“Prohibido olvidarlo” es el trabajo escrito por Enrique Corvetto y que busca contar la historia tras el hombre de la “justicia divina”. Sacado a las calles por Editorial Trayecto estará muy pronto en las librerías del país.
El Otro Julio Martínez
El 1 de febrero de 1955, Julio Martínez tenía treinta y dos años. Ese día, el comunicador se convirtió en padre. Su retoño nació en el Hospital San Juan de Dios y sería su único hijo. Lo llamaría Julio. Ver hoy a su hijo, Julio Martínez Colina, es ver también a su padre.
Julio Martínez Colina fue estudiante del colegio San Pedro Nolasco, al igual que su padre. El tener un parecido a su progenitor le hizo cargar una pesada mochila producto de las comparaciones.
Martínez Colina tuvo una buena relación con su padre. Hablaban de todo, aunque, según reconoce, le tