El futuro según un Chancho en Piedra: “Estamos viviendo la muerte de una forma de vivir”

Felipe, Lalo, Toño y C-Funk; Chancho en Piedra en 2022.
Felipe, Lalo, Toño y C-Funk; Chancho en Piedra en 2022.

La icónica banda nacida en los 90′ prepara dos conciertos en el Teatro Cariola, shows en que recorrerán sus etapas pre y post 2000. El bajista Felipe Ilabaca, repasa esas dos décadas inauguradas con “un arco iris” y que desembocaron en días “muy vertiginosos”. Ahora, sobre el presente, dice a La Cuarta: “Todo el mundo está enojado, andan urgidos y preocupados”.

Tenían muchas ganas de tocar, sobre todo después del exitoso experimento del regreso de los shows con público presencial hace un año. Con casi una decena de discos en el cuerpo, Chancho en Piedra quería recorrer buena parte de su repertorio, que partió con su primer álbum, Peor es mascar lauchas, lanzado en 1995.

Ahí vino la idea.

Pusieron en evidencia que “hay dos etapas bien marcadas en el grupo”, cuenta el principal compositor y bajista del grupo, Felipe “Felo” Ilabaca (48) a La Cuarta. “Primero hay una época que es análoga, donde el audio y el sonido influían en la forma de componer, escribir, grabar, tocar y sonar”, dice sobre la década que completan los discos La dieta del lagarto (1997) y Ríndanse terrícolas (1998).

El cambio vino en los 2000 con la “digitalización de los procesos”, por lo que “sin haber hecho electrónica, el grupo empezó a guiñar un poco más hacia los sintetizadores, a dejar un poco más la orquestación clásica y transformarla en programaciones, que son cositas muy sutiles que nosotros conocemos, pero que, de alguna forma, influyeron en el tipo de canción”.

Así las cosas, decidieron cortar su extenso repertorio en dos shows consecutivos en el Teatro Cariola (San Diego 246, Santiago), el próximo viernes 19 y sábado 20 de agosto. “Empezamos a hacer un juego con las fechas porque habíamos escogido dos, que son el 19 y el 20″, con lo cual se dieron cuenta que hacían alusión a las respectivas décadas que abordarán en cada show.

“Aquí tenemos un concepto”, pensaron.

Felipe Ilabaca
El bajista en pleno concierto.

Un despertar

“Se me viene un arcoíris, el de la Concertación, que de alguna forma permeó el espíritu de toda una generación”, dice el bajista al recordar los años 90, con lo que de inmediato hace referencia al triunfo del NO en 1988. “Era imposible no sentir que estábamos en una primavera, que se habían abierto todas las canchas, o casi todas”.

Piensa, también, en el “mundo de la cultura” que empezó a estar “en primer plano”, porque, en cierta medida, se “retiraban los miedos”.

—Es difícil imaginarlo para la gente, pero antes se salía los viernes y sábados, nada más. Imposible que un jueves o un miércoles, como hoy en día es, estuviera todo abierto, un restorán o un pub —se lanza a rememorar—. Eso en los 90 estaba recién pasando. Tal vez habían llegado las primeras amarillas al transporte santiaguino. La sensación de estar comprometido, muchos conciertos empezaron a llegar. Muchos colegas triunfando, mostrando su arte. Recuerdo MTV y su influencia, con la llegada del TV cable. El canal de Rock & Pop. Fue una época de apertura, lo siento como una liberación. Sin todo ese contexto, Chancho en Piedra probablemente no hubiera existido.

Unos años antes que la banda —que actualmente completan “Lalo” Ibeas, “Toño” Corvalán y Cristián Moraga (C-Funk)—, aparecieron Los Tres, “que abrieron el cerco con una calidad musical, unas líricas y un sonido espectacular”, junto con La Ley, Jorge González como solista y Joe Vasconcellos. “Y paralelo a nosotros estaban Lucybell, Los Tetas, un montón de artistas”, relata, “una generación que quería expresarse”.

Por aquellos años aparecieron los discos Peor es mascar lauchas, La dieta del lagarto (1997) y Ríndanse terrícolas (1998), los cuales estaban compuestos por temas como “Sinfonía de cuna”, “Huevos revueltos”, “Volantín” y, por supuesto, “Locura espacial”.

Es más, este último tema, al inicio, declara:

Tal vez vendrán desde arriba

asteroides invasores, locura colectiva

yo prefiero pensar que todo va a estar bien

es una nueva era y hay que empezarla de pie.

Todo se volvió confuso

“Para mí es el futuro, la modernidad”, dice Felipe sobre el inicio de los 2000. “La Internet se expande por todos lados”, junto con lo cual “había una revolución, estaba empezando la caída de la industria musical como la conocíamos, la muerte del CD y el casete, el auge del pirateo, Napster, etc”.

Y claro, ello se emparejó con un “caos”, sobre todo tras la caída de las Torres Gemelas en septiembre del 2001, hito que fue procedido por “una sensación de terror, de que aquí cambió todo; se destapó la olla en muchos aspectos”. Para quienes vinieron los 90 en su esplendor resultó “una era bastante confusa”. La digitalización, “esa tecnología avanzaba tan rápido que había que adaptarse muy rápido”, describe. “La rueda seguía girando, pero tenías que seguir manteniéndote dentro”.

—Muy vertiginosos los 2000 —declara—, hasta que nos aprendimos a adaptar.

Por aquel entonces aparecieron álbumes señeros del grupo como Marca Chancho (2000) y El tinto elemento (2002), luego Desde el batiscafo (2005), los que incluían temitas como “Eligiendo una reina”, “Animales disfrazados” y “Almacén”.

—¿En que sé convirtió ese “vértigo” ahora?

