2022 se recordará como otro año catastrófico para los azules. Fallaron en los refuerzos, en la elección de los técnicos y de no ser por un par de semanas, que ahora se perciben casi como un espejismo en toda esta historia, probablemente el final sería mucho peor.
La temporada de la Universidad de Chile, a esas alturas, ya parecía haber integrado los ingredientes suficientes como para presagiar lo peor. A la salida prematura de Luis Roggiero, gerente deportivo ecuatoriano que arribó al país como la gran apuesta de Azul Azul para confeccionar un plantel competitivo y volver a ser protagonistas, pronto se sumaron los fracasos en materia de refuerzos, la bullada salida de Hernán Galindez —tal vez el único que había demostrado nivel, que acusó amenazas de muerte—, Santiago Escobar, Diego López, y una larga lista de etcéteras que incluye indisciplinas —el cumpleaños de Junior Fernandes, Yonathan Andía conduciendo en estado de ebriedad— y disputas al interior del camarín. Como resultado, el “Romántico Viajero” de nuevo miraba de cerca el descenso.
De todos modos, cuando asumió Sebastián Miranda por segunda vez, tras el adiós de López, inesperadamente se pudo advertir un cambio en el equipo. Tal vez no tan notorio a nivel de juego pero sí en actitud, en otros aspectos. El jueves 15 de septiembre, en La Cisterna, en el reestreno del extécnico de las inferiores, la “U” se impuso por 2 a 1 a Palestino, cuadro encumbrado en la tabla, pero acaso lo más importante es que se le percibió superior en varios pasajes del compromiso.
La llegada de Miranda, hay que recordar en este punto, tampoco estuvo exenta de polémicas: por entonces, varios medios y periodistas que cubren a los universitarios confirmaron una supuesta reunión entre los referentes del plantel y la testera de Azul Azul para bloquear el rumoreado arribo de Ronald Fuentes. Pero mientras eso ocurría, los azules sumaron otro triunfo que ilusionaba. Frente a Universidad Católica, en cuartos de final de Copa Chile, ganaron 1 a 0 en su mejor partido de la temporada.
La racha de alegrías se cortó con Audax Italiano —2 a 3 en el Santa Laura— en un discutido encuentro donde los azules se sintieron perjudicados por el arbitraje, pero el plantel se pudo reponer con la agónica victoria sobre Deportes La Serena y la no menos recordada que accidentada vuelta ante Católica —2 a 2 en el global, en un partido que comenzó en Valparaíso y se culminó en Rancagua producto de la agresión contra Martín Parra—. Para entonces, Cecilia Pérez, directora de Azul Azul, y Michael Clark, presidente de la concesionaria, daban prácticamente por hecha la continuidad de Miranda para 2023.
Claro, el exlateral derecho había, de cierto modo, revivido un plantel que parecía destinado, una vez más, a pelear el descenso hasta el final. Incluso le había abierto las puertas a pelear un campeonato de cara a fin de año.
Pero fue como un espejismo. Una ilusión.
Desde entonces, el empate que les permitió avanzar a semifinales, la “U” volvió a ser la de antes. No ganó más: empató 1 a 1 contra Everton por el torneo doméstico, 0 a 0 en la ida del certamen contra Unión Española, cayó 0 a 4 en un encuentro inexplicable ante Huachipato y finalmente 0-1 este miércoles ante los hispanos.
División en el camarín
¿Cuál es la explicación para esta nueva caída libre?
Puertas adentro, la explicación es una sola: la división del camarín, propiciada por la mediática pelea que sostuvieron Ronnie Fernández y Cristóbal Campos, dos referentes del actual plantel.
Todo se remonta a septiembre, en medio de las fiestas patrias, cuando el delantero, hasta hace una semana capitán, publicó en su Instagram un llamativo mensaje con un destinatario más o menos claro: un pantallazo de su reproductor de música con la canción “El Sapo del Barrio” de los Hermanos Campos.
“Para los busca polémicas: lo de la cueca fue únicamente por todos los comentarios mala leche de los últimos días por parte de algunos medios en Twitter con sus fuentes inventadas”, se excusó el excaturro al poco andar en la misma red social.
Pero ciertamente la publicación cobró otra significancia cuando se reveló la gresca que protagonizaron él y el arquero azul el 15 de octubre.
