El inmortal relator luce orgulloso el talento de sus dos retoños, Benjamín (23) y Simón (14), quienes le hicieron una finta al fútbol y semana a semana brillan acelerando a fondo en el motocross chileno.
Un incombustible del relato chileno, pero que en silencio se come las uñas viendo las carreras del mundo tuerca. Así podría resumirse el presente de Ernesto Díaz Correa, el histórico cantagoles de nuestro fútbol.
Es que el inmortal relator luce orgulloso el talento de sus dos hijos, Benjamín (23) y Simón (14), quienes le hicieron una finta al fútbol y semana a semana brillan acelerando a fondo en el motocross chileno.
"Partieron desde muy chiquitos, cuando íbamos a la playa en la Séptima Región, llegaban motos a entrenar, anduvimos en cuatrimoto y no la soltamos nunca más. Verlos ahora haciendo podio en los torneos nacionales es un orgullo", dice el oriundo de Curicó.
Justamente, a la voz de la Roja más de algún lagrimón se le cae al recordar las acrobacias de sus "guaguas", quienes crecieron bajo el alero de Renato "Pupi" López (formador de ambos y papá de Chaleco), además de la influencia de su entrenador, Jaime Meléndez.
Así, Díaz confiesa que "me coloco demasiado nervioso porque es un deporte extremo, ves un montón de tierra y hay accidentes".
"Me emociono más que cuando relato las finales de Chile en Copa América, pero me aislo piolita para que no me vean", confiesa.
¿Alguna opción con el fútbol? "Ninguna", dice Díaz entre risas, asumiendo que "me hubiese encantado que fueran futbolistas y les compraba 10 mil pelotas de fútbol, pero no hubo por donde. A pesar que es un deporte caro, los apoyo, sueño con algún día relatar un triunfo de ellos y gritar 'No estamos soñando, es verdad'. Ahí me retiro tranquilo".