Cuando la “U” fue el mejor equipo de América

El plantel azul levantando la Copa Sudamericana.

Hace exactos diez años, Universidad de Chile goleó a Liga Deportiva Universitaria de Quito y se consagró campeón de la Copa Sudamericana. Lo hizo de manera invicta —diez triunfos y apenas dos empates— y en el camino supo dejar atrás a grandes del continente como Nacional de Uruguay, Vasco da Gama o Flamengo, al que bailó a domicilio. Eduardo Vargas, Charles Aránguiz, Marcelo Díaz, Johnny Herrera y por supuesto Jorge Sampaoli fueron las piezas clave de un equipo inolvidable. Aquí, parte de la historia.

Entonces parecía una locura, probablemente un nuevo error de una dirigencia sin mucho recorrido y que apenas un año y medio antes había caído en la misma tentación: la de traer al técnico de moda —José Basualdo, desde Santiago Morning—, cosechando pésimos resultados. A fin de cuentas estaba todo encaminado para que el sucesor de la breve pero reparadora fase a cargo de Gerardo Pelusso —que incluyó una semifinal de Copa Libertadores— fuera el argentino Diego Pablo Simeone. El “Cholo”, que a esas alturas había demostrado su muñeca en Racing, Estudiantes, River Plate y San Lorenzo en Argentina, inclusive había viajado al país en compañía de su representante, el Leo Rodríguez, creyendo que el acuerdo era inminente. Pero lo que en ese momento podría parecer una locura, hoy, a diez años exactos del triunfo más grande en la historia de la Universidad de Chile, está acomodado en la línea de tiempo como el punto de partida, acaso como el primer acto de una obra improbable. Lo que ocurrió concretamente fue que el miércoles 15 de diciembre de 2010, el presidente de Azul Azul, Federico Valdés, descartó a Simeone y confirmó a Jorge Sampaoli como nuevo entrenador de los azules.

“Fue una de las pocas veces que en ese directorio se votó. En la mayor parte de las oportunidades había acuerdo”, sinceró hace unas horas el propio Valdés en un especial conmemorativo que preparó la cadena ESPN.

“Pero en este caso llegamos a una votación formal, y yo voté por Jorge Sampaoli”, agregó dichoso. “A la larga me salvó la vida, porque si no hubiese ganado todo lo que ganó, yo hubiese pasado a la historia como el tarado que no quiso contratar al ‘Cholo’ Simeone”.

FOTO:RODRIGO SAENZ/AGENCIAUNO

Sin entrar en mayores detalles, de Sampaoli se sabía que su referente absoluto era Marcelo Bielsa. Por ejemplo, se repitió hasta el hartazgo que, mientras dirigió en Perú a cuadros como el Juan Aurich, Coronel Bolognesi o Sport Boys, solía grabar las conferencias de prensa del rosarino para escucharlas en bucle y memorizarlas. En Chile, en tanto, gozó de cierta fama entre 2007 y 2009 por su O’Higgins, que precisamente buscaba reproducir el fútbol intenso que entonces proponía el “Loco” en la selección, y ahora llegaba a los azules tras conducir al Emelec en Ecuador. No había mucho más que agregar, pero al de Casilda eso lo tenía sin cuidado.

El asunto es que desde un comienzo quedó en evidencia que su “U” estaba para grandes cosas, sobre todo después de lo que ocurrió el domingo 12 de junio de 2011.

“Fue un antes y un después”, concede José Rojas, capitán de los universitarios esa campaña.

“De ahí el equipo empezó a creer mucho más”, sostuvo en conversación con ESPN. “Haber ganado esa final…, imagina el golpe anímico para seguir creyendo en lo que vendría posteriormente”.

Las posibilidades de que esa tarde la Universidad de Chile fuera campeona del Torneo de Apertura eran realmente escasas. Pensar otra cosa —después del resultado en la final de ida, 0 a 2 para Universidad Católica, considerando la ventaja deportiva que favorecía a los cruzados y sobre todo el nivel que habían exhibido a lo largo de la temporada, habiendo llegado a cuartos de final de Copa Libertadores— aquí era optimismo. Pero con los equipos de Sampaoli la cuestión es vencer o morir, y quizás conmovidos por los miles de hinchas que el viernes agotaron las entradas en cuestión de minutos aun después de semejante derrota, o mosqueados por las imágenes donde los jugadores de Católica se dejaron ver llegando al Estadio Nacional en medio de una celebración anticipada con cotillón, ese domingo, el domingo de Gustavo Canales, los azules levantaron la copa.

