Después de la locura que supuso su histórica medalla de oro para el país, el atleta apenas se las arregla para cumplir con todos sus compromisos. Pero ahora, en la cresta de la ola, quiere disfrutar todo ese cariño. A fin de cuentas, le cuenta aquí al diario pop, ha pasado por muchas cosas para estar donde está.
Aparentemente en casa de los Nervi Schmidt existe una regla no escrita que todos deben obedecer: cuando Lucas vuelve a casa de entrenar, nadie puede dirigirle la palabra. De lo contrario, bromea —¿o no?— Bruno, su hermano mayor, “te puede llegar un mangazo de sesenta y tres metros”. Pasar hambre, en principio, pareciera ser el talón de Aquiles del atleta, tal vez lo único realmente capaz de borrar de un plumazo la sonrisa que lleva a menudo. Nada descabellado, si caemos en cuenta que se trata de alguien que desde hace ya unos años se acostumbró a consumir más o menos cuatro mil calorías diarias. “¿Cuántas veces te he pillado y te digo vos no hay comido nada en todo el día?”, lo busca su hermano, para completar la explicación de por qué en su familia todos lo llaman con sarcasmo El Sonrisas. Y a él, podemos imaginar que resignado, no le queda de otra… reír.
“Después de comer dos o tres ollas de algo”, concederá más tarde Bruno, “vuelve a ser el Lucas que todos conocemos”.
El Lucas que todos conocemos se parece mucho al que desde el lunes 30 de octubre —cuando concretó un envío de 63,39 metros y se colgó una histórica medalla de oro para el lanzamiento de disco y el deporte nacional— está yendo y viniendo para todos lados. El que puede estar en el Metro de Santiago sacándose fotos, en un estudio de televisión o de radio, dando la cara por la denuncia que enlodó los Panamericanos, comiéndose unos completos con los cabros que conoció en un comedor de niños, frente a José Miguel Viñuela para donar su herramienta de trabajo o posando con Ben Brereton en la concentración de La Roja.
Pero entre toda esa rutina, que incluye también reuniones con marcas y su entrenamiento, el atleta de oro apartó unos minutos en su agenda para contarle al diario pop sobre el Lucas que no todos conocemos.
El que antes de obtener la sexta presea dorada para Chile sucumbió ante la presión, que temía perder su beca si no sumaba un podio, que se entregó a la meditación para combatir sus propias frustraciones. El músico, metalero y estudiante de jazz, que avanza como puede su carrera en la Universidad Católica y se ilusiona con levantar un emprendimiento. El del déficit atencional y que pone su longevidad como deportista por delante de cualquier campeonato internacional.
En las siguientes líneas, Lucas Nervi —22 años, campeón Sudamericano, Iberoamericano, medalla de oro en los Panamericanos— por sí mismo.
La firme con Lucas Nervi
El tema de estar vuelto loco, la espontaneidad, el también confiar en el trabajo que estaba haciendo fue gran parte de todo lo que fue el approach para ganar el campeonato. Eso es lo que me faltaba y eso era lo que me tenía trabado. El tema de haberme lesionado el año anterior, sobre todo. Entonces el campeonato me hizo increíble pa’l tema de volver a ser lo que era como deportista antes. El tema de la lesión me trabó mucho la confianza. En este campeonato lo saqué todo y fue increíble. Haber sido local fue lo más importante de todo.
Yo estaba octavo en el ranking, en el papel no tenía cómo ganar el campeonato. Pero al final esta hueá era en mi casa: no me iban a quitar la medalla, jajajajá. Y claro, tenía al jamaicano (NdeR: Fedrick Andray Dacres, actual récord panamericano) y yo admiro caleta a ese compadre. De hecho, le dije. Me acerqué a decirle al final del campeonato: Yo crecí viéndote a ti lanzar, erís parte importante de cómo enfrento el lanzamiento... entonces bacán haberte ganado, jajajajá. Le dije algo parecido, jajajá. Le dije que cuando él hizo el récord del campeonato hace cuatro años, yo competí por primera vez. Él lanzó 67,68 metros. Yo ese mismo día debuté como lanzador adulto, siendo juvenil, y lancé 54,14. Entonces me decía: mírate ahora, te felicito. Sentí súper bacán la onda que me transmitió, porque nos habíamos topado unos días antes entrenando y él estaba pateando la perra. Con mucho frío, como que se notaba que no tenía ganas de estar ahí, con siete grados. Yo llegué tranquilito, suelto, sabía lo que tenía que buscar en ese entrenamiento. Me salió muy bien. Y para mis adentros, yo veía que estaba compartiendo foso con leyendas, que no es nuevo, pero tenerlos acá en la casa y siendo un campeonato tan grande, uno entra distinto a enfrentar la competencia.
Pude ver cómo hice que un compadre que fue medallista mundial, se frustrara y tratara de llegar a las mismas distancias. Le puse presión lanzando y después no pudo llegar por mucho que le siguiera pegando. Ahora, recalcar que estamos en noviembre, entonces el año ha sido muy largo. Él lleva viajando mucho tiempo. A lo que voy con esto: no siento que sea mejor deportista que él, sino que el período en el que estoy, lo aproveché muy bien y en la competencia se vio.
