Nos habíamos acostumbrado a ganarlo todo. Tras levantar la Copa América el 2015 y la Centenario del 2016, se suponía que en la Centenario completaríamos la triple corona. ¿Y la clasificación al Mundial? Eso estaba firmado.
Pero algo nos pasó. Y los pájaros de mal agüero partieron cuando caímos con Argentina en Buenos Aires por 1-0, esa moche en que nos cobraron un penal discutible y más encima garabateó a un guardalíneas, pero luego quedó sin sanción.
Aunque luego nos sacamos los balazos ante Venezuela con un 3-1 en el Monumental, las risas no durarían mucho. Porque cuando llegó la época de ir a Rusia por el aperitivo, se suponía, de la Copa Confederaciones al final terminamos saliendo para atrás.
En la previa la Roja venció a una Burkina Faso (que vino con suplentes). Luego empate 1-1 con los rusos en su país y caída 3-2 ante Rumania.
Pero cuando el torneo largó el entusiasmo fue mayúsculo. Y no era para menos, luego del triunfo ante Camerún (2-0), el empate con Alemania (1-1) y la paridad con Australia (1-1). La racha nos llevó a semifinales, donde en el mejor partido Chile se obtuvo un empate en blanco con Portugal, pero en los penales se eliminó a Cristiano Ronaldo con un 3-0 y tres tapadones de Claudio Bravo.
La final con Alemania sería la maldición, porque el error de Marcelo Díaz, que originó el único gol con que nos derrotó el campeón del mundo, abrió la ruta a la caída libre de jugadores que ya no daban más en lo físico.
Tanto así, que varios quedaron sin vacaciones. Lo pagamos caro por ir por todo. En agosto Chile recibió a Paraguay en un partido clave y la derrota 3-0 en Macul fue el principio del adios. Después Bolivia nos noqueraría con una victoria por la cuenta mínima, que también nació de un error de Marcelo Díaz, que hizo un penal.
Si bien vencimos a Ecuador 2-1, casi al último minuto, el tener que ir a buscar un empate a Brasil fue mucho. El Scratch nos bailó con un 3-0 que muchos vieron como el fin de la Generación Dorada, aunque eso sólo el tiempo lo dirá.
Carla Pardo encendió la hoguera que aún no se apaga
Tras la eliminación de la Roja en el camino al Mundial, el camarín explotó. Se fue Juan Antonio Pizzi, los jugadores se replanteaban si seguían, mientras que la esposa de Claudio Bravo, Carla Pardo, salió a defender a su hombre tirándole bencina al camarín.
"Yo sé que la mayoría se pelaron el culo, mientras otros se iban de fiestas e incluso no entrenaban de la borrachera que llevaban. A quien le quepa el sombrero que se lo ponga y que se deje de andar llorando. Porque ahora es un país entero el que llora", fue parte del mensaje que lanzó Carlita y que desató la furia con declaraciones e indirecta de los seleccionados por redes sociales, donde hasta se habló que apartaron a Bravo de los grupos de Whatsapp.