Las confesiones de Valentina Toro tras polémica con Nicolás Castillo: “Fue mi error poner un comentario así; mi mamá se asustó mucho”

La karateca chilena Valentina Toro en el Parque Estadio Nacional. Foto Photosport
La karateca chilena Valentina Toro en el Parque Estadio Nacional. Foto Photosport

La karateca nacional cuenta su verdad. No solo con la polémica en que se vio envuelta con el futbolista de Universidad Católica después del último Clásico Universitario, también cuenta cómo ha vivido otras polémicas y relata su largo camino al éxito en el deporte. Desde ver su cara en gigantografías en la antesala de Santiago 2023 hasta devolver la mano económicamente a su padre por un cáncer que lo aquejaba.

Cuando Valentina Toro (24) pasó a competir a nivel adulto, tardó más de un año en ganar un combate. Fueron momentos de duda en la carrera de la actual tercera del ranking mundial en la categoría -55. En su historia emergen figuras claves. Sus padres, que no han cuestionado sus decisiones, su novio, con quien vive desde la pandemia y, sobre todo, su entrenador, Ahmed Solyman, quien vino a “rayarle la cancha” a la karateca. La deportista nacional ha conseguido medallas de oro en los Juegos Panamericanos, en los Suramericanos, en los Bolivarianos y en el Panamericano especifico. También ha conquistado dos victorias en la Premier League.

Toro habla de todo. Relata los instantes más complejos de su carrera, que la han llevado a ser una de las atletas más destacadas de su disciplina a nivel planetario. También aborda las polémicas en que se ha visto, casi sin querer, involucrada. La más reciente con el futbolista Nicolás Castillo y, más atrás, con su compañero Rodrigo Rojas. En ambas, con las redes sociales como protagonistas. Porque la competidora nacional también tiene una faceta de “influencer” que, según explica, es positiva dentro de su vida.

La vida de la santiaguina tiene altos y bajos. Hoy está en la cima, pero hace un año, cuando Santiago 2023 todavía era una meta que se veía en el horizonte, tuvo que lidiar con un problema mayúsculo: el cáncer de su papá y todo lo que ello conlleva, incluido el apoyo económico para sus progenitores. También explica la presión que tuvo que enfrentar antes del megaevento capitalino. El hecho de ver su cara en el metro o en edificios gigantes, cuando todavía no sabía si podría conquistar alguna medalla. Aquí, Valentina Toro en primera persona.

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“Una escribe algo y toda la gente lo puede interpretar de manera distinta”

He crecido mucho desde los 18 años hasta ahora. Como persona y como karateca. Me volví más soberbia para pelear. Antes yo iba un poco de espectadora, por así decirlo. Miraba a otras deportistas muy hacia arriba, como si estuvieran en un nivel mucho más alto que yo. Pasaba una karateca que yo veía cuando era chica y por dentro decía, ‘oh, le quiero pedir una foto’. Era una mentalidad de niña todavía. Después, con una pandemia entre medio y otros campeonatos, empecé a generar más experiencia. Ahora soy yo. Yo estoy aquí. No tengo ídolos en mi categoría. Llegué a pisar fuerte. Ahora me pasa que en los mismos campeonatos internacionales gente me pide fotos y lo encuentro súper bonito. Son etapas que hay que vivir.

Me tocó duro en la pandemia. Mis papás se quedaron sin pega y se tuvieron que reinventar. Yo no tenía espacio para entrenar y empezó el invierno. Entrenar en el patio era súper difícil. Practicaba en la pieza, en un tatami de 2x1. El encierro a todos nos afectó. Después de unos meses yo me fui de la casa y me vine a vivir acá con mi pololo.

Valentina Toro celebra en los Juegos Panamericanos. Foto: Photosport
Valentina Toro celebra en los Juegos Panamericanos. Foto: Photosport

Es difícil tener una relación con alguien que compite en tu misma disciplina. Por ejemplo, en el 2022 yo tuve un muy buen año y Joaco al revés, le fue muy mal. Lesión tras lesión, no se recuperaba. Entonces yo llegaba a la casa muy feliz y él, llorando. Es algo súper complicado. Cuando nos va a los dos bien es súper rico. Es una sensación inexplicable. Cuando nos va mal a los dos andamos pateando la pelota. Pero cuando nos va diferente es súper difícil. Si a mí me va mal y a él le va bien, estás feliz por la otra persona, pero también estás triste por tu rendimiento. Es un sentimiento encontrado súper raro. Hemos tenido nuestros choques por eso, pero es normal y fue más al principio. Ahora ya sabemos cómo dimensionarlo y que hacer.