En la preparación nos sacamos la cresta, fue difícil. Fuimos a una concentración de dos meses a España para preparar el Sudamericano y el Mundial. El Sudamericano (NdeR: en Sao Paulo) fue el campeonato en el que más presión he tenido, porque tenía que, primero, tener esa sensación de revalidar el título, porque yo gané el Sudamericano a los 19 años. Había una pelea con el ecuatoriano y el colombiano, estaba muy tenso todo. Habíamos ido a competir a Portugal, y el colombiano cuando ganó, salió del foso gritándonos “¡Yo soy el mejor acá, ustedes son una basura!”. Onda directamente a nosotros. Estaba muy caliente. Hubo un par de polémicas que nos involucraban, así que había muchos problemas que estaban solamente en esa competencia. Y también el hecho de estar lejos de la casa —yo soy mamón jajajá— me costó harto. Fueron muchas cosas que se sumaron, y fue demasiada presión. Me sentía increíble, calenté muy bien, en 63, 64 metros, empieza la competencia y me bloqueo. Me pasó como cabro chico y no tuve la cabeza pa’ volver a la línea que tenía mientras estaba calentando. Lancé 59 metros y quedé en cuarto lugar. Entonces primera gran meta y primer campeonato internacional que me quedo fuera del podio desde el Sudamericano que gané a los 19. Fue tumbarme en el suelo.
Yo había competido en el Mundial el 2022 con tres o cuatro fracturas por estrés en el pubis, con una tendinitis en los aductores muy fuerte. Me costaba mucho darme vuelta en la cama, ponerme una zapatilla. Estaba muy cagao. Me tuve que bajar del Odesur y el Sudamericano sub 23 por pubalgia. Perdí muchos puntos en lo que era la clasificación, así que después me enfrenté al tema de no saber si estaba clasificado o no al Mundial de este año (NdeR: en Budapest). Terminé entrando 36 de 36 cupos. De hecho, me acuerdo de estar viendo el nacional de Kuwait para ver si el lanzador de ese país me podía pasar. Entré con la calculadora en la mano. Entonces, como sabía que no venía fuerte, puse todo lo que tenía pero me preocupé más de ganar experiencia. Fui muy abierto al tema de aprender dentro de la competencia, y lo que me mató fue el tema de ver al lanzador de martillo húngaro poder aprovechar el apoyo de su público. Ver esa competencia fue clave pa’ moldear todo lo que tenía que hacer los siguientes meses, trabajando bajo presión para preparar los Panamericanos. Porque sabía que iba a haber una situación en que, si no estaba preparado anímicamente, me iba a botar, que fue llegar a competir como local. Tiene un lado increíble, pero también el de la presión.
La meditación entra muy fuerte después del Sudamericano. Eso fue lo bonito, porque termina el campeonato y fui a la primera sesión. Entonces, entró como anillo al dedo, en un momento donde lo necesitaba. Y lo que me pasó con esto de la meditación, es que sentía que algo distinto iba a pasar este campeonato. Esa sensación en la guata que decís “algo va a pasar”. En su momento, cuando gané mi primer campeonato internacional, el Sudamericano adulto, fue muy importante el apoyo psicológico, lo que marcó la diferencia y me hizo afrontar bien la competencia. Ahí mejoré cuatro metros: tenía 59 como mejor marca y terminé lanzando 63. A los 19 años y es la misma marca que estoy haciendo ahora, era un salto muy grande. En ese momento fue la ayuda del psicólogo el punto de inflexión que hizo que me fuera bien, y ahora lo fue la meditación, las respiraciones.
Con las meditaciones pude volver a encontrarme con lo que era: un deportista surgiendo en algo, aislado. Sin presiones, sin tener en la cabeza la beca, la medalla de oro, el reconocimiento, nada. Sólo era un cabro chico queriendo lanzar la hueaíta lejos. Y como fue hace poco, siento que todavía puedo seguir sacándole el jugo.
Si yo no ganaba este campeonato, me quedaba sin beca. No tuve medallas de oro este año, así que lo más probable era que me la quitaran. No sé cómo hubiera sido la resolución. Así con el sistema, jajajá... Ahí también entró el de la respiración, de concentrarme en la competencia y saber en qué tenía que poner la cabeza, en qué poner las prioridades. Llegar y no pensar en nada cuando estaba dentro del foso; hacer que todo saliera como instintivo. Los pensamientos no están en la ecuación cuando estái claro.
El tema familiar fue increíble: entrar al estadio y ver a toda mi familia allá arriba... Estaban con poleras blancas que decían Nervi y la bandera de Chile. Fue muy bonito. Y en este misma línea, al final yo tengo que estar concentrado en lo que tengo que hacer en el foso, entonces no puedo dejar fluir las emociones porque me voy a desconcentrar. Entonces, toda esta emoción tenía que guardármela, y como vi que hizo el húngaro, traducir ese cariño en el lanzamiento. Fue notable.
No es mi momento de brillar todavía en el escenario mundial. El peak de mi deporte lo alcanzái de los 28 a los 32 años, podís estirar el chicle hasta los 42 o 43, y yo tengo recién 22. Lo tomo muy calmado. De nuevo: no quita que le esté poniendo todas las ganas, porque es lo que me caracteriza, quiero comerme el mundo en la competencia, pero sé que cada cosa a su tiempo.
