano enfrentaron a Peñarol en la final. Unos uruguayos que dejaron en el camino nada menos que a los argentinos River Plate e Independiente.
En el primer duelo jugado en Cali los cafeteros se impusieron a los uruguayos por 2 a 0, y en la revancha cayeron por 1 a 2. Como no existía la diferencia de goles en la final, se tuvo que disputar un tercer partido y el estadio elegido fue el Nacional de Santiago.
La definición en Santiago
El 31 de octubre de ese año y ante 25 mil espectadores, ambos elencos igualaron sin goles al término del tiempo reglamentario. Entonces, se debió jugar la prórroga de 15 minutos por lado.
A esa altura ninguno de los dos tenía el plantel completo, tras las expulsiones de José Herrera y Roberto Cabañas, ambos en el minuto 74.
El alargue tuvo toda la angustia que se podía esperar, sobre todo cuando el empate parecía sellado y ambos equipos se preparaban para definir todo desde el punto penal.
Pero el uruguayo Diego Aguirre tenía otra cosa en mente y a los 120 minutos le dio el título a un Peñarol, que era dirigido por Óscar Washington Tabárez.
Fue la última vez que el equipo charrúa ganó la Libertadores.
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