Cristián Caamaño, periodista de largo recorrido, entonces reveló algunos detalles del combate en Deportes en Agricultura: “Cristóbal Campos llegó atravesado al CDA el sábado y lo acusan de haber estado entrenando desganado, muy distraído. Resulta que en medio de la práctica en estos trabajos donde no los estaba haciendo bien, empieza una situación con un pelotazo que le pega a Yonathan Andía”.
“Tras eso, termina la práctica con los jugadores en el camarín y de sopetón ingresa Cristóbal Campos y lo agarra a Ronnie Fernández, que ambos traen una historia desde antes. Campos tenía atravesado a Ronnie, lo sube y lo baja delante del plantel, lo empapela a garabatos”, explicó más tarde.
Y cerró: “Herido en su orgullo, aparece Ronnie después en el gimnasio donde pilla a Cristóbal Campos y se dan tortazos. Combos iban, combos venían, en medio del gimnasio y los lograron separar. No es que ganó uno o el otro, es algo que viene hace mucho tiempo”.
Ese episodio, precisamente cuando los azules venían de dejar afuera a uno de sus archirrivales en un duelo directo, cambió todo. Con un timing que nadie podía creer, y que Miranda no logró gestionar, se fue abriendo una herida que devino en la división del camarín. Según menciona EnCancha, el plantel se separó en dos facciones: “por un lado buena parte de los canteranos, por otro, el de los más experimentados”.
“Hay jugadores jóvenes muy molestos con el rol protagónico que han tomado algunos futbolistas con poca o nula trayectoria en el club”, agregan en el medio.
El factor Aránguiz
Pablo Aránguiz, en 2020, era percibido como uno de los jugadores más importantes de la Universidad de Chile. En ese torneo, Walter Montillo, ídolo azul encontró en el exvolante de la Unión Española a su socio ideal. El juego del menudo creador fue tal, que la “U” se atrevió a comprar su pase, que pertenecía al FC Dallas de la MLS.
De ese Aránguiz, sin embargo, no queda prácticamente nada.
Han pasado dos años y ahora el volante apenas suma minutos. Es más, es el protagonista de la última indisciplina que involucra al elenco universitario y que parece haber sepultado su destino y el de Sebastián Miranda.
Hace apenas un par de semanas, Aránguiz fue acusado de haber agredido física y verbalmente a un guardia del club Eventos Botánico, ubicado en la comuna de Peñalolén. El afectado, relató que el futbolista se presentó como jugador de la “U” y rápidamente lo amenazó.
“Llegó en estado etílico y con mucha droga en el cuerpo. Yo le dije ‘córrete, si no tengo nada que ver con vos, el problema lo estoy arreglando con él’. Ahí me dijo: ‘Te voy a pegarte los medios balazos’”, explicó el sujeto, en relación a un conflicto que habría involucrado a un acompañante de Aránguiz.
“De repente me doy vuelta y siento un golpe en la cabeza con un elemento contundente”, señaló luego el guardia, quien aseguró que ese impacto habría sido causado por “una manopla o con la cacha de una pistola”.
Finalmente, el hombre sostuvo que Aránguiz “me decía que era conocido y que no le salía nada matar a un hueón. ‘Te reviento a balazos altiro’. A la larga soy realista, no sé con qué me pegó, pero si hubiera podido pegarme más y matarme, el hombre me mata en ese momento”.
La reacción inmediata de la “U” fue marginar al jugador del encuentro ante Unión Española por la ida de semifinales, sin embargo, reapareció el domingo pasado ante Huachipato por el Campeonato Nacional. ¿Y qué pasó? “Garrita” duró seis minutos sobre el gramado: entró con vehemencia en una disputa por el balón y se ganó una tonta expulsión. Este miércoles ni siquiera fue citado.
Así las cosas, se terminó el año para los azules. No habrá campeonato, tampoco clasificación a Copa Libertadores y apenas lograron el salve del descenso, pareciera que más por el escaso nivel de sus rivales en la lucha —Coquimbo Unido, Deportes La Serena y Deportes Antofagasta— que por mérito propio. Se recordará como una temporada más —ya van cuatro— en la que Universidad de Chile estuvo más cerca de la B, que de pelear.
Ya son seis años sin títulos y sin siquiera competir. Algo que un equipo grande no puede permitirse.