Quizás a algunas personas no les gusta mi faceta en las redes sociales, pero yo lo encuentro súper entretenido. Claro que hay veces en los campeonatos, cuando tengo que competir, donde no acepto fotos. Estoy concentrada en lo mío. Pero cuando estoy fuera me gusta que me pidan fotos. La gente es súper buena onda. De repente, en los tacos, cuando voy manejando, me saludan. Me encanta, lo encuentro entretenido. Siempre me gustó esto. Cuando era chica tenía mi propio canal de YouTube. Como que siempre fui influencer, incluso antes de que existiera esa palabra. Siempre me grababa en otros países, mostraba cosas que tenía, los maquillajes. Ahora sigo haciendo lo mismo, pero claro, un poquito más profesional, elaborado y más ordenado.

Trato de ser real en las redes. Cuando me va mal, intento hablarlo, conversarlo. O cuando me va bien, cuento todo el detrás de cámara que viví. Mucha gente cree que viajamos y vamos a pasear prácticamente y yo solo conozco el hotel. Me ha pasado muchas veces. Es normal comunicarle a la gente cómo es ser deportista. Hice un video contando cuánto me pagaban por una medalla y mucha gente me comentaba que no tenían idea, o qué buena, qué mucha plata, o qué poca plata. Otras dicen que que se lo van a mostrar a sus hijos para que conozcan cómo es ser deportista en Chile. Muchos papás no saben de esta realidad.

Muchos niños y niñas me siguen. Para ellos es una inspiración hacer eso. Hay muchos que aún no viajan a su primer evento internacional y se meten a mis videos en YouTube y ven cómo voy a una Premier League, o a un Panamericano, cómo me preparo antes... Creo que es importante y a mí me encanta hacer eso.

La gente que me conoce sabe que nunca le pego a nadie. Lo primero que nos enseñan es que todo lo que tú haces en el deporte se queda ahí. La actitud de Nicolás Castillo en el Clásico Universitario no me gustó para nada. Yo soy activa en redes sociales y de repente uno escribe algo y toda la gente lo puede interpretar de manera distinta. Las personas que me siguen, que me conocen, saben la forma en la que yo lo dije. Fue mi error poner un comentario así, pensando que toda la gente lo podía interpretar de manera diferente. Después igual me dio risa. Había una foto en la que yo salía peleando y me pusieron la cara de Castillo. Todos mis amigos me lo mandaban.

Obviamente, había gente que me tiraba mucho odio. No faltan. Ahí yo no pescaba, en verdad. De repente los titulares exageran. Como si de verdad le fuera a pegar a Nico Castillo. Se hicieron algunos reportajes. Yo prefiero no leer nada y no calentarme la cabeza. Pero mi mamá se asustó mucho. Pensaba, ‘parece que le va a pegar a este niño...’. Ella no entendía nada. Llegó a pensar que me iban a demandar, porque leyó un artículo donde entrevistaban a un abogado.

Igual entiendo el trasfondo. Quizás hay mucha gente que tiene curiosidad de qué pasaría si un karateca se pone a pelear. Algunos dicen que somos un arma blanca. Yo tampoco entiendo mucho la verdad. En verdad tampoco me pondría a pelear en la calle, creo que ante una pistola o un cuchillo es muy riesgoso hoy en día, por como están las cosas. Obviamente, en una situación de vida y muerte, cualquier persona buscaría defenderse. Ojalá nunca me pase.

La polémica con Castillo no me afectó en nada. Ni en mi carrera deportiva ni en mi estado de ánimo. Después tuve una semana llena de competencias, estuve en Uruguay, luego me fui a Marruecos y salió todo bien.

Cuando era más chica, mis primeros auspiciadores eran mis papás. Ellos se endeudaron un montón para que yo pudiera viajar, me pagaban los viajes a todos lados. Una vez ya no podían más con las deudas y tuvimos que recurrir a los bingos y las completadas. A veces tenía apoyo de la municipalidad. Me daban como 400 lucas al año. Yo no tenía beca, todo por parte de mis papás. Ahora que soy más grande, el COCh me paga todo. Tengo mi beca aprobada por la medalla de los Juegos Panamericanos, que dura cuatro años. He ido creciendo, tengo auspiciadores, pero soy de las pocas deportistas que tienen apoyo monetario. No es que haya una red gigante como los futbolistas, por ejemplo, que todos tienen sus sueldos asegurados por haber estado en la Selección.