Haber tenido a alguien como Claudio Romero me ha ayudado mucho. Deportistas como él te abren el camino. Claudio es extraordinario. Él fue campeón mundial sub 18, ahí lanzó 67 metros, y yo tenía 33... o sea, la diferencia era gigante. Siempre lo vi a él con las ganas de seguir mejorando, y al final, como referente pa’ alcanzar. Hay algo importante, y en el lanzamiento ha pasado mucho, que es que muchos deportistas impulsan al resto a seguir avanzando. Los martilleros en Lima, que salieron primero y segundo (NdeR: Gabriel Kehr y Humberto Mansilla), marcaron lo que iba a ser pa’ nosotros los próximos cuatro años con Claudio. Nos sentamos hace cuatro años, esperando la competencia, se acerca mi entrenador y nos dice: Cabros, ustedes pueden hacer lo mismo, hay que seguir con esto porque pueden hacer historia en casa.
Había muchas cosas que generaron presión mediática, por ejemplo la espera que hubo por la sexta medalla. Mucha emoción mezclada con la medalla y con la competencia, ¿cachái? Claro, medallistas de oro hay varios, pero la emoción que estaba acumulada en Chile todos esos días, fue el pretexto pa’ que saliera. Creo que la gente se emocionó mucho... y también el haberlo celebrado como cabro chico. Yo después veía a los hueones que ganaban y no celebraban, y decía: ¿qué te pasa, hueón?, jajajajá.
Haber sido el primer oro en la historia en lanzamiento de disco fue increíble. De hecho, cuando gané el Sudamericano adulto, la última medalla de oro ahí también había sido Hernán Haddad. Nooo, muy bonito. El lanzamiento en Chile es un área muy fuerte, y ver que me toca estar haciendo historia en el deporte es algo increíble. Me gusta que siga siendo tan fuerte el área de lanzamiento que yo ni siquiera soy el #1 en Chile, ¿cachái?, y estoy ganando los Juegos Panamericanos. Desde el 2021, todas las medallas internacionales, exceptuando los Mundiales, se han quedado en casa. Es bacán ser parte de eso.
Hay otra lanzadora que ha influido mucho en mi carrera: la Karen (Gallardo). Entreno desde el 2020 con ella y es una deportista excepcional. Se preocupa de no dejar margen de error en todo lo que pueda, lo que me ha motivado mucho al tema de armarme mi propio sistema profesional. En parte, por eso rechacé siempre las becas de Estados Unidos, porque siento que el sistema que me armé, viendo cómo funcionaba Tulio —mi entrenador— con la Karen, me decía que podía hacerlo acá en la casa. Eso fue muy importante. Las ganas que ella le pone pa’ trabajar son increíbles. Ha sido un referente en mi carrera deportiva.
Lo del metro no surgió de nada, es lo que hacía siempre. Entiendo de dónde sale la emoción, no me hago el hueón con eso, jajajá. Pero la gente se portó súper bien. Me gusta que me pidan fotos, que me reconozca. Es motivo de celebración. Yo, por mucho que esté compitiendo, también me siento espectador en esto, el ver cómo la gente se emociona con el campeonato, ver que llegaron cuarenta mil personas al estadio. Lo que sí, yo quería pasar piola: llegué con la medalla colgada pa’ adentro. Pero llegó mi familia y me sacó la medalla, le dijo a la gente. De hecho, yo estaba hablando por teléfono con mi entrenador, no había hablado con él desde que terminamos de competir y me preguntaba dónde estaba. No, en el metro. Y le decía que me esperara porque me pidieron una foto, jajajajá.
El gran enfoque que tuve en el campeonato fue ser espontáneo, estar tranquilo y no bloquear las energías. Ser lo más transparente posible. Entonces, todo lo de las entrevistas, de la gente pidiéndome fotos en la calle, lo he tomado exactamente igual. No sé si es un don o un defecto no pensar lo que estoy diciendo, jajajá, pero a la gente le ha gustado. Así que yo creo que es bueno, jajajajá.
En la familia tenemos un rasgo de déficit atencional súper grande, jajajá. Mi papá siempre está hablando todo lo que está pensando. Es médico, jefe del departamento de Oncología en la Católica, entonces a él lo formaron mucho con el tema de vocería, de transmitir bien las ideas, de posicionarse como un líder. Cada vez que yo le llegaba a contar que fui a hablar a un colegio, le mostraba el video, lo veíamos. Y en vez de decirme onda no, qué bacán que estái yendo, me criticaba el discurso. Me iba formando... aunque en la casa nos reíamos, po. Porque cada vez que le mostraba un video, cualquier cosa, o videos de técnica, me decía: bien, elegante. Viendo dónde está lo mejorable.
Mi viejo siempre me formó con el tema de expresarme bien. Y lo otro es que mi entrenador, desde chico, me ha criado de una forma súper profesional como deportista. Entonces no creo que haya sido ningún cambio, ponte tú, cuando te dicen cuidarte con las cámaras... no sé, fue súper natural. Y va de la mano de lo que te hablaba antes del sistema que tenían con la Karen.
