Una grave lesión en la espalda que derivó en una fusión espinal casi lo retira. Estuvo dieciocho meses fuera y los médicos le recomendaron dejarlo. Pero el Asesino de leyendas, La Víbora, el dueño del RKO, se decantó por volver. Con 43 años, y a más de veinte de su debut, es una de las últimas leyendas de WWE.
A falta de apenas cinco días para la celebración de Survivor Series, espectáculo emblema de la firma, Cody Rhodes anticipó que su último aliado para completar el combate principal de la velada, un cinco contra cinco, sería Randy Orton. El recinto se vino abajo, por supuesto. Orton, catorce veces campeón del mundo desde su estreno en 2002, tal vez uno de los villanos más reconocibles en la historia de la industria, llevaba alejado de los cuadriláteros desde mayo del año pasado como resultado de una lesión en su espina dorsal. Los médicos de hecho le recomendaron a sus 43 años dejar la lucha libre, de modo que no había certezas sobre un eventual last dance. De ahí se explica el alboroto. Pero de inmediato el contexto planteó dos dudas razonables: 1) ¿Por qué WWE anunciaba así el regreso de La Víbora, después de tanto tiempo fuera, cuando lo habitual en estos casos por norma es la sorpresa? Y 2) ¿Qué impidió que esa misma noche Orton reapareciera en pantalla?
Después se supo que la compañía jugaba al despiste. El último sábado de noviembre, en Chicago, Illinois, durante el desarrollo del evento, no hubo señales de Orton hasta entrado el final. La cronología y en especial el papel histórico del luchador, impredecible, oportunista, traidor, se prestaban a un cambio de última hora. También circulaba el rumor ¿imposible? de que CM Punk volvería esa noche. Lo del Asesino de leyendas podía ser una fachada a esas alturas, por qué no. Había muchas opciones disponibles.
Entonces, cuando sus compañeros luchaban en desventaja, cuatro contra cinco, y el grupo antagonista parecía cercano a coronar su victoria, los frenó una música de entrada. La canción “Voices” de Rev Theory, seguida por un clásico: Randy Orton apareció en una forma física formidable, arrastrándose lentamente por la rampa, mientras sus cinco rivales ensayaban rostros de sorpresa o incredulidad o disgusto para dotar de mayor epicidad el momento. El cliché de la lucha libre se completó al rato, cuando el equipo de técnicos —el de los buenos de la trama— se impuso en gran medida gracias a la performance del recién llegado. Todo era motivo de celebración, hasta que de golpe se repitió la escena: una canción los paralizó a todos por unos segundos y luego, entre el griterío del público, se presentó CM Punk, el que prometió nunca volver.
La estrategia, reiteramos, era el despiste. WWE escondió todo el tiempo que pudo el retorno de Orton para ofrecerles un final feliz a los fanáticos que tan sólo aguardaban por CM Punk, para luego verdaderamente tomarlos por sorpresa con el CM Punk back home. Un pack que habla por sí mismo: en una sola tirada, la empresa que ahora maneja desde lo creativo Triple H impuso sus términos.
En unos veinte minutos reincorporó al rebelde local casi una década después.
Y a un histórico que lo más bien pudo retirarse.
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El vínculo de Orton y la WWE viene desde mucho antes que 2002, cuando pisó de manera oficial el ring para superar por cuenta de tres a Hardcore Holly en un olvidado capítulo de Smackdown! de abril. Su apellido ya era grande por lo que habían cosechado antes su padre y su abuelo —el cowboy Bob Orton y Bob Orton Sr.— en la compañía. A Randy lo perfilaron desde un inicio, así como pasó con La Roca, como un luchador de tercera generación al que le deparaba un prometedor futuro. A modo de ejemplo, en un abrir y cerrar de ojos se unió a Ric Flair, Batista y Triple H para configurar uno de los grupos cruciales de los dos mil: Evolution. Desde esa vidriera construyó un personaje que pretendía encarnar el futuro del negocio acabando con todas las viejas glorias a su paso. Es más, se autoproclamó Asesino de leyendas después de humillar a Shawn Michaels, Mick Foley y Harley Race. Después, a ese listado se sumaron nombres como el propio Flair, el Sargento Slaughter o Dusty Rhodes. Y mientras tanto, avanzaba a paso seguro camino a la cartelera estelar de las programaciones.
El 15 de agosto de 2004 quizás sea el primer gran highlight de su trayectoria: en la lucha principal de Summerslam, segundo pague-por-ver más influyente de la firma, venció a Chris Benoit y tomó de sus manos el cinturón mundial de los pesos pesados. Con apenas 24 años, entonces se convirtió en el campeón más joven de la historia.
Es cierto que no le duró mucho, sólo un mes pasó antes de que se lo arrebatara Triple H, pero ese reinado lo estableció en lo más alto de la parrilla. A partir de ese momento, Orton no paró de escalar. Undertaker en Wrestlemania y Summerslam, feudos contra Kurt Angle y Rey Mysterio, la improbable amistad con Edge y su célebre Rated-RKO, decenas de luchas titulares, The Legacy, los Royal Rumble matches, su larguísima rivalidad con John Cena y otra decena de campeonatos.
