El escritor chileno lanzó la reedición de la obra que surgió como una parodia literaria a la Prueba de Aptitud Verbal que rindió en 1993. En una charla de presentación, también habló sobre la inminente novela que escribe en México y la nueva Prueba de Transición Universitaria: "Encontré una crueldad ponerle así a la prueba", criticó.
—Quedé mucho más hecho pedazos después de terminar Facsímil —dijo el destacado escritor chileno, Alejandro Zambra, tras compararlo con otras obras que ha escrito.
Esas palabras se enmarcaron en la presentación de la reedición de este libro publicado en 2014. En la conversación transmitida el martes 15 de junio en las plataformas de Culto y editorial Anagrama, dialogó con la académica de la Universidad Católica y crítica literaria, Lorena Amaro.
Ahí el autor explicó por qué fue una obra tan difícil de armar:
—No quiero ponerle apellido ni adjetivos a los libros —detalló—, pero sí es un libro de un nihilismo feroz y que se hace unas preguntas... por un lado muy sarcástico y, de pronto, es un libro que se boicotea a sí mismo, boicotea la lectura un poquito también. Pero también es un libro corrosivo y duro.
Eso sí, antes de contar todo eso, se fue a los inicios, a las primeras luces, los esbozos primitivos de aquel texto, el cual nació de una "disconformidad" con otro proyecto, porque para él, antes de publicar, hay un camino muy largo: "esa búsqueda, muy peregrina a veces".
La angustia
Antes de lanzar Facsímil hace siete años, Zambra llevaba tiempo dándole vueltas a la Prueba de Aptitud que rindió en 1993, examen tras el cual entró a estudiar Literatura en la Universidad de Chile.
—Intentaba recordar ese tiempo y, a la vez, pluralizarlo —recordó en la charla—. Trataba de entenderlo desde un lugar ya muy distinto. Tenía esta sensación muy viva... Creo que lograba sentir de nuevo esa angustia de este horizonte absoluto para el que llevábamos años preparándonos.
Él hablaba en plural de esos tiempos, intentando abarcar un colectivo, una época común. Entró a estudiar en 7° básico al Instituto Nacional, donde ya en ese entonces le hacían exámenes con preguntas de alternativas.
"Vayan acostumbrándose, porque viene la Prueba de Aptitud", les decían sus profesores a ese niño de solo doce años.
—Éramos, por supuesto, entrenados en esta fórmula, y llegando 4° medio igual estábamos cagados de miedo —relató—. Tampoco es que este entrenamiento te tranquilizara.
A eso se le sumaba que era una prueba que solo se podía dar una vez en el año, por lo que la sola idea de cualquier enfermedad o imprevisto resultaba aterradora. Un escenario que prácticamente no ha cambiado en la actualidad.
"Creo que nosotros percibíamos que esa era realmente la única oportunidad, equivocadamente, pero tal vez acertadamente también", reflexionó.
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Zambra en los pasillos del Instituto Nacional años después de egresar.[/caption]
"La parodia se vuelve autoparodia"
Tras ello, casi dos décadas después, empezó a escribir un largo relato que pintaba para convertirse en novela. Sí, el autor avanzaba, ya llevaba como cincuenta páginas, "pero yo no conseguía querer ese texto". Ahora supone que estaba "demasiado seguro" de lo que narraba, sin descubrir nada, perdiendo su interés en aquel proceso.
Con ello apareció la frustración y, como buscando una suerte de alivio, empezó a replicar los ejercicios que hacía para la Prueba de Aptitud Verbal. Jugaba. "La imitación siempre es muy placentera, muy divertida", comentó.
Casi podía sentir las voces de sus profesores a través de esas estructuras de la prueba, como "Término excluido" y "Uso de ilativos".
"Pero, luego, claro, la parodia se vuelve autoparodia siempre", sintió tras repetidas sesiones de juego con ese pasado. Fue ahí cuando llegó a "una imagen un poco más real de lo que había sido ese año, de lo nerviosos que estábamos".
—Dices en el libro que una forma de solidaridad fue la copia —le comentó la académica Lorena Amaro.
—Estábamos muy organizados para eso —responde Zambra—. Por una parte estábamos muy unidos, y por otra, muy angustiados. Pero a la vez todos éramos niños que queríamos tener todas las respuestas buenas. Creo que eso es bien importante en la escritura del libro, porque eso solo apareció con la autoparodia que vino de hacer muchos ejercicios, no de hacer uno solo.
Y continuó: "Cuando empiezas como a meterte, a internalizar algo, solo en ese momento surge algo más, no sé cómo decirlo, pero más real, más complejo, más ambiguo incluso".
Para él, el camino más fácil sería reírse de cómo era él mismo en el pasado. "Pero el gran misterio de esa risa es que uno siempre olvida que es posible que en diez años más te rías de este momento presente", reflexionó.
A Zambra le interesa esa capacidad de olvido que tienen las personas:
—Y es muy importante olvidar también en algún sentido, para crecer... Pero en este caso la maquinaria del olvido te lleva a unas generalizaciones muy brutales, y muy poco interesantes.