Lo del Uber fue notable, jajajá, me dijo que el deportista chileno no tenía cómo salir adelante y que todo lo que viene después de Fernando González y Nico Massú era una basura. Porque nadie había podido ganar una medalla en los Juegos Olímpicos, y claro..., ¡mueve la raja vos, po! jajajajá. Estuvimos cinco minutos hablando y fueron puras malas noticias, pura tragedia, que el deportista chileno es malo, malo, malo. Y yo le decía, después de esos cinco minutos, oye, ¿y hay visto algo de los Juegos Panamericanos? No. Es de ese tipo de gente chaquetera.
Igual pienso que la cultura deportiva ha avanzado mucho y ese tipo de personas ya son las menos, por suerte. El tema de que con los medallistas de plata el discurso no sea que perdieron el oro sino que ganaron la plata, es algo notable. Y la gente no sólo se está emocionando con las medallas sino que con todas las participaciones. Ya ver a un chileno ahí los representa y los deja con ganas de alentar, de involucrarse en la prueba. Eso es bonito.
A los 12 años partí en el lanzamiento y a los 13 con Tulio (Moya, su entrenador). A mi hermano Bruno lo invitaron a lanzar, tenía pinta de rugbista. Yo era flaco, chico, pinta de nada, jajajá. Pero fui a una de las dos o tres veces que él fue, y a mí me gustó el ambiente que había, así que me quedé entrenando, compartiendo ahí. Y ese mismo año jubila Lucho Díaz —que por cierto fue de los que estaban en el estadio. Cuando me subí a abrazar a mi entrenador, había dos personas en la foto: mi psicóloga Claudia Larenas y mi primer entrenador, Lucho Díaz. De las personas que más influyeron en mi carrera—. Cuando jubila Lucho, llega Tulio a ser mi profe de educación física. Yo no le había dicho nada y de repente nos ponen a lanzar discos después de como tres meses haciendo clases. Y yo que había lanzado el disco un poco más lejos, me dijo ya, pa’ acá vente. Me vio condiciones y me convencí al tiro. Igual era malo, malo, malo. No es como que a Tulio le hubieran dicho oye, hay un cabro bueno pa’ que le pongái ojo. Era podrido de malo, jajajá.
Lo más lindo de los Juegos es que la gente se emocionó mucho, valoró todo el entrenamiento que hicimos para llegar. Y eso mismo entra en el tema de no chaquetear si es que nos va mal. La gente está mucho más abierta a valorar el logro que a criticar el fracaso, y eso es algo muy bonito, en lo que se ha avanzado mucho. Claramente sigue habiendo gente que no ha avanzado en la manera de ver el deporte, partiendo por el Uber jajajá, pero ha sido notable. Se me han acercado de muchos lados a decirme que les gustó la presentación que di en la pista. De hecho, veraneamos en el sur, en Rupanco, y me escribieron de un minimarket que está ahí en el camino, muy muy aislado de ahí de los pueblos. Me escribieron, y yo decía: qué cuático esto, de los lugares más recónditos, que haya llegado allá, increíble. Estaba todo el país pendiente, creo que los Juegos unieron mucho y dio el pretexto pa’ que la gente se emocionara. Es bacán poder estar metido y aportar con mi granito de arena.
Una lástima cómo terminaron los Juegos con lo del atletismo. Pero creo que es muy importante estar hablando de esto, porque no es un tema nuevo. Lamentablemente no da sorpresa. Es importante que salgan estas cosas al aire, porque no pueden haber tabús en el deporte. El deporte tiene que ser sano y eso involucra combatir el sistema del doping y el amiguismo, la falta de criterio en las decisiones técnicas.
Yo estando en la posición de Poulette (Cardoch) no hubiera tenido cómo volver a correr después de eso. Entiendo y empatizo mucho con todo lo que fue ese momento. La pista estaba muy tensa. Justo yo era de los atletas que estaba cerca de lo que pasó, porque estaba acompañando a Francisco Muse, él me acompañó en el mío y yo estaba en el suyo. Nos acercamos allá y se notaba al tiro. Yo ya sabía por la Poli lo que había pasado... y al final a mi compañero, en un momento, lo sacan de foco por la polémica, entonces también traté de ayudar a calmar la situación para que se preocupara de lo suyo y que no se desconcentrara. Es una lástima ver cómo decisiones técnicas con tanta falta de fundamentos afectan en todo el trabajo que se hizo durante el año.
Es penca, pero uno pierde la fe, la esperanza. Te diría que una solución es cambiar a la gente de los cargos, pero otras veces cuando se hizo, no ha pasado nada. Entonces no lo veo como una opción, porque se ha demostrado que no se toma mucha acción en estos casos. De todas maneras, en el deporte chileno tiene que haber una reforma en la manera de trabajar y en la gente que está detrás de eso.
Postulé a la beca por proyección, cuando tenía 19 años, y me dijeron que no, porque no tenía medallas internacionales. Eso era un equivalente a que no tenía proyección en el deporte. Llegué dos meses después con la medalla de oro en el Sudamericano adulto. ¡Pasa la beca pa’ acá!, jajajá. La Beca Proddar es un sistema que apoya cuando estái en la cresta de la ola, cuando ya pasaste todo lo peludo y ahora tenís que mantenerte, a seguir revalidando la beca. Pero no te apoya para llegar allá. No puede ser un incentivo decirte que ya, cuando ganís el Sudamericano te vamos a dar una beca. El apoyo tiene que ser desde el principio. No es un sistema piramidal en el que se apoya mucha gente para llegar unos pocos exitosos, sino que es un apoyo que asume que va a haber mucha gente entrenando y que los exitosos los van a recompensar. Pero así no funciona la cosa. Está muy mal enfocado eso, creo que se puede mejorar mucho.
