"Para hacer de una casa un hogar se requiere vivir mucho en ella"
Cuando lo invitaron a subir al escenario para la foto de rigor, abrazó a su mujer e hijo fuertemente, una vez finalizado el instante del retrato acercó su boca al oído de su amada y le dijo:
- Felicitaciones, esto es absoluto mérito tuyo.
- Lo sé - respondió de forma categórica ella.
El solo guardó silencio, como el soldado que por no molestar a su superior apenas respira.
A esa mujer le debía todo, lo sacó del pantano en que se encontraba en una vida sombría y solitaria. Es más, aun la amaba, pero eso no significaba mucho, ya que se encargaba, de alguna misteriosa forma, de espantar a todo aquel que lo había amado.
Cuando la mujer aborrece lo que algún tiempo le agradó, es mucho peor que si siempre lo hubiese aborrecido.
Luego se acercó a su hijo y le dijo:
- Serás un gran ingeniero, tienes que ser el mejor en lo que hagas, que no te pille la máquina como a tu padre.
- Bueno viejo - respondió tímidamente el muchacho.
Después, besó la frente de su amada y le dijo:
- En la tarde ceno con Luciano, es el único espacio que tenemos en la semana, pasa ocupado con eso de los eventos. A Marcelo veré si lo veo de vuelta de su gira. Nos vemos entonces.
Y una vez más, sin esperar respuesta, bajo algún impulso misterioso, cogió sus cosas y se fue. No alcanzó a avanzar dos pasos y se topó con el tipo que ahora ocupaba su corazón:
- Hola señor entrenador - le dijo.
No le contestó, el tipo le caía bien, pero la vida los había puesto en caminos distintos.
- Vamos hombre, no te quedes pegado en el pasado, hazlo por tu hijo que se gradúa hoy - le dijo el sujeto como no entendiendo de que se trataba.
- Si usted es querido alguna vez como yo lo fui y ultraja como yo lo hice, comprenderá toda la pureza que hay en mi recuerdo - contestó Christian con pena. Luego se alejó del odioso que era ver replicar el retrato con el sujeto suplantándolo.
Luego de cruzar el patio en diagonal, avanzó por un corredor cuyas paredes estaban cubiertas de retratos y paisajes, el cual desembocaba en una puerta doble de madera tallada y manillas doradas.
Christian después de treinta años de carrera, de vivir en nueve ciudades, de no ver crecer a sus hijos y de perder el amor de una mujer que parecía ser la única que lo había entendido, veía como después de todos estos años con su carrera en decadencia, la salud acusando los años y la insistente soledad, todo se disipaba. A pesar de que en toda infancia de los muchachos la familia vivió y viajó junta, de que habían vistos cientos de partidos, se habían criado en los camarines y asistido a asados y cenas de celebración de los planteles, ninguno de los chicos seguiría la pasión de su padre, lo que para el significaba que el legado que lo vinculaba a él con el fútbol se extinguiría con su muerte. A pesar de no ser importante para el resto, para Christian era un tormento que se sumaba a los ya mencionados. Ni el "Loco" Lucas, ni el "Disperso" Marcelo, ni el "Histriónico" Luciano, ni el "Paciente" Vicente, correrían tras un balón ni formarían parte de un cuerpo técnico, no sabrían lo que es una concentración, no disfrutarían de la magia del vestuario ni de la alegría de los recuerdos. Solo serían grandes en lo que hicieran, porque su madre se encargaría de eso.
Envejecer se trata de eso, de ir perdiendo cosas y el parecía haberlas perdido todas, de pronto, al salir del lugar una mano le tocó el hombro, al voltearse pudo ver con desagrado que se trataba del padre de la novia de Marcelo, su hijo, que con una sonrisa le dijo:
- ¿Qué dices hombre?
- Bien ¿y tú?
- Cansado de ser feliz.
- Se te nota, pareces un perro con dos colas.
- ¿Qué te parece ahora que seremos abuelos?
-¿Cómo, que dices? - preguntó sorprendido
- ¡Chuu! ¿Acaso no sabías que Amanda tiene siete meses de embarazo? Hasta ya se hizo la ecografía, será un hombrecito, se llamará Elías, como mi abuelo y parece que será futbolista, no sabes cómo patea en la guata, es impresionante.
Dejó al idiota hablando solo, volvió sobre sus pasos al edificio y corrió dejando caer su abrigo, volvió a abrazar a Vicente, se paró frente a ella, hizo callar al tarado y le dijo:
- Coco, seremos abuelos de don Elías, "el patrón del área".
Ella con ironía sonrió y le respondió palmoteándole la espalda:
- No te conoceré Muñoz.
Porque ellos siguen teniendo ciertas diferencias, pero cada día volverían a elegirse. Existen derrotas que tienen más dignidad que la victoria.