—Es imposible no pensar en el estallido social y la pandemia. Todo eso, vacunarse, usar mascarillas, para los que nos gusta la ciencia ficción, es imposible no pensar que estamos viviendo la era de un colapso: la conspiranoia que hay en la cabeza de todo el mundo, las posverdades y la mirada que tiene cada uno del mundo en su cabeza, porque las redes sociales marcan tendencias y tú sigues una tendencia…

Se detiene y continúa su reflexión:

—Tengo la sensación de que estamos viviendo una época de total caos y recambio. Creo que eso no es malo, es per se (en sí mismo). Siento la instauración de una nueva realidad. Es imposible no pensar que estamos viviendo la muerte de una forma de vivir, para cambiar a otro lado. Y eso permea la conciencia de todas las personas. Todo el mundo está enojado, todos andan urgidos y preocupados. Es una época de alta tensión.

La raíz en Gran Avenida

A mediados de los 80, aunque no todos de las mismas edades, los Chancho se conocieron cuando estudiaban en el Liceo Salesiano Manuel Arriarán Barros, en La Cisterna. Primero, “Lalo” y Pablo Ilabaca —quien dejó la banda en 2018— se hicieron amigos. Luego se les sumó Felipe, hermano mayor de Pablo, y luego “Toño”, el baterista.

Desde esos años de colegio, el sueño era armar una banda.

Gran parte de la esencia del grupo de funk-rock está marcada por la comuna donde crecieron y, sobre todo, por Gran Avenida, una arteria vial que le suministró la sangre necesaria a sus integrantes.

De hecho, alguna vez contaron que frente a su colegio había una escuela de superdotados, materia de inspiración para su clásico “La granja de los superbebés”:

Sectores como San Miguel, San Bernardo, El Bosque y, claro, La Cisterna, tienen un “estilo de vida que gira en torno al comercio de esta arteria”, describe.

“Durante décadas la gente que vivió en ese sector no conocía de malls, de tener que ir al Centro para abastecerse, por lo tanto, eran como pueblos en que la vida se quedaba en esos mismos lugares”, bastaba con puntos como el barrio Franklin, Lo Valledor y el Terminal Pesquero, rememora el músico.

Chancho en Piedra
Chancho en Piedra posa ante la cámara.

Al menos “es mi teoría”, dice el bajista. “Todo estaba ahí mismo”, situación que, a su vez, “permitió el surgimiento de muchas tribus urbanas”, como “la movida metal, thrash metal junto a la hippie y folclórica, que ya venía en protesta por la dictadura”, además del “punk más extremo, la movida New wave, el hip hop en las poblaciones”, por lo que “todo eso se mezcla en el aspecto musical”.

De aquel escenario, Felo recuerda las disquerías donde compraba discos o casetes. “Había mucho músico, vimos desfilar músicos desde que éramos niños”, relata. “No era raro ver a un chico con una guitarra colgada en la espalda, un bajo, o baquetas”.

Así, declara, esa “forma de ser callejera, creo que influyó en nuestra música”. Los más jóvenes “se juntaban en las esquinas para hablar de música e intercambiar discos”, cuenta, pero también estaban los antros para videojuegos y flipper (pinball), “donde la imaginación vuela”. Además, tenían comics y muchos afiches callejeros, “hechos a mano o impresos de forma barata, pero con una propuesta visual”, describe. “Muchas tiendas de quioscos de revistas”.

—Esas cosas creo que nos marcaron, y no solo a nosotros, muchos artistas famosos de Chile vienen de Gran Avenida: Gepe, Los Prisioneros, un montón de bandas de punk, artistas visuales —dice—. Es la cuna de una cultura urbana, pero no como la que se entiende hoy, sino en un concepto más amplio.

Chancho en Piedra
Chancho en Piedra para el estreno de un nuevo clip.

—Si no hubieras crecido ahí, ¿crees que te habrías dedicado a la música?

—Yo creo que sí. En mi caso personal y el de Pablo, que somos hermanos, tiene que ver con la familia de la que venimos, de gente melómana y con una sensibilidad por las artes que nos marcó y guió, desde chiquitos, hacia esto. Creo que habríamos sido músicos, pero no del tipo que somos. Y no hubiéramos conocido a nuestros compañeros, a “Lalo” y “Toño”. A lo mejor habríamos hecho otros grupos, otros tipos de música.

El secreto “para sentirnos vivos”

Chancho en Piedra ya se alista a cumplir 30 años sobre los escenarios, y se conserva buena parte del núcleo humano original, salvo por Pablo, quien tenía un rol clave en la parte de composición.

—¿Qué es lo más difícil para que una banda se mantenga en el tiempo?

—Es natural que hayan diferencias; y también, muy sano. Es muy sano que haya roce, del roce surge la chispa, y de la chispa el fuego. Es muy importante tener diferentes opiniones.

Felo Ilabaca
"Felo" Ilabaca con el bajo en sus manos. FOTO: Carlos Cabezas

Aun así, siente que esa no es necesariamente la clave: “El secreto para mantenerse juntos es la constancia, inventar proyectos, no quedarse dormido en los laureles, no engrupirse con que ‘ya conquisté la cima’, porque eso nunca llegará”.

Junto con eso, “creo que los Chanco hemos sido muy irónicos respecto a nosotros mismos, siempre nos hemos reído”, lanza. “Creo que esa actitud, con los pies bien puestos en la tierra; es lo que ha hecho que el grupo se concentre en la música, que es lo único que importa”.

Solo así “se hace de esto un estilo de vida, porque vivimos de esto”, declaró. “Y lo cuidamos por eso”. Es eso lo que los mueve a crear nueva música, discos, giras, conceptos y espectáculos. Y remata: “generar contenido para nosotros, para sentirnos vivos”.

CEP

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