Se necesita aprovechar todo el vuelo de los Juegos Panamericanos para generar políticas que den garantías sociales a los deportistas. Gracias a Dios no es mi caso, yo vivo con mi familia, no dependo de la beca para poder estar haciendo deporte, pero hay muchas carreras deportivas que se terminan por el tema de estar apurándose para llegar a las becas. Y que no las consiguen. Yo siempre pongo de ejemplo acá a un compañero, pero le pedí autorización jajajá: el Beto Mansilla, que salió segundo en Lima, en un momento tenía que revalidar la beca y se lesionó feo. Se fracturó el tobillo, una lesión súper fuerte, y tenía seis meses para revalidar la beca en unos Juegos Bolivarianos, pero el período de recuperación era de casi un año. Necesitaba la beca y apuró la recuperación, acortando su vida útil como deportista, poniéndose en riesgo. Ganó el campeonato porque es un animal, extraordinario, pero no te puede apoyar un sistema que te está forzando a ganar para mantenerte dentro de los beneficiados. No tiene pies ni cabeza.
Se ha avanzado pero queda muchísimo pa’ adelante. Compartía con un exjudoka, que competía hace unos 35 o 40 años, y me decía que fueron a un campeonato en Cusco. Los mandaron en un bus: 65 horas para competir al día siguiente. Entonces veo esas situaciones y es innegable que ha habido una evolución, pero falta. Mi manager siempre saca el tema de que, claro, yo estoy agradecido del apoyo que me ha llegado, de viajar con mi entrenador la mayoría de las veces... pero al final uno llega con su entrenador a un campeonato en que te enfrentái a todo el resto, que tiene: entrenador, kinesiólogo, nutricionista, psicólogo. Todo dentro del mismo campeonato, entonces ya partís varios pasos atrás. Por mucho que esté mucho mejor la situación, no dejo de valorar la ayuda que ha llegado, años luz pa’ seguir mejorando.
No hay ninguna crítica constructiva en comentarle a alguien “mátate”. Por mucho que hay roces dentro de la competencia, no es grato para nadie estar recibiendo comentarios negativos. No es responsabilidad de nadie estar tomando decisiones o posturas en un mundo en que no conocen todo lo que hay atrás. Si bien hay cosas que se pudieron haber hecho mejor claramente, hay un proceso regular que es el que se está tomando, entonces nadie debería tomar una postura para criticar solamente. Y nunca es crítica: es tirar hate, tirar mierda. Es sólo buscar dañar. Y es algo que está pasando. Llamado también ahí a la calma, a bajar un poquito la revolución. Es muy importante el tema de la salud mental.
No son los comentarios con mayor volumen, pero también me llega hate. Y son los que más impactan. O sea, tómate un vaso de agua con una gota de caca... te va a quedar manchado todo el vaso de agua, jajajá.
Fui campeón metropolitano en Squash, en el sub 18, sub 16. Era bacán, sigo con ganas de volver a jugar y usarlo como parte de mi entrenamiento. Pa’ estar ágil. El movimiento que hacemos en el lanzamiento requiere mucha agilidad, y yo sé que toda esa agilidad salió de haber jugado Squash antes.
En la preparación lo que más hacemos es barra libre, pero en sentadillas tengo 240 kilos. Pa’ la gente que no hace deporte de alto rendimiento es un peso brutal. Pero para los lanzadores es un peso más o menos... yo creo que el promedio que tenían las sentadillas de todos los compadres en la competencia tiene que haber sido cerca de 300 kilos. Sigo teniendo mucho margen en las pesas y eso es bacán. La gente me dice ¡240 kilos, cuático! Pero el Claudio me saca 60 kilos sobre mis 240, que casi me desmayé haciéndolos, jajajajá, un mini paro cardíaco. Sigo teniendo mucho por mejorar.
Estudié en el Verbo Divino y allí estuve bien metido en tema de proyectos sociales. Visitábamos comedores de niños... de hecho, fue bonito porque hace un par de días, volví a ver a los niños que estaba viendo ahí, po. Sigo en contacto con la gente de allá, y le pedí que se juntaran algunos cabros pa’ ver cómo estaban. Los conocí cuando tenían siete años, ahora tienen trece o catorce. Entonces bacán ver cómo siguieron avanzando. Era en Cerrillos, así que cuando supimos que la Villa Olímpica iba a ser en Cerrillos quedamos de ir a comernos un completo, porque tenía un lugar regalón de completos el Jaime, que era la persona con la que trabajábamos. Después de dos años cumplimos la palabra. Y después seguí avanzando en el tema de los proyectos sociales. Empecé a estar a cargo de recaudar fondos y de construir viviendas sociales. Llegamos a construir veinticuatro en los últimos dos años de colegio. Estuvo bacán, muy bonito. Desde chico en mi casa nos involucramos en estos proyectos, es algo de lo que estoy muy agradecido.
