No tiene sentido pegarle en el piso a Juan Antonio Pizzi en este momento. Quedó en evidencia. Si fue incapaz de sacarle rendimiento a la mejor generación de la historia de Chile, menos podría aportar algo positivo a Arabia Saudita, uno de los peores planteles del Mundial.
Esta goleada no puede sorprender a nadie, realmente. Deja a Pizzi en el lugar de intrascendencia en el mundo del fútbol del que nunca debió salir.
Quienes aún defienden su legado, inmediatamente tiran sobre la mesa el título en la Copa Centenario y la final de la Confederaciones.
Grandes resultados. Históricos, sin duda. Por desgracia, dejaron poco. Creo que todos coincidimos en que el equipo fue decayendo desde que llegó a la Roja y fueron más el "vuelito" y las individualidades las bases de los pocos triunfos relevantes en la etapa de Pizzi.
¿Se saca algo con seguir lamentándose? Claro. Hay que aprender de los errores y atreverse a hacer autocrítica dura en el futuro cuando algo no cuaje, especialmente en el éxito.
Tal como las Copas nos enseñaron que podemos pararnos frente a cualquiera y ganar, esta eliminación y la figura de Pizzi tienen que quedar grabadas para siempre como una lección de que el trabajo duro y el sacrificio es la única manera de conseguir el éxito.