Ningún deporte tan poco lúdico o “entretenido” logra que sus entusiastas practicantes pasen de la total indiferencia e incluso sarcasmo, a un fanatismo casi devoto, como el “running”. Acá te contamos más o menos cómo y por qué ocurre.
La realidad es que en medio de una maratón lo que se siente es la desaparición del “yo” y una conexión directa, concreta, a lo que significa ser parte de un flujo. De una energía colectiva en movimiento.
En la más reciente maratón de Viña del Mar realizada el 20 de noviembre participaron aproximadamente 12.000 personas que corrieron por un recorrido que enlazaba Concón, Viña y Valparaíso. Había gente de todas las edades posibles, de muchos lugares del mundo, de muchos niveles de competitividad, con objetivos muy distintos.
Ya te puedes ir haciendo la idea de una masa humana derrochando entusiasmo y dopamina.
Como pocas veces sucede en la ciudad jardín, donde por lo general el día no “abre” hasta poco antes del mediodía, el sol salió desde muy temprano. A las 8 y media de la mañana el astro Rey ya pegaba fuerte. Sus rayos rebotaban desde el pavimento y el mar como un espectáculo invisible de rayos láser ultravioleta.
Entonces, y porque no es la idea engañar a nadie, por momentos este éxtasis dopamínico y espiritual que significa estar conectado con miles de deportistas amateur que tal vez también están ahí corriendo porque es su forma de bregar quizá con qué tipo de tribulaciones de la vida, se convierte en una profunda sensación de “qué carajo estoy haciendo acá”.
Momentos en que sientes de forma muy patente otra realidad, igual de importante.
Cada zancada significa levantar el peso completo de tu cuerpo y cada vez que la gravedad lo trae de vuelta a piso el impacto es de esos kilogramos multiplicados por dos o por tres.
Te vas haciendo la idea de que casi en paralelo al goce y la alegría de correr en masa por la calle viendo la ciudad desde una perspectiva inédita, una maratón es también un ejercicio de resiliencia, auto-superación, autoconocimiento, perseverancia y quizá por sobre todo de resistencia al reflejo de rendirse.
Partir despacio y equipado
A diferencia de otras disciplinas, la estrategia de relaciones públicas de este deporte pareciera estar más vinculada a la atracción que la promoción.
Es raro que alguien te convenza o busque hacerte parte. Es muchísimo más probable, y habría que preguntar, pero sospecho que la mayoría de las personas que empiezan a correr lo hacen porque vieron los cambios positivos que esta práctica trajo a la vida de alguien cercano o conocido.
Es posible que cuando el “salir a trotar” se convirtió en “running” también le haya conferido un poco más de onda, eso es verdad también.
Es interesante el fenómeno de captación de fieles de esta actividad, porque pasa de ser receptora de la más absoluta indiferencia e incluso sarcasmo, a formar parte integral de la existencia de las personas que un buen día se lanzan a correr.
Según un estudio realizado por el Congreso Mundial del Running de Lanzhou (China), el año 2019, en promedio, la edad de las personas que practican el running es de 39 años.
Es posible que usted, que pinchó este enlace curioseando la idea de entusiasmarse con esta disciplina, ande por ese rango etáreo. Y aunque no sea así, sea cual sea la edad que tenga, se debe transparentar que aunque no es un deporte de contacto, sí tiene un impacto importante en el cuerpo.
Las lesiones más comunes tienen que ver con el desgaste muscular y de ligamentos, pero también de rodillas y tobillos. O espalda, cadera incluso.
Según explicó a Insider Jessica Zarndt, especialista en medicina deportiva y profesora clínica asistente en UCLA, “la razón más común por la que las personas se lesionan corriendo es porque hacen mucho muy pronto”, asegura.
Una investigación del paleontólogo de Harvard, Daniel Lieberman, plantea que el cuerpo humano, o la humanidad, le debe buena parte de su evolución al hecho de que nuestros ancestros empezaron a correr para cazar y huir de depredadores, desarrollando musculatura, tendones e incluso un oído adecuado para desplazarse a velocidad.
Al igual que ese desarrollo tomó su tiempo, es importante empezar de a poco, probando con distancias cortas, despacito, y con el equipamiento adecuado.
Lo primero: zapatillas. A diferencia de muchos deportes este no requiere de accesorios costosos. Sin embargo, hacerse de una zapatilla diseñada especialmente para ese efecto es quizá la única inversión real que necesitarás hacer y que marcará una diferencia entre pasarlo bien y pasarlo mal, porque salir a correr con zapatillas normales, te encargo las ampollas (y eso es lo más suave de los riesgos).