Ser local en los Santiago 2023 me generó sensaciones encontradas. Al principio lo tomaba como una presión muy fuerte para mí. La previa fue heavy. Me acuerdo que me hablaban de los Juegos Panamericanos y yo me ponía a llorar, me tiritaban los ojos. Congelé la universidad este semestre. Tenía un cortisol pero altísimo. Tanta ansiedad que me tuvieron que recetar pastillas. Estaba muy mal. Más encima, me tocó un grupo bastante accesible. Todos los chicos con los que había peleado antes y les había ganado 8-0. Y partí mi primera pelea y perdí.

Toda la gente gritaba, nadie entendía nada. Yo quería que el público se silenciara. No podía escuchar a mi entrenador. Era yo peleando contra yo. Después ya tocó la segunda pelea y partí perdiendo. Si perdía de nuevo me quedaba sin medalla. Sin opción a nada. Ahí remonté. Me empecé a soltar y relajar. Pero todo lo que tenía era presión. La presión de estar en casa, la presión de que alguien me veía en el metro, en la calle, y me decía ‘¡Ay, aquí está el oro seguro de los Juegos!’.

Karate era uno de los últimos deportes en competir y me tocaba ver como todos los otros deportistas sacaban medallas. Tantos oros, tantas platas, tantos bronces. Todo el mundo decía ‘Vale, estamos esperando tu oro’. Era una presión muy grande. De hecho, un deportista de Venezuela, que es viejo en este deporte, ha sido campeón de los Juegos Panamericanos tres veces, me dijo, cuando saqué la medalla, ‘te felicito, cuando llegué a Chile, vi tu cara por todos lados. En la autopista, en un edificio. Pensé que esta chica debe tener una presión enorme’. Entonces me dijo que tuve una fuerza mental increíble. A muchos deportistas les ha pasado que en casa pierden, por por lo mismo.

Una niña muestra un cartel de apoyo a Valentina Toro. Foto: Photosport
Una niña muestra un cartel de apoyo a Valentina Toro. Foto: Photosport

Aun así, fue hermoso. Doy las gracias por tener esta edad, en este momento, vivir los Juegos Panamericanos en mi país y estar aquí hoy. Porque no sé cuándo vayamos a ver de nuevo los Juegos Panamericanos en Chile. Fue una experiencia demasiado linda y fue uno de los mejores momentos de mi carrera.

Ya llegué al top. Fui Grand Winner este año. Llegar al top es difícil, pero mantenerse es aún más difícil. Tenemos que trabajar duro. El otro año tenemos un Campeonato Mundial específico. También una de mis metas es poder ser la número uno del ranking. La número uno actual lleva siete años en el puesto y nadie la ha podido mover y yo quiero ser una de las que las mueva. Ahora estoy tercera.

Al último mundial no pude ir, porque fue cinco días antes de los Juegos Panamericanos, y era en Europa. Era un gran riesgo por temas de lesiones. Estoy en ese lugar, incluso, sin haber participado en un Mundial, que da bastantes puntos. Tengo que seguir como estoy y mejor todavía. Cuando uno empieza a ganar todos te empiezan a estudiar. Ya no es que fuiste la sorpresa y ganaste en un momento porque nadie te conocía. Este es un deporte súper estratégico. Yo el día anterior me pongo a ver todos los videos de los rivales, ojalá desde años atrás hasta ahora, para ver qué hace, sus movimientos, en qué momento salta, cuáles son sus técnicas, cuándo va ganando, cuándo va perdiendo.

Espero que Chile me dé el apoyo y el reconocimiento necesario si logró ser la número uno. Nadie ha logrado eso en la categoría adulta. Sería un logro enorme para el karate. No somos olímpicos. Pero, bueno, es lo que toca. Es el deporte que elegí. El Comité Olímpico se ha aportado un siete conmigo. Estoy muy orgullosa de mi nacionalidad. El cariño de la gente es enorme. Yo siento que, de verdad, Chile me ama. Estoy feliz con el reconocimiento que he tenido.

