El excompañero de Gary Medel en el Inter de Milán reconoció su adicción al alcohol y los problemas que eso le ha supuesto, sobre todo a nivel familiar.
Dueño de una pegada formidable, capaz de urdir el juego de un equipo desde atrás, Fredy Guarín probablemente haya sido uno de los volantes más aventajados de su generación. No por nada, apenas juvenil despertó el interés de Boca Juniors y, luego de asentarse en Francia, lo ganó todo con el Porto, lo que propició su llegada al Inter de Milán. Clave por cierto en la selección colombiana que alcanzó cuartos de final en Brasil 2014, sin embargo, acabó su carrera sin demasiadas luces hace poco más de dos años, en Millonarios, cuadro del que se considera hincha.
El asunto es que, desde entonces, ya lejos de las canchas, Guarín ha sido protagonista de una seguidilla de polémicas estrechamente vinculadas a su adicción al alcohol. Videos virales en redes sociales expusieron su peor cara y, tal como admitió en una entrevista a corazón abierto con la revista Semana, todo eso lo fue apartando de la gente que más quería.
“La verdad fue que me desvié”, lamentó el exfutbolista colombiano. “Mi decisión fue aferrarme al alcohol, muchos errores cometí, malas decisiones, lastimé a mucha gente, hice sentir mal a mis allegados, mi círculo social, familiares. El alcohol siempre fue el peor detonante para todo lo que vieron ustedes”.
Es más, cuando le consultaron si se consideraba un alcohólico, su respuesta fue categórica: “Cien por ciento. Yo soy un alcohólico y lo reconozco. Soy un adicto en recuperación. Recuerdo lo que no se hizo bien, qué se hizo mal. Aprender es una gran motivación”.
Con 37 años, al menos Guarín cree que ya pasó lo peor. Luego de abandonar prematuramente Millonarios, fue detenido por violencia intrafamiliar y lastimó a un policía en el proceso. Él lo explica así:
“Fui alcohólico social durante varios años; estando activo en el fútbol, vivía en un consumo. Ahí empezó mi proceder y a descargarme, por decirlo así, en tomar malas decisiones. Cuando salgo de Millonarios fue el punto más profundo que toqué, porque durante estos últimos tres años caí en el fondo de mi adicción. Ya no daba, había perdido mi dignidad, mi círculo social cercano, la confianza de seres queridos y de lo más importante y valioso que yo tengo, que son mis tres hijos. Perdí muchas cosas de valor sentimental, amoroso. Llegó un punto en que ya no podía más seguir de esa forma”.
Entonces, añadió, “me tocó rendirme y entregarme a mi ser superior, a unos profesionales con los que estoy trabajando y poder remediar muchas cosas que no estuvieron bien hechas”.
Guarín ahora trabaja en recuperar su propia confianza y la de su familia, en especial la resquebrajada relación con sus tres hijos. “Ya le toqué la puerta al diablo y no es lo mejor”, aceptó. Incluso, sostuvo haber estado “cerca de la muerte”, porque “no tuve respeto, no tuve límites, no tuve valor y me fui dejando llevar cada día más a ese hueco. Toqué las puertas del infierno”.
“Ya sé lo que es eso y no quiero volver nunca más en mi vida. No es muy chévere esa oscuridad y esa intranquilidad con la que vivía. No medía los riesgos alcoholizado. Fueron momentos muy dolorosos. La cárcel era lo que estaba viviendo”, completó.