Sin embargo, para una maratón, nunca jamás se te ocurra estrenar zapatillas. “Las zapatillas nuevas pueden traer dolores nuevos, no solo de pies, sino de rodilla, piernas, incluso espalda”, aconseja César Kalazich, especialista en medicina deportiva de Clínica MEDS, en este artículo con recomendaciones para debutar exitosamente en una maratón.
Luego, los lentes de sol. Sobre todo en verano. Aparte de conferir un look misterioso e interesante, son clave para la seguridad. “Son esenciales para que no moleste la visualización de los 10 metros siguientes. En calle o cerro, por la polución, polen, insectos, es importante contar al menos con un objeto protector”, asegura Juan Carlos Pastén, fundador de la comunidad Solorunning, a Práctico.
Tercero, un buen protector solar. El dermatólogo Matias Gompertz aconseja para estos efectos uno con tecnología anti-migratoria, que significa que no se escurre con la transpiración. Porque la ardiente mezcla de sudor y protector en los ojos te puede quitar el entusiasmo más rápido que la falta de aire y el dolor de piernas.
Luego hay una serie de accesorios que de a poco se pueden ir adquiriendo, desde lo más práctico, como calcetines, shorts, poleras, cortavientos, jockeys, a cositas más sofisticadas como relojes inteligentes o audífonos especiales. Antes de pasar a ese punto, porque es muy relevante, acá puedes revisar una completa lista con ideas de regalos para runners.
Doping en formato canción
¿Te ha pasado que encuentras más fácil hacer actividades físicas escuchando música?
Tiene una explicación científica. “La música es un gatillante de cumplimiento de tareas e influye en el sistema nervioso. El ritmo actúa sobre nuestra corteza motora, que es la parte del cerebro que decide cuándo y cómo movernos, y envía señales a los músculos”, explica la psicóloga deportiva y panelista de TNT Sports Renata Almada.
Hay estudios que demuestran que entrenar escuchando música impacta positivamente la resistencia. Por eso, para puristas como el ultra maratonista David Goggins es hacer trampa.
El riesgo de este estímulo, explica Almada en una nota de Práctico sobre los beneficios y problemas de correr con música, es que hacerlo disminuye la percepción subjetiva de cansancio.
“Las canciones que nos gustan nos hacen segregar más dopamina, hormona que genera una sensación de placer. Eso afecta los niveles de ácido láctico, que avisa cuando los músculos están agotados, entonces no nos damos cuenta cuando el cuerpo está dando señales de cansancio. El riesgo ahí es llegar a una exposición que pueda generar un desmayo, deshidratación o alguna lesión”, advierte Almada.
La clave, sugiere, está en una planificación correcta, donde la música se incorpore a este plan pre-establecido y se respete un tiempo y ritmo específico. También está el tema del volumen. Por seguridad obviamente es buena idea tener cierta noción de los ruidos ambientes mientras corres.
Para ello, existen estos audífonos diseñados especialmente para no anular el ruido exterior.
El placer de correr
“Ser una runner, para mí, ha hecho imposible estar deprimida. Cada vez que estoy pasando por algo emocional y decido salir a correr, te puedo asegurar que voy a regresar con claridad y empoderada”, la frase pertenece a la cantante Alanis Morissette.
¿Quieres otra? “Me hace sentir que puedo conquistar cualquier cosa. Nunca estoy cansado frente a mis dos hijos. Mucho de eso se lo debo al running”, dice el baterista Travis Barker.
Pero rockstars y frases inspiracionales aparte, lo cierto es que no hay mucho que se pueda escribir que describa de manera fiel la sensación casi de vuelo que se alcanza cuando el trote va perfecto, se logra un ritmo crucero donde todo el alrededor parece quedar en pausa. Pero fácil no es. De hecho, hace que casi todo lo que venga después parezca sencillo. Sentarse a trabajar después de un par de horas corriendo es prácticamente un alivio.
Renata Almada explica que ese foco y creatividad que se experimenta post ejercicio es producto de un buen chute de serotonina, endorfinas y dopamina que el cerebro produce y que es tan placentero que incluso puede llevar a la adicción, aunque es más probable que los efectos colaterales vayan por el lado de adoptar atrocidades estéticas como usar bandana y ropa deportiva impunemente.
La realidad es que cruzar la meta de una maratón, sea de 10, 21 o 42 kilómetros (solo para profesionales, y en estricto rigor solo esa es “maratón” las otras son “medias” pero a quién le importa) se siente bastante como el final de una peregrinación, de una extenuante pero enriquecedora meditación en movimiento. Arribar con el cuerpo entero mojado, hirviendo y tiritando hasta los dedos chicos de los pies, pero con una sonrisa tatuada de oreja a oreja.
Vaya uno a saber, quizá hasta se entra en contacto con la parte más aborigen del ser humano. De haber huido de un depredador y tener esa sensación de haberse salvado.