Cuando yo empecé en karate era un deporte mayoritariamente hecho por hombres. Fui la primera mujer en tener oro en los Juegos Panamericanos. Fui la primera mujer en la historia del karate en sacar un oro en Premier League. Hoy hay un montón de niñas que practican karate. Mi mamá pensaba que yo me iba a poner amachada, que me iba a poner grande, muy musculosa. Mi mamá pensaba muchas cosas. Ahora me dicen ‘tú peleas y eres tan femenina, te arreglas, te pones los brillitos para pelear y mis hijas hacen lo mismo’. La gente está encantada con este deporte. Eso es romper estereotipos.

Mi papá es fanático del karate. Siempre me quiso meter a cosas así. Mi mamá no. Yo llegaba a la casa con algún rasguñón o con un ojo morado, que para nosotros era normal y reaccionaba al tiro. Hasta cuando tenía 21 años. Un día mi mamá llamó a mi entrenador, Ahmed Solyman, subiéndoselo y bajándolo, porque yo había llegado con un rasguño a la casa. Ella siempre fue así. Cuando yo compito, mi mamá sale del gimnasio y después entra. En Santiago 2023 tuvo los ojos cerrados y un rosario en la mano cuando yo peleé. Ella siempre me dice ‘Vale, hágase su trencita, póngase los brillos’. Me apoya a su manera y siempre está ahí, pero odia que me peguen, que nos peguemos, odia todo eso.

Cuando empecé a competir a nivel adulto, mi entrenador me retaba, me decía que me comporte como una deportista senior. Tenía 19 años y me preguntaba ‘¿qué hago, qué hago?’ Me decía que aun peleaba como niña. Todos los chicos me lo decían. Me frustraba mucho. En mi primer año lo perdí todo. No lograba ganar ni una pelea porque todas las mujeres eran mucho más experimentadas que yo. A veces tenía 10 patadas, 10 combos y mis rivales tenían una mano buena y la lograban meter en el momento que correspondía y así me podían ganar 8-0.

Valentina Toro tardó más de un año en ganar cuando pasó a la categoría adulto. Foto: Photosport
Valentina Toro tardó más de un año en ganar cuando pasó a la categoría adulto. Foto: Photosport

Me costó un montón ganar mi primera medalla. Al final se me fue dando naturalmente. Mi cuerpo empezó a crecer, yo empecé a crecer. Irme de casa igual me hizo madurar un montón porque yo era hija única, regalona, me cocinaban, me lavaban la ropa, todas esas cosas. Ahora me toca hacer todo. Tenemos la ayuda de mis suegros, pero nos toca hacer todo a nosotros igual. Hay que pagar cuentas. Son cosas que al final te hacen crecer como persona y así directamente también creces como deportista.

Ahmed Solyman juega un rol fuerte en mi carrera. Vino a rayar la cancha de varios de nosotros. Siento que nos profesionalizó. Había detalles que antes para mí eran mucho más relajados. Ahora tenemos que asistir a todos nuestros controles médicos cada mes. Y a su vez tenemos que mejorar en ello. Puedes salir de la selección por no cumplir con todo. Si no estás mejorando en tus niveles nutricionales, en tus niveles médicos, si no respondes bien al pesaje, te pueden sacar y en verdad es totalmente razonables. Él nos juntó a todos los clubes de Chile de karate, como una sola selección. Y eso hizo que al final mejoráramos un montón.

Volví a estudiar este año. Además, el año pasado me licencié en Ciencias de la Ingeniería. Mis amigos están haciendo su tesis, algunas ya defendiendo. Yo me atrasé un poquito, por tanto viaje, tanto entrenamiento. Pero ahí voy lento, pero seguro. Amo mi carrera y fue muy difícil. Hubo muchas noches sin dormir, las hay de repente, todavía. Siempre pidiendo ayuda, pagando de repente profes particulares, hablando con los profes para que me ayuden. Ha sido una historia de harto esfuerzo, harto fracaso, pero creo que el karate me ha ayudado mucho en eso. De repente me iba mal en una prueba, eran dos pruebas y en la primera me sacaba un dos. Y yo decía, ‘ya, filo, onda, voy perdiendo el combate 6-0, nada más’.

En la universidad al principio no me conocían mucho. Siempre tenía que ir a hablar con la Facultad de Ingeniería y ellos tenían que mandar cartas. Habían unos profes muy especiales que me decían ‘hay que ser deportista o estudiante’. O me decían, ‘oh, yo tuve una niñita que competía y se echó el ramo conmigo, así que tenga cuidado’. Muchas cosas así. Pero ahora que soy más grande, todos los profes me conocen. Entonces ya ni siquiera tengo que mandar papeles. Le digo a los profes que semana no voy a estar, y listo. Cuando van a hacer el calendario al principio del año me dicen, ‘Vale, ¿qué semana no va a estar? para no poner prueba ese día y así usted pueda estar’. Se han portado bien.

