El sueco, líder del exitoso período de la Lazio cuando el “Matador” desembarcó en Italia, padece cáncer.
Nada de lo que hizo como futbolista permitía presagiar el éxito que amasó después, ya como entrenador. Pero lo cierto es que al dejar su carrera de lateral derecho, el sueco Sven-Göran Eriksson se inició en la gestión de clubes y en poco tiempo pasó de dirigir a pequeños clubes de su país a enseñar su capacidad en las ligas más exigentes del continente. Sus vueltas olímpicas en el Benfica de Portugal y un buen registro en Roma y Sampdoria le permitieron asumir el desafío de la Lazio a finales de los noventas. Allí se encontró con Marcelo Salas y —rodeados de una constelación de estrellas— comandaron el primer título liguero de la institución después de veinticuatro años y la Supercopa de Europa.
Fueron los últimos campeonatos del sueco, en un periplo que sin embargo le llevó a sentarse en el banco de la selección inglesa, el Manchester City, México, Costa de Marfil, Leicester City y el fútbol asiático.
Ahora, con 75 años, alejado de las canchas, Eriksson concedió una entrevista a la radio pública de su país natal y reveló que pronto no quedarán más que esos recuerdos: padece un agresivo cáncer de páncreas que no se puede operar, de modo que los pronósticos no son nada auspiciosos.
En concreto, puntualizó que “en el mejor de los casos, me queda un año; en el peor, algo menos” y que “resistirá mientras pueda”.
Como era de esperar, las palabras del exfutbolista y exentrenador sueco conmocionaron a seguidores y profesionales de todas partes del mundo, quienes aún lo recuerdan como un estratega espléndido. Él, mientras, lo toma de la siguiente manera: “No hay que enterrarse en la adversidad. Ésta es, por supuesto, la mayor adversidad, pero trata de hacer algo bueno con ella”.
En resumidas cuentas, prefiere mantener una actitud positiva, no quiere “quedarse en casa sentado quejándome por tener mala suerte”.