Desde cuarto básico mi abuelo me venía preguntando a qué especialidad de la medicina quería entrar. Que tenía que ser médico, que tenía que ser médico. Entonces claramente no fui médico, jajajajá. No era algo que me nacía hacer. Me gusta mucho mi carrera (NdeR: Ingeniería Civil) y estoy muy agradecido de la Universidad Católica, que me ha ayudado mucho para poder convalidar las dos cosas. Pero no tenía dedos pa’l piano y no tenía gusto pa’ medicina, y claro, no hubiese tenido tiempo tampoco pa’ poder seguir haciendo lanzamiento de discos. De hecho, el Nahuel (Reyes), el del remo, llegó a ganar los Panamericanos y estudia medicina en la Católica. Lo encuentro un animal.
Me he echado hartas cosas, no soy el hueón más ordenado dentro de la sala de clases. En la educación online iba bien, pero cambiaron las cosas. El problema fue cuando tuve que empezar a ir a la u, ahí me eché varios ramos, jajajá. Le pongo bueno sí, pero tomo menos ramos que mis compañeros, muchos menos. Ahora estoy con el 40% de la carga académica como normal. No soy el más ordenado en cuanto a la rutina, pero me pego las maratones antes de las pruebas y me salvo, jajajá.
Estoy emprendiendo, armando una productora. Espero ahí poder aplicar todo lo que he aprendido. Estoy pidiendo ayuda con eso, buscando harto asesoramiento. Vamos a tratar de hacer los festivales municipales de jazz, traer artistas extranjeros para que puedan compartir con la cultura del jazz chilena. Para que puedan ayudar a motivar a los jóvenes. Claramente, la idea después es involucrarlo con el deporte.
Estudié piano de los 8 a los 16 años, de chico, mucho tiempo. Después agarré algo la guitarra, traté de aprenderme algunas canciones. Igual se sueltan los dedos cuando uno aprende un nuevo instrumento, entonces va siendo más fácil. Empieza la pandemia y me compro el bajo; de hecho, el primer ingreso que tuve como deportista lo invertí ahí. Me compré un Ibanez pa’ partir. Fue bacán, porque me acompañó muchísimo en la pandemia.
Ahora llevo un tiempo estudiando jazz. Estuve un año con un guitarrista, que le sigue haciendo clases a mi hermano chico, así que seguimos en contacto. Entonces como era guitarrista enseñándome bajo, me enseñaba lo que había más allá, el tema de poder expresarse con un instrumento. Y cuando llego del Mundial el año pasado, conozco a Christian Gálvez, que es mi actual profesor de bajo. Un jazzista extraordinario. De hecho, está girando actualmente con los mejores músicos a nivel mundial en el rubro. Ha sido bacán poder compartir con él.
Soy metalero a morir pero me gusta la música en general. Hay un tema bacán, que es el mensaje que hay detrás de la música. Da lo mismo si es que es metal, si es que es jazz, hip-hop, k-pop, lo que sea. Va en el poder entender la música como un lenguaje. De hecho, es cuático porque no son muchas las diferencias del contenido de la música más que el sonido de los instrumentos. Entonces hay muchas canciones de metal que podrían ser de jazz, y muchas de jazz que podrían ser metal perfectamente. Cuando uno entiende lo que hay más allá de lo que está escuchando, te cambia un poco la perspectiva de la música.
La banda que tuve con Nicolás Numair y Olivia García terminó medio mal... fue debut y despedida. Tuvimos un problema con los diarios. Salió una noticia que me daba el crédito a mí, y yo fui a tocar una de ocho canciones que tenía la Oli. Claro, y después la Oli salió hablando del diario, de que le habían quitado el crédito, estaba yo entremedio, fue una situación bien incómoda. Se metió mi ex también, de una manera súper rara. Estuvo todo muy raro, jajajá. Fue un evento súper penca, porque estái metido en una polémica en la que tú estái de acuerdo pero es una forma que tú salís como el malo. Fue duro, un golpe anímico súper fuerte. De hecho, siento que me formó como persona el haber pasado por eso.
Pa’ mí ha sido súper cuático el tema de manejar las frustraciones desde chico. Lo de la polémica por la banda fue una situación que me puso muy a prueba, la sufrí harto. Entonces siento que fue súper importante el haber salido adelante después de eso, y no haber mandado a la mierda todo.
He tocado un par de veces en vivo, pero más que nada como invitado. Ahora me ofrecieron una fecha para ir a tocar al Jazz Corner. Estoy feliz con eso... ¡se vienen cositas!, jajajá.
Uno de mis sueños musicales es por el lado de la organización de festivales y por la producción. Claramente quiero también estar en escenarios, tocando y compartiendo con los músicos, pero creo que hay una necesidad muy grande de generar un sistema que apoye al músico surgente.
Mi mayor satisfacción deportiva, de todas maneras, han sido estas últimas dos semanas. Por lejos. Creo que también lo tomo como el cierre de un ciclo de mi formación como deportista. Al final, todavía no termino mi categoría sub 23, termina a fin de año. Esto cierra todo lo que es mi formación como deportista joven, para llegar al mundo adulto al 100% al final. Estoy feliz de haber podido terminarlo con esto, que volvió a darme lo que necesitaba como deportista.