Los jugadores suelen procurar un discurso corto, reiterativo, acaso con el cassette, en el que sostienen que el fútbol es de momentos. De ser así, por el golpe anímico que supuso para el plantel como admitió el “Pepe” recientemente, podemos estar de acuerdo en que el 4 a 1 que la Universidad de Chile le propinó esa tarde a Universidad Católica debe ser ubicado como el segundo acto de la obra.

Y el tercero, que como veremos en unas líneas guarda algún elemento en común con esta remontada, se produjo cuatro meses después, la noche del 19 de octubre, a unos 300 mil kilómetros, en Río de Janeiro. La “U”, que venía de superar con lo justo a Fénix y arrollar al Nacional de Marcelo Gallardo —en los albores de su carrera como DT—, enfrentaba quizás su primer gran reto en la Copa Sudamericana. Enfrente tenía a Flamengo, entrenado por Vanderlei Luxemburgo y liderado en cancha por Ronaldinho. Lo que ocurrió ese miércoles en el Olímpico Nilton Santos —entonces Joao Havelange— está contenido en la memoria de todo hincha azul, y consigna que Universidad de Chile, en Brasil, le pasó por encima al Mengão, venciendo por 4 a 0. Rojas, Eduardo Vargas por duplicado y Lorenzetti anotaron los tantos de un partido que, hace unos días, José Yuraszeck, expresidente de Azul Azul, definió como el mejor en la historia del club.

“Uno habitualmente cuando ve a Barcelona…, hay que ver lo que hacen los compañeros del que tiene la pelota, no solamente al que tiene la pelota. Bueno, aquí la Universidad de Chile me hace recordar aquello”, es parte del comentario con el que, en pleno compromiso, el relator de Fox Sports, Juan José Buscalia, se rindió a los pies de los dirigidos de Sampaoli.

“No queríamos que finalizara ese partido, queríamos seguir haciendo goles”, recordó el DT desde Francia, en conversación con TNT Sports.

Y sumó una anécdota, que de alguna manera explica por qué este partido es considerado el tercer acto de la obra: “Ronaldinho, terminó el partido y vino al vestuario a felicitar al plantel: nos dijo que era impresionante lo que jugaba este equipo y eso también fue elevando la creencia de los jugadores de que podían”.

En contexto, por el nivel del rival y el fútbol desplegado, la llave contra el Flamengo —que se cerró con una segunda victoria en Santiago— supuso el golpe de confianza que necesitaba el plantel para dar el salto internacional que exigía la historia del club. Lo que siguió fueron las victorias ante Arsenal de Sarandí, tanto en Argentina como en Chile, y tal vez la llave más complicada del certamen ante Vasco da Gama, que los azules pudieron sortear luego de otra tarde inspirada en el Santa Laura.

La final, de la que hoy se cumple una década, se presentó más fácil de lo que debía ser en el papel. Claro, podemos imaginar que hubo nerviosismo, ansiedad, que quizás alguno de los jugadores la padeció. Pero si hubo algo de eso, antes de los cinco minutos, Eduardo Vargas, jugador franquicia del certamen, se encargó de disiparles. Con un ajustado remate superó a Alexander Domínguez y cimentó el 3 a 0 con el que el “Romántico Viajero” se impuso a la Liga Deportiva Universitaria de Quito —4 a 0 en el global, tras el 1 a 0 en la ida—. De esta forma, con contundencia, diez victorias y dos empates, apenas encajando dos goles durante todo el trayecto, la Universidad de Chile alcanzó la gloria internacional que tantas veces le fue esquiva y, dicho sea de paso, rompió el “maleficio” que pesaba sobre el Estadio Nacional, donde ningún equipo chileno había logrado dar la vuelta de un certamen de esta clase.

Jorge Sampaoli, Jorge Desio y Sebastián Beccacece, levantando la copa del Apertura 2011. Foto: AGENCIAUNO.

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