Valentina Toro ha logrado dos primeros lugares en la Premier League. Foto: Photosport
Valentina Toro ha logrado dos primeros lugares en la Premier League. Foto: Photosport

La situación con Rodrigo Rojas, la verdad, fue fome. Creo que tanto Rodrigo como yo éramos súper merecedores del premio al mejor del año. Quizás pudimos haber sido galardonados los dos. Pero igual fue fome, lo del video más que nada. Mucha gente llegó a tirarme mierda a mí. Me llegó hate gratis. Personas comentaron en el video de Rodrigo que yo estaba ahí solo por bonita o por puro marketing. Cosas como ‘tranquilo, amigo, siempre el marketing gana’.

Los comentarios obviamente me dolieron. Yo no estoy aquí por bonita, lo que he ganado, me lo he ganado porque literal he peleado a combos, con sangre, con sudor y lágrimas. He peleado por las medallas que tengo y las cosas que merezco. Muchos periodistas me llamaron diciéndome que había ganado la votación por mayoría increíble. Que todos votaban por mí, no solamente por los logros deportivos, sino por como yo me desenvolvía. Quizás en algún momento me cuestioné si merezco el premio. Fue muy triste. Con Rodrigo hablé de la situación, pero él no estaba muy contento con las cosas que yo le dije. Tampoco quedó muy bien la relación.

La enfermedad de mi papá fue terrible. Yo soy hija única y el otro lado de la familia no está muy presente. Somos los tres. Mi papá fue diagnosticado con cáncer, pero también fue diagnosticado con una depresión severa muy fuerte. Estuvo grave en el hospital. Para mí era muy difícil, mi papá además tiene muchas enfermedades preexistentes, entonces nunca lo aceptaron en ninguna Isapre. Tenía solo Fonasa. Entramos en una lista de espera, que lo llamaban, que no lo llamaban. Lo llamaron en julio, después de cuatro meses del diagnóstico de cáncer. Yo lloraba de felicidad. Lo veía muy mal. Tenía cáncer renal. Estaba hinchado extremadamente, no se podía poner zapatillas, los calcetines le apretaban, la ropa no le entraba, retenía líquidos. Era muy fuerte verlo así cansado, mis papás son independientes, entonces no podían trabajar. Me tocó no solo ponerme con movilidad, sino que también con lucas.

Buscamos la forma de ganar la misma cantidad de plata con tres pegas que con 10. Yo a mi representante le dije que agarremos todo lo que se pueda. Si hay una pega por 10 mil, vamos. Necesitaba plata para que mis papás puedan comer. Ahí mi agente me dijo, ‘Vale, mira, en verdad, dime cuánto necesitas, yo te paso toda la plata y después cuando vayamos agarrando pegas, ahí las marcas me pagan a mí, yo me quedo con eso, pero yo te paso toda la plata antes’. Ellos se portaron súper bien conmigo. Recibí el apoyo de mucha gente.

Yo estaba súper feliz cuando mi papá ingresó a pabellón. Lo dejé en el hospital a las 8 de la mañana y me llaman a las 9 del hospital. Pensé lo peor. ‘Se murió', me dije. Estaba en el suelo. Al final me dieron una mala noticia, pero no tan terrible. Me dijeron que estaban todas las camas ocupadas, que no iban a poder operar a mi papá y que se tenía que ir con la casa, que lo tenía que ir a buscar. Lo tuve que ir a buscar y no sabía cuando lo iban a llamar de nuevo. Era mitad de año, quedaba poco para los juegos. Me tenía que ir a la concentración. Entonces estaba súper asfixiada, súper mal. Pero creo que al mes lo volvieron a llamar, y ahí lo operaron, le lograron sacar todos los tumores que tenía y salió todo súper bien.

Se recuperó un mes antes de los juegos. Cuando gané la medalla, estaba muy emocionada. Cuando lo abracé yo lloraba. Pensé en un momento que mis papás no me podían acompañar a los Juegos Panamericanos. Y afortunadamente estaban ahí, conmigo. Mi papito está bien, mi mamá también. Estoy muy agradecida de eso.

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