En ese tiempo, los comentaristas advirtieron que solía arrastrarse por el ring, acechando a sus víctimas como lo haría una serpiente, lo que derivó en otro de sus mayores alias: La Víbora. A esas alturas, poco más de un lustro sobre el cuadrilátero, pese a su juventud Randy Orton ya se las había arreglado para escribir su nombre en los libros de la WWE. En especial por su papel de villano. Lo puede confirmar la propia familia McMahon, a la que se enfrentó en una de sus storylines más populares durante 2009: en línea sacó de circulación a Vince, Shane y Stephanie. A los primeros dos les propinó una patada en la cabeza dejándolos inconscientes, mientras que a la heredera le atacó con su movimiento final —del que hablaremos un poco más adelante— e incluso besó en los labios para provocar a Triple H, su esposo en la vida real.
Ese Orton —canalla, sinvergüenza, capaz de cruzar la línea con tal de acercarse a sus objetivos— es de seguro su mayor legado.
Han pasado los años y todavía no hay otro como él.
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Otro punto aparte en el nutrido expediente de Randy Orton es su movimiento final.
Variación de un clásico, consiste en que el luchador se ubica frente a su oponente mirando en la misma dirección que él, para luego agarrarlo por el cuello con una o ambas manos antes de caer hacia adelante, forzándolo a estrellar su rostro contra la lona. Se llama Jumping cutter y dicen que fue ideado por Johnny Ace, aunque quien realmente lo popularizó en la década de los noventa fue Diamond Dallas Page en la extinta World Championship Wrestling bajo el nombre de Diamond cutter.
La Víbora hizo de él su propia marca. Lo llamó RKO por las iniciales de su nombre, Randal Keith Orton, y le añadió como ingrediente especial el hecho de poder utilizarlo en cualquier momento, sin previo aviso o como un certero contragolpe. Outta nowhere —de la nada—, suelen destacar en los comentarios.
Después de casi dos décadas, cualquiera que se precie seguidor de la lucha libre debe reconocerlo. Y desde luego tiene asegurado su sitio al lado de otros movimientos como El codazo del pueblo de La Roca, La paralizadora de Stone Cold, el Pedigree de Triple H o La tumba rompecuellos de Undertaker.
Por si las moscas, WWE hace unas horas dedicó un video de 38 minutos a las mejores ejecuciones del RKO. En su canal de YouTube antes había hecho una recopilación con los mejores veinte.
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El pasado mayo, la declaración que Bob Orton prestó a Sportskeeda encendió las alarmas:
“Está muy bien vigilado. No creo que necesite volver. Creo que los médicos le han dicho que no lo haga”.
Randy había luchado por última vez prácticamente un año antes, el 20 de mayo de 2022 en un viernes de Smackdown!, cuando formó equipo con Matt Riddle para enfrentarse a The Usos en una lucha de unificación de títulos por parejas. Entonces, los samoanos concentraron su ataque en La Víbora para forzar su salida de pantalla. Orton cargaba con una lesión en su espalda de la que no se sabían muchos detalles, sólo que requería pasarse por el quirófano. Tiempo después, algunos medios especializados publicaron que se trataba de algo más grave de lo pensado y que debió someterse a una cirugía de fusión de la espalda en noviembre. El resto eran rumores. Estuvieron los que apostaron por su regreso en abril a Wrestlemania y los que informaron que probablemente la lesión le tomaría mucho más.
“Acabo de estar dieciocho meses de baja recuperándome de una fusión espinal. Me enfrenté al hecho de que podría no ser capaz de hacer esto de nuevo. Es casi como si tuviera un segundo contrato de arriendo en mi carrera aquí. No voy a dar ni un día por sentado. Ni un segundo en ese ring por sentado”, aclaró el propio Orton en el episodio 401 de Impaulsive, el podcast de Logan Paul.
Allí entregó mayores detalles de su lesión: “He cambiado muchas cosas en estos últimos dieciocho meses. Realmente necesitaba el tiempo. Tenía muchas dolencias. No podía estar de pie más de un par de minutos sin que el dolor me recorriera las piernas. Cuando me sentaba, cada vez que me inclinaba me patinaba un disco. En un avión recuerdo que se me entumecían los pies y el dolor me bajaba por las piernas. Era un asco. Fue muy duro”.
Hasta que abandonó la programación, La Víbora —que antes de eso pasó por La Autoridad, The Wyatt Family, fue varias veces campeón y tope de cartelera— sorpresivamente llevaba un tiempo estancado en la división de parejas, en compañía de Matt Riddle con quien formó RK-Bro. En la conversación con Paul explicó por qué no podía ser de otra manera y dedicó algunas palabras a su excompañero: “Tengo que darle las gracias, porque ese año que estuvimos juntos yo no era capaz de estar en el ring a menos que estuviera con alguien como él. Era capaz de soportar el peso de la dureza física. Si no fuera por él, no habría llegado tan lejos”.
Dicho eso, los siguientes pasos de Orton parecen claros. El viernes recién pasado firmó su contrato con Smackdown! en búsqueda de cobrar venganza a Roman Reigns y The Bloodline, a quienes culpa de su grave lesión según la historia. Acostumbrado a roles antagónicos, esta vez tendrá de su lado al público y los aplausos. Al menos por un tiempo. Con más de dos décadas al frente de la compañía, ganador de todo lo que hay por ganar, probablemente éstos sean los últimos años de la leyenda sobre el ring. Aunque él cree lo contrario:
“10 more years”, fue el mensaje que le gritó a los fanáticos mientras abandonaba el reducto de Chicago después de su tan anhelado regreso.
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