“No me quiero encontrar con ese hueón. Si lo pillo, le saco la reconchesumadre”, habría dicho el árbitro después, sobre el delantero, en la zona de camarines.
“Me dio pena, porque Zamorano no merecía un final así y yo tampoco la humillación”.
Esa línea, desde luego, lo resume todo. La pronuncia Carlos Chandía, coprotagonista de un momento inolvidable —y que le gustaría olvidar, claro está— de nuestro fútbol. Sucedió hace exactas dos décadas y un día, el domingo 6 de julio de 2003. En el Municipal de Calama, ante poco más de 10 mil espectadores, esa tarde el local Cobreloa y Colo Colo definían al campeón del Torneo de Apertura. Unos días antes, en el Monumental, la ida había acabado sin tantos, de modo que la llave estaba abierta y el “Cacique”, comandado por Iván Zamorano, se ilusionaba con dar el golpe. Zamorano precisamente era el otro actor principal.
Con 36 años a cuestas, “Bam-bam” había elegido a Colo Colo, el equipo de sus amores y el de su padre, para ponerle broche a una carrera que, para entonces, lo reconocía como exclusivo goleador histórico de La Roja, y que lucía entre sus highlights haber sido pichichi y campeón con Real Madrid, además de prolíficos pasos por el St. Gallen, Sevilla, Inter de Milán y el América de México. Su deseo era colgar los botines habiendo dado una vuelta olímpica en Chile con los albos.
Pero no pudo: los goles de Luis Fuentes a los 28 minutos, José Luis Díaz a los 66 y Patricio Galaz a los 72, sacaron de quicio a Colo Colo. Tanto así, que un minuto más tarde Miguel Riffo y Marco Villaseca fueron expulsados luego de reclamar desproporcionadamente al línea Rodrigo González. Le gritaban, entre insultos, que dos de los tantos de Cobreloa habían sido en fuera de juego. Entonces intervino Zamorano. El mítico delantero nacional, fuera de sí, de acuerdo a Chandía, empujó a Villaseca contra su asistente.
Al árbitro del compromiso no le quedó de otra, buscó en su bolsillo y sacó por tercera vez la tarjeta roja en menos de un minuto. “Bam-bam” se le fue con todo:
“Se salió de madre. Me trató de ‘huaso conchetumadre’. ‘Sin el parche de la FIFA no valís nada’, recuerdo que me dijo. Yo le dije que era huaso a mucha honra. Me tiró una patada al tendón de Aquiles, que casi se me había cortado. Me tiró a pisar. Esa lesión me había tenido complicado. Y dos combos cortitos. Uno por la espalda y uno al estómago”, reveló el actual alcalde de Coihueco en conversación con La Tercera.
El resto es historia: con tres futbolistas menos, con poco menos de veinte minutos por jugar, ni siquiera un milagro podía arrebatarle el título a Cobreloa. Es más, a los 87′ Patricio Galaz anotó el segundo de su cuenta personal y decoró una goleada histórica que en Calama jamás se olvidará.
Fue el último partido de Iván Zamorano como profesional. Le dieron once fechas. Una sanción menor, si se considera el tenor de las agresiones. “Se le terminó la carrera. Y que agradezca que no lo denuncié a la FIFA, porque ahí le habría salido más salado”, recordó a veinte años del incidente Chandía.
Y aportó, más tarde, otro detalle: “Se negoció con él para que se retirara. En ese tiempo, el presidente del tribunal era Ángel Botto. El castigo a Zamorano fue negociado. Botto se lo puede explicar”.
La respuesta de Chandía
Claro, no todo quedó allí. En la cancha, el árbitro mantuvo la compostura. Escuchó todo lo que Zamorano escupió, y se limitó a notificarlo en su informe posterior.
Pero en sus palabras, a la hora de llegar a camarines, cuando se le acercó Jaime Pizarro, entrenador de Colo Colo, pudo desahogarse:
“Fue siempre un caballero y fue a disculparse al camarín. Le acepté las excusas. También le hablé de Zamorano. ‘No me quiero encontrar con ese hueón. Si lo pillo, le saco la reconchesumadre’. Así, tal cual. Ahí va a ver lo huaso que soy. Carabineros nos tenía un pasillo. Los jugadores estaban arriba del bus”.
De todos modos, él mismo se encargó de aclarar que ya es cosa del pasado, que en un par de oportunidades se conversó y está todo solucionado:
“Me acuerdo de que nos encontramos para la despedida de Fernando Cornejo, en Calama. Ahí nos arreglamos. Se había disculpado. El tema pasó al olvido salvo cuando me lo recuerdan, como ahora (...); luego nos vinimos juntos en el avión a Santiago. Yo estaba en proceso de pretemporada en Curacaví. Aprovechamos de hablar. Nos tocaron los asientos 1A y 1B. Capaz que alguien haya sido el de la idea. Ahí hablamos. Se disculpó otra vez. Y ahí el tema quedó para mí”.
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