Lo que pudo haber terminado en una tragedia, resultó en una de las demostraciones más grandes de unión en el deporte, y todo gracias a la ignorancia de los hooligans.
En más de una oportunidad, el fútbol ha sido protagonista de verdaderas batallas campales, ya sea dentro de la cancha, o en las galerías. Las emociones a flor de piel sumado al consumo de alcohol suelen ser los ingredientes perfectos para que un partido se salga de control y termine en pelea.
Sin embargo, un insólito hecho quedó marcado en la historia del deporte, cuando la ignorancia terminó siendo una demostración de humanidad y unión entre las fuerzas del orden y los barristas. Una anécdota que como muchas otras del mundo futbolero, comienza con Diego Armando Maradona.
Corría el 6 de febrero de 1992, el histórico jugador argentino vivía su última etapa en Europa, donde defendió la camiseta del Sevilla bajo las órdenes de su compatriota Carlos Bilardo. Aquel día, los trasandinos se medían con Deportivo de La Coruña, cuando un saque lateral dirigido al “10″ complicó el partido.
Maradona quiso hacer un lujito pero terminó pegándole una tremenda patada en la cara a un rival, quien cayó al suelo, y en su trayecto al suelo botó al Diego. En el lugar se armó escándalo y los jugadores comenzaron a pedir asistencia médica, y el especialista del Sevilla saltó a la cancha para atender a su jugador lo más rápido posible.
Sin embargo, el argentino se paró sin problemas (obvio, él pegó la patada), pero el jugador del Dépor estaba sangrando de la nariz. Fiel a su juramento hipocrático, el médico sevillano no dudó en prestar asistencia al herido, situación que sacó ronchas en el banco de su club.
“Písalo”
Al ver lo que sucedía, el entrenador argentino se enfureció y comenzó a reprochar a grito limpio a su médico, señalando que en lugar de ayudarlo, debería haberlo perjudicado. “A él no boludo, a Diego. En vez de agarrar a Diego agarra al otro, nació en la cancha este muchacho. Me quiero morir”, repetía una y otra vez el mítico estratega mientras se tomaba la cara.
“¡Domingo, los de colorado son nuestros! ¿Cómo vas a atender al otro? ¿Qué carajo me importa el otro? Al contrario pisalo. ¡Pisalo!”, agregó en aquella oportunidad el técnico. Sus palabras fueron captadas por la transmisión, por lo que se generó una polémica por lo mala leche de Bilardo, pero al mismo tiempo se convirtió en una frase icónica del deporte y se volvió recurrente en el fútbol español.
“Pisalo” se quedó grabado en la memoria de los hinchas de todos los clubes de La Liga, quienes en cada jugada disputada gritaban la palabra al unísono, promoviendo las patadas como si se tratara de la UFC.
¿Paz y amor?
Con la frase ya popularizada, años más tarde, en abril de 1995 se jugó un partido válido por la semifinal de la extinta Recopa de Europa, y en el torneo internacional se enfrentaron el club inglés Chelsea con los españoles del Zaragoza.
En el duelo de ida el marcador terminó 3-1 a favor de los de Londres en Stamford Bridge, por lo que todo se iba a definir en el estadio del conjunto de Aragón. Con un resultado muy favorable, los hinchas británicos comenzaron a beber alcohol para adelantar sus celebraciones, pero terminado el primer tiempo caían 2-0, y su alegría ahora era furia.
En el minuto 57′ Juan Esnáider marca su doblete, poniendo en ventaja a los españoles y desatando la ira de los fanáticos del Chelsea, quienes se enfrascaron en una disputa con personal policial, arrojándoles butacas y todo lo que estuviera a su paso. Ante el descontrol, los uniformados comenzaron a golpear a diestra y siniestra a quien estuviera por delante, mientras que los más vivos arrancaban y lanzaban objetos a la distancia.
Del otro lado de la Romareda, los aficionados españoles comenzaron a gritar la popular frase de Bilardo para echar más leña al fuego, buscando que la policía y los hooligans se enfrentaran en una verdadera batalla campal: “Písalo, písalo, písalo”, se escuchaba en todo el recinto como un rugido.
Sin embargo, de un momento a otro la tónica fue otra, y de las agresiones pasaron a la calma, los aficionados y la policía dejaron de agredirse, y los locales no tenían idea qué estaba pasando. No fue hasta el otro día que se enteraron de que las provocaciones de los hinchas del Zaragoza fueron consideradas como palabras de paz.
La prensa británica destacó a la afición local por su compromiso con el deporte y la unión, y es que los gritos que avivaron la mocha fueron confundidos con las palabras “peace and love”, paz y amor en español, algo muy distinto a lo que en realidad pedían. El desconocimiento de los ingleses sobre el castellano derivó en una de las demostraciones de paz más grandes del deporte, y lo que podría haber terminado en una tragedia, terminó en hecho digno de imitar.
Ni el propio Bolado se imaginó que un día su frase convertiría en ícono de la paz y la unión. Años más tarde, el ex jugador y comentarista José Antonio Martín ‘Petón’ recordó este episodio, señalando que “acababa de marcar el Real Zaragoza, entonces donde se encontraban agrupados los hinchas del Chelsea, surgió lo que pasa tantas veces con seguidores del fútbol británico. Comenzó una descomunal pelea con las fuerzas del orden”.
“Tan tremenda que el árbitro estuvo a punto de parar el partido. Justo en aquel instante, del otro lado de la Romareda, se empezó a gritar la frase que había hecho célebre Bilardo, todo el campo se puso a gritar: písalo. De repente todo se paró”, añadió el también ex futbolista.
“Al día siguiente la prensa británica contaba así lo sucedido: ‘...y cuando nuestros seguidores otra vez iban a dar uno de los peores ejemplos, desde la Romareda nació un grito de concordia, una fuerza enamorada, un grito que nos pedía la unidad de todos, paz y amor’”, recordó Petón.
Finalmente, el Real Zaragoza terminó alzando la Recopa de Europa 1995, y quedaron en la historia como el equipo que buscó la guerra pero obtuvo la paz.