Lo que te forma como deportista no son las medallas de oro sino los fracasos que tuviste que superar. Por eso es loco, porque es lo más difícil de mi carrera, pero es de lo que más estoy agradecido: quedarme fuera de los Juegos Olímpicos de la juventud por secretaría. Yo estaba cuarto de cuatro cupos y me sacaron para que un deportista pueda representar a su país, que no tenía representante en el atletismo. Entonces fue muy duro, porque después de mucho trabajo me merecía estar ahí y me sacaron por esto del representante... en vez de sumarlo a la competencia. El tema es que fui igual al campeonato a verlo como espectador, porque pololeaba con alguien que clasificó, y cuando llego allá, no estaba el compadre que me sacó. Me sacaron gratis. Fue terrible, terrible, terrible. Lógicamente mucha pena. Pero todas las frustraciones del deporte hay una manera de traducirlas, que es cambiar tus cosas en la rutina, ponerle más ganas, seguir con lo mismo que estái haciendo, confiando en el trabajo. En ningún caso se me ocurrió parar de hacerlo, colgar las zapatillas. No me eché a morir con la situación. Sabía que me iba a hacer bien. Es de lo que más estoy agradecido.
Tengo varios sueños pendientes, pero principalmente quiero poder dedicarme 100% a esto por muchos años. Creo que para eso solamente me falta tiempo, porque estamos previniendo mucho el combatir las lesiones, llegar de manera tranquila a las competencias, estar reduciendo todos los márgenes de error. Me falta solamente seguir el ritmo por muchos años. Apostar a la longevidad. Siempre he puesto más el foco en la longevidad como deportista que en un campeonato en específico. No te voy a decir que no quiero ganar una medalla en los Juegos Olímpicos, pero quiero estar muchos años metido en la élite del deporte y estoy poniendo todo lo que tengo para eso.
Los Juegos Olímpicos justamente son mi próximo desafío. Terminar de asegurar mi clasificación y poder llegar a sacar toda la energía que saqué para los Juegos Panamericanos, pero tenerlos allá en el escenario con todo el mundo.
Igual me parezco un poco a Ben Brereton, jajajá. No se me ocurrió a mí, me lo empezaron a decir antes de los Juegos, pero igual me dio risa cuando salió como el boom de que nos parecíamos, cuando gané. Es súper buena onda, compartimos un rato. Me dio risa porque le pidieron que diera un discurso en español y fueron cuatro palabras: Muchas gracias, ¡viva Chile! Ése fue el discurso, increíble, jajajajá.
En la selección nos recibieron súper bien y fue increíble poder compartir en un espacio como es Juan Pinto Durán. Pa’ nosotros es como el paraíso de las concentraciones, el tener todo ahí mismo. Estar a veinticinco metros desde tu dormitorio hasta donde entrenái. No, el sueño del pibe. De hecho, sirve mucho, porque lo que trato de hacer yo con mi equipo es generar un sistema profesional en un caso aislado, como es el mío, lanzador de discos. No estoy generando un sistema a nivel país, a eso es lo que voy. Entonces trato de buscar sistemas para imitarlos. Siempre es el gringo, pero en este caso me gustó lo que vi ahí.
Fue bacán lo de la Teletón, doné mi herramienta de trabajo, jajajá. Fue muy bonito. Claro, desde chico que nos emocionamos con la Teletón, entonces poder estar desde el otro lado, ahí en el escenario, bacán. Creo que es un gesto bacán poder donar el disco, porque siento que es mi manera de poder ayudar y de devolver el cariño que me ha dado la gente. Transformarlo en una buena causa, qué mejor.
Tengo que pagar otra apuesta todavía: prometí que me iba a tatuar. Igual está media polémica esa, porque prometí el tatuaje si es que hacía mi mejor marca. Pero me lo voy a tatuar igual, así como por las dudas, jajajá. Todavía no lo definimos bien, pero me voy a tatuar algo que encarne todo esto de volverse loco, el trabajar mucho para poder volverse loco. Me gusta ese concepto de indiscipline, de tener una disciplina más cotidiana, más aterrizada. Eso, el poder generar una cercanía a la gente en los valores que tiene el deporte. No ver la disciplina del deportista como algo que aparece en las películas nomás, sino que es algo que pueden tener día a día.
Si no hubiera sido atleta, ingeniero, hubiera sido músico, jajajá.
¿Un apodo mío? El Loco Nervi, creo que ya me pusieron así públicamente. El tiratoallas. El Topo Nervi... jajajá. Ésa fue una entrevista muy rara cuando chico... yo subí cuarenta kilos en cuatro meses cuando me dediqué solamente al lanzamiento de discos. En ese proceso me preguntaron cuánto comía entrenando, y dije que dos churrascos y dos completos. Eso ya es impactante, pero el periodista va y me dice ah, como los topos. Y yo digo que sí... no tenía idea por qué, pero sí. Él me decía que si los topos no comen en 24 horas, se mueren. Bueno, sí, ése soy. Lo sacaron de contexto y lo pusieron como si fuese frase mía: “Yo me identifico como un topo”. Ése fue el contexto. Claro que mis compañeros vieron esta hueá y me empezaron a agarrar pa’l hueveo, jajajajá.
