Para el DT sigue siendo uno de los momentos más terribles de su carrera. Lo hizo saber así en una reciente entrevista.
Desde luego, no era sencillo agarrar la banca de Universidad de Chile en ese momento, después del bicampeonato que cortó la racha de veinticinco años sin títulos, con un DT como Jorge Socías que dejaba la institución prácticamente devenido ídolo, pero el joven Miguel Ángel Russo, entonces más conocido como jugador que como técnico, contestó el llamado del doctor Orozco y se puso a disposición enseguida.
El resto lo deben recordar muy bien —aunque con un dejo de dolor— los hinchas azules: con el argentino al mando, el “Romántico Viajero” se aproximó tal vez como nunca antes al sueño de la Libertadores. Ya había llegado en 1970 a semifinales, es cierto, pero ese año, con Superman Vargas, el “Tigre” Traverso, Leo Rodríguez, el “Huevito” Valencia y Marcelo Salas acaso en su prime, la ilusión estaba a tope. Sin embargo, en la instancia de los cuatro mejores, frente a River Plate y por qué no decirlo, el árbitro Alfredo Rodas, la “U” se despidió del certamen con la sensación de que el final debió ser otro.
Es más, para Russo, ahora con 67 años a cuestas y vigente campeón del fútbol argentino con Rosario Central, también se trata de una herida difícil de cerrar.
El entrenador hace unas horas se sometió al cuestionario de TyC Sports “Líbero versus” y, al ser consultado por el momento más doloroso de su carrera, retrocedió la historia casi veintiocho años:
“U. de Chile y River Plate me dolió muchísimo, porque era mi primera Copa Libertadores, con muy poca experiencia a nivel internacional, y digámoslo… tenía un equipazo bárbaro”.
De hecho, para ilustrar su decepción, concluyó: “Sabíamos que el que pasaba esa fase, era campeón”.
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