El cuadro cruzado se despidió de su estadio por varios meses… y no de la forma que tenían planeada. Los barras hicieron de las suyas, suspendieron el encuentro e invadieron el gramado. Una vergüenza.
Lo que debía ser una fiesta, culminó en un bochorno. En la despedida de San Carlos de Apoquindo, que cerrará sus puertas hasta 2024 por remodelación, la Universidad Católica hacía su parte de la tarea: le brindaba un gran partido a sus hinchas, derrotando por 3 tantos a 0 (5 a 0 en el global) a Audax Italiano por los octavos de final de la Copa Chile. Entonces, en el minuto 85 comenzaron los inesperados incidentes que ensuciaron todo.
Detrás del arco sur, una serie de hinchas comenzó a lanzar fuegos artificiales y a prender bengalas sin hacer caso a las advertencias del juez del compromiso, de modo que, al cabo de un rato, el partido se suspendió. Es más, los forofos cruzados invadieron la cancha, le quitaron su ropaje a los jugadores y armaron su propia “fiesta” sobre el gramado del recinto precordillerano.
“Es un momento histórico para nosotros, para la gente, para el club. Nosotros como jugadores queríamos terminar el partido, hacer una linda fiesta (...); una pena que haya sucedido así”, lamentaba después el volante cruzado Ignacio Saavedra, en conversación con TNT Sports.
Como sea, hubo dos episodios en particular que llamaron la atención durante los incidentes: primero, que un registro dio cuenta de cómo un guardia de seguridad, en vez de controlar a los barristas que ingresaron al campo de juego, ¡les tomó una foto!
La postal, claro, pronto se viralizó y puso una vez más como blanco de las críticas a la seguridad que suelen contratar los clubes para sus compromisos.
Pero no fue lo único. También se viralizó la imagen de uno de los hinchas que invadió la cancha de San Carlos, por un elemento en especial. Resulta que, mientras trepaba el alambrado, se pudo apreciar que portaba una tobillera electrónica.
¿Qué pasa? En nuestro país, el uso de tobilleras electrónicas está vinculado a imputados con reclusión domiciliaria nocturna y, en menor medida, a reclusiones diurnas o de fin de semana. ¿Cómo llegó hasta allí, entonces?