Se le acabó el crédito de Pablo Guede. La derrota ante Delfín, quizás la más vergonzosa en lahistoria de Colo Colo en Libertadores, dejó sin validez todo el discurso previo. Dejó obsoletas cada una de las justificaciones por la dosificación de jugadores y agravaron los malos resultados obtenidos por el Cacique esta temporada, que hasta ayer se justificaban como parte del plan para rendir afuera. La Copa era el objetivo, Delfín era el partido que había que ganar y falló. Erró estrepitosamente… y el discurso se hizo pedazos.
La forma fue lo más doloroso. Porque si el equipo ecuatoriano hubiese sorprendido por su dinámica o el talento individual de sus jugadores, por último habría algún tipo de consuelo. No fue el caso.
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Delfín fue tan discreto como se esperaba, mostró limitaciones técnicas y tácticas muy marcadas, perdió a cuatro titulares incluida la figura Ordóñez antes del partido, y así y todo se quedó con los tres puntos.
Colo Colo por su parte salió a jugar un partido de Copa Libertadores a velocidad de Torneo Nacional. Lento, predecible, sin especialista por la izquierda. Con una modificación innecesaria en el fondo porque Barroso se movió al costado dejando a Insaurralde como líbero, en ese afán inexplicable de Guede de cambiar todo, incluso lo que funciona. Salió todo mal.
Lo que se viene
El panorama ahora para Colo Colo es muy malo. Desde lo matemático, porque queda al borde de la eliminación, pero principalmente desde lo anímico. Cuando el entrenador falla así, cuando un partido sale tan mal, la confianza en el discurso cae. Guede no ha podido ganar en 5 partidos de Copa Libertadores al frente del Cacique y se fue reprobado por el estadio completo. ¿Seguirán creyendo en él los jugadores? ¿Es el indicado para llevar nuevamente a Colo Colo al lugar que merece en el concierto sudamericano? La sensación que queda después del papelón de ayer es una sola: No.