Podía intuirse, claro, que Erling Haaland era calentón. Cada vez que se mide con un central deja al descubierto no sólo su inherente competitividad, sino además un carácter fuerte que colinda con lo prohibido. Pero nunca antes había excedido los límites, hasta el domingo.

Cuando John Stones hizo estallar el Etihad a los noventa y ocho minutos y rescató una paridad inesperada a esas alturas contra el Arsenal (2 a 2 final), el gigante noruego también estalló: agarró la pelota y la lanzó a propósito contra la nuca del central gunner Gabriel Magalhães. Lo peor, sin embargo, vino a continuación.

Culminado el encuentro con este clima enrarecido, más hostil de lo normal, Haaland esperó con malas pulgas hasta que se acercó a su posición Mikel Arteta, técnico del Arsenal. “Mantente humilde, mantente humilde”, le insistió y palmeó su espalda.

Gabriel Jesús, al percatarse, enseguida encaró al delantero del Manchester City. Pero se llevó una peor: “¡¿De qué estás hablando, p*** payaso?!”. Jack Grealish debió apresurarse para separarlos, antes de que la situación escalara.

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