Un sueño que tengo es conocer bien Chile, hueón. Tengo ganas de recorrer cada rincón. Conozco harto, pero quiero conocer todo. Falta harto.
Mi cábala es estar improvisando como dos horas antes, en el día, en la competencia.
Mi frase favorita es una que dije, agarró mucho vuelo y estoy muy orgulloso del impacto que generó. Salió bien espontánea en realidad: “A los deportistas no los sigan una vez cada cuatro años sino que los sigan todos los días”. Fue en el contexto de invitar a la gente a seguir a los deportistas a las redes sociales, porque era la única manera que teníamos para hacer cotidiana toda la energía que estábamos viviendo con los Juegos Panamericanos.
Me gusta mucho el Jazz Corner para ir a comer, pero también porque tiene el jazz agregado. Hay unas fajitas ahí bien buenas, las hamburguesas también. De todo.
Fui profe alguna vez, no sé por qué, si era bien desordenado, jajajá. Profesor de matemáticas con unos cabros chicos. Nos contrataron también una vez para sacar ventanales de un container. Nos dieron que iban a ser como tres horas de trabajo. Llegamos a las ocho de la mañana a trabajar y nos devolvimos a las diez a la noche a la casa, y no terminamos todo.
Tengo mucho tic nervioso, pero lo ocupo de una manera provechosa. Onda, voy en la carretera viendo cómo van pasando las tachuelas al lado del auto, y voy apretando la mano cada vez que pase una tachuela. Entonces si hay una canción me gusta ir mezclándolo con el ritmo. Es algo súper raro que tengo, como obsesivo.
¿Hobbie? Nooo, lanzamiento, música y universidad. Es todo lo que cabe en el día, jajajá.
La mejor canción pa’ un karaoke es “La nave del olvido”, que es de José José pero la del Macha. Otra del Macha es “No hay novedad”. Como te decía, yo escucho de toda la música.
Si hiciera un carrete con todos los músicos que escucho, no sé si se agarrarían a combos o a balazos, alguna hueá así. En mi Spotify ahora me aparecía “Cantaloupe Island” de Herbie Hancock, jazzero. En el auto me vine escuchando Cannibal Corpse y Death. También estaba escuchando King Crimson, Frank Zappa, Pantera. Chico Trujillo, Joe Vasconcellos, Bob Marley, jajajá.
Como metalero soy más de death metal, thrash. Pero me gustan los metal que son como más rebuscados. De hecho, en Chile hay mucho death metal muy bueno. Y también rock chileno. Hay una banda de la que soy muy cercano a los músicos, que es Dead Kings, que van a romperla de aquí a un tiempo. Los invito a que vayan a verlos, son extraordinarios. Hicieron ahora una colaboración con el vocalista de Ego Kill Talent, un brasilero que giraba teloneando a System of a Down, a Metallica. Se están posicionando bacán y tienen muy buen sonido.
Mucha gente pensó que era del Bulla cuando gané, por el gesto. Pero no, jajajá, siempre sentí más cercanía con Colo Colo. Igual yo no seguía mucho. Me gustaba mucho como deporte pero no seguía a ningún equipo en concreto. Estoy agradecido de todos los homenajes pero en Colo Colo me trataron bacán, y me emocioné mucho con toda la gente que llegó al estadio, con toda la onda.
Soy malo pa’ las películas y pa’ las series... Dragon Ball Z, jajajá. Fuera de talla, llevo como tres años diciendo que veo Dragon Ball Z y llevo doscientos capítulos. Soy malo malo pa’ las series.
No creo en el horóscopo, tiene cosas curiosas pero no creo. Lo que me ha interesado mucho y que he aprendido harto en el último tiempo es de la cultura hindú. La cultura de la Ayurveda, que es la medicina hindú, que eso ha sido bacán. Va de la mano con las respiraciones y la meditación, ha sido increíble.
Si pudiera tener un superpoder... ¡lanzar más lejos!, jajajá. Es buena la de retroceder en el tiempo, imagínate me muevo a la Antigua Grecia y en los primeros Juegos Olímpicos lanzo como lancé ahora, me convierto en un Dios jajajajá. No, pero yo creo que me gustaría poder hacer que el tiempo pase más rápido o más lento. Y tocar cinco instrumentos al mismo tiempo, jajajá.
Mi comida favorita son los tacos... porque cabe harta comida. Bueno, y los Mac & Cheese. Los cuarenta kilos que subí fueron comiendo Mac & Cheese.
Mis tragos favoritos son la cerveza y la piscola. A mí me gusta con dos hielos, si el vaso es de ocho dedos poner unos tres de pisco. Con Coca normal y cualquier pisco.
Si pudiera invitar a tres personas de toda la historia a un asado —con copete— serían Chuck Schuldiner, Allan Holdsworth y Tom Araya. Chuck Schuldiner, porque es el padre del death metal. Allan Holdsworth, que es un guitarrista extraordinario con un concepto súper loco de la música. Y Shaquille O’Neill, porque se ve muy simpático ese hueón, jajajajá. No, a Shaq cambiémoslo por Tom Araya, por llevar la bandera chilena en el metal y ser parte del Big Four. Un grande.
Lucas Nervi es el loco que tira las piedras lejos.
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