"Jugar el juego"
Sobre lo que resultó de Facsímil, en giro que le dio Zambra a esa prueba, la académica destacó que la haya convertido en algo "más rico y propositivo".
—Igual en un momento se trataba de jugar el juego —dijo Zambra—. Algo que a mí me parecía alucinante de la posibilidad de escribir un libro así era justamente visitar un espacio no literario, porque todos esos antecedentes uno podía incluirlos en una lectura "culta" del libro.
El autor de Formas de volver a casa (2011) y Poeta chileno (2020) siente que Facsímil se emparenta con icónicas obras de la poesía chilena tales como la de Nicanor Parra, Gonzalo Millán, Elvira Hernández, Juan Luis Martínez y Rodrigo Lira. "Uno podría situar el libro en esa tradición", afirmó.
Aun así, lo que me le "alucinaba" era que Facsímil fuera leído "desde un lugar no literario". Era eso lo que le "parecía muy impresionante", que la gente, ya sea que hubiera ido bien o mal la prueba, intentara "cachar esta estructura incluso en el sentido de que se trata de entender un truco".
Le gustaba ser leído por personas a las que "quizá nunca les interesó la literatura".
Rememoró esas estructuras de la Prueba de Aptitud, que los estudiantes intentaban comprender "para conseguir un puntaje".
Con ello, tras la aparición del libro en 2014, "me tocó encontrarme con lectores a los que no les interesaba la literatura y que leían el libro de una forma muy distinta, pero muy profunda".
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Zambra lee Facsímil cuando fue editado por Hueders.[/caption]
Resistencia
Lorena Amaro le comentó al escritor que él tenía "una antena muy especial para captar su contemporaneidad, en el sentido de cómo se hace presente el pasado en el presente, y viceversa".
Ella siente que, tras el estallido social de octubre del 2019, el libro adquiere "toda una nueva dimensión".
A ello se suma su nueva edición con Anagrama, la cual presenta algunas modificaciones en relación a la primera versión. "Creo que el libro tiene que entrar a ser resistido y querido", dijo. "Eso es lo que me interesa".
Mientras lo revisaba para la reedición, se sorprendía al no recordarlo bien, "algo que costó tantas horas"; fue un manuscrito que se lo hizo leer a muchos amigos.
Luego, para aquella primera publicación, trabajó con los editores de Hueders, Álvaro Matus y Rafael López.
—Fue súper divertido, y a la vez difícil, porque yo soy muy maniático en ese momento, cuando sé que voy a soltar algo, me vuelve un poco loco.
Tras ello, en la charla, Amaro le mencionó que Facsímil es "muy crítico respecto de la autoridad y la normalización del lenguaje, que es algo muy vinculado al mismo estallido".
Ahí Zambra se remontó a los tiempos de la campaña "Marca tu voto" en 2013, la cual llamaba a poner una "AC" en la papeleta como una forma de manifestación para una "Asamblea Constituyente":
—Quienes estuvimos ahí alrededor tuvimos la sensación de que era algo súper valioso pero minoritario. La masificación de los temas cuesta mucho, porque se trata de que buena parte del país entienda de qué se está hablando. O sea, para llegar a eso tiene que pasar tiempo; pero, sobre todo, hay un grado de compromiso muy grande; y luego un estado de discusión, que es lo que viene ahora, que es, supongo yo, unas discusiones feroces, pero ya legitimadas como una instancia decisiva en la historia de Chile. Eso es muy hermoso. No voy a buscar un adjetivo que parezca más inteligente que ese.
Prueba en tránsito
Uno de los cambios que tiene esta nueva edición de Facsímil es que agrega tres preguntas inéditas. "Fueron unos ejercicios que hice después de publicar el libro", comentó él.
También, la reedición incluye una especie de explicación que no aparecía en la versión original:
"Aunque en 2003 la Prueba de Aptitud fue reemplazada por otra aparentemente distinta, la Prueba de Selección Universitaria (PSU), los especialistas la consideran incluso más sesgada, y se volvió un signo inequívoco de injusticia", se lee. "Esta nueva prueba, a su vez, acaba de ser reemplazada por otra, llamada quizá con involuntaria ironía, Prueba de Transición".
Sobre eso, Zambra comentó:
—Encontré una crueldad ponerle así a la prueba, o sea, qué falta de imaginación. De verdad pareciera que se están burlando de los niños que están ahora en la universidad, y que muchos de ellos ni siquiera conocen la universidad por culpa de la pandemia. Seguro que no tiene tanta importancia cómo se llame la prueba, pero por qué "transición".
De aquella primera prueba, la de Aptitud, él recordó el ítem del "Término excluido", en el que había que marcar el concepto que "no tenga relación ni con el enunciado ni con las demás palabras".
—Es una cuestión súper sofisticada si uno se pone a pensar en eso. Construir un campo semántico requiere muchas habilidades de todo tipo. Y, por otra parte, está la palabra sola ahí, entonces, ¿cuál era el mensaje para mucha gente?: "Chucha, tengo que aprenderme todo el diccionario". Era una crueldad. Aparecían un montón de palabras que no estaban en el discurso público, y además el discurso público era súper pobre.
Y continuó: "No se trataba solo de que esas palabras no fueran habituales en los medios de comunicación, sino que los medios de comunicación estaban intervenidos y teníamos el sonsonete marcial todo el día. ¿Dónde estaba el vínculo de ese lenguaje con algún fulgor, con alguna belleza?"
Luego, con la PSU, ese ítem lo cambiaron por el "Significado contextual", lo que de entrada a él le pareció una mejor idea. "En los textos, y eso es lo más interesante, la palabra a veces no significa exactamente lo que significa en el diccionario", explicó.
Pero claro, al mismo tiempo, en esa nueva prueba, que rigió entre 2003 y 2020, agregaron algunos contenidos como las figuras literarias; los estudiantes debían reconocer algunas tales como metonimia, sinécdoque e hipérbole.
—No estoy en contra de los conceptos, pero creo que es una forma indirecta de matar la lectura. O sea, si tú entiendes que leer un texto es reconocer sucesivamente una serie de figuras literarias, bueno, no está entendiendo nada. Puede que identifique las figuras literarias, pero ahí es donde empieza la lectura, no donde termina.
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La nueva edición de Facsímil publicada por Anagrama.[/caption]
Esos años previos
La conversación entró en el plano de las múltiples interpretaciones que puede generar un texto. "Bueno, eso es la literatura", resumió Lorena Amaro.
Para ella, Facsímil es "como si pusiera en evidencia los mecanismos que en realidad son parte de lo literario". Sobre eso y la capacidad del libro para romper estructuras, el autor dijo:
—Hay bastante de desaprendizaje que el libro comunica, y que tiene que ver con esta contraposición del que quiere tener todas las respuestas buenas, y el que quiere decir algo que no tiene idea cómo decirlo, y que finalmente empieza a escarbar en esas reglas para generar una posibilidad expresiva, para generar un sosiego relativo de la angustia.
Zambra lo ve como un libro "bien nihilista" y que también "quiere desinmovilizarse".
—Es un libro amargo, de pronto medio sarcástico, ocasionalmente más dulce —dijo—. Pero creo que nada está incontaminado, toda está revuelto.
Ahora, en el último tiempo, el escritor ha tenido esos pensamientos desde una mirada de padre, radicado en México años con su pequeño hijo Silvestre:
—Son ideas que trato de formular, pero que no he podido —reflexionó—. Pero que tienen que ver con la educación, no con la educación universitaria, con el estudiante y profesor que fui, sino más bien desde esos primeros años en que el colegio consigue que los niños crean que todo lo que saben no sirve para nada.
Él piensa en esos años previos a que los niños entren a la educación primaria, etapa en que hay otro tipo de aprendizajes.
—¿Qué quiero decir? —explicó—. Los chistes, los sueños, las canciones... Toda la experiencia del lenguaje que te lleva a la literatura en la mayoría de los casos; el colegio hace un movimiento en que desconoce todo ese conocimiento y sabiduría que los niños ya tienen, y que es más democrática. Por supuesto hay un sesgo social. El derecho a la literatura y a la imaginación se construye desde esos primeros años en que, por ejemplo, un niño resultó bueno para contar chistes, que debe ser la cosa más difícil del mundo, es un proceso larguísimo...
Los días mexicanos
Para cerrar la conversación, la académica de la Universidad Católica, le preguntó por los cinco años que lleva viviendo en Ciudad de México: "¿Te cuesta estar mucho lejos de la lengua, Alejandro?".
—Sí po', está difícil, sobre todo después del estallido, y luego esta experiencia de la pandemia que ha sido también tan hermoso... digo nuevamente, hermoso... cómo hemos finalmente rivalizado con el dispositivo autoritario en las elecciones, y cómo se ha sacado adelante un proceso de una forma muy heroica. También, para qué buscar otra palabra. No es lo mismo ir a votar en una situación como esta, entonces sí me ilusiona ver cómo se van retomando algunos diálogos, y continuando.
Luego vinieron unas últimas preguntas del público que se encontraba viendo la presentación vía streaming.
Ello derivó en que, a propósito de esta reedición, el escritor reflexionara:
—Cuando publicas siempre hay un momento de locura, porque es bien ridículo publicar en el fondo. Es una situación bien poco digna: es como "¡Léeme, léeme, mira tengo algo qué decir!". O sea, ya publicaste un libro, por qué tienes que publicar otro. También, aunque no sea esa la respuesta que siempre se da: porque no se sirve el anterior.
Luego, reveló a qué nuevo trabajo le dedica las horas en tierras mexicanas:
—He estado escribiendo harto, sobre todo de paternidad —comentó—, y también metiéndome en una novela que incluso debí haber escrito antes que Poeta chileno, porque cuando me lancé con Poeta Chileno había otra novela que podría haber sido también beneficiaria de ese tiempo.
Y adelantó: "He estado metiéndome de nuevo en una novela que quiero mucho y me ilusiona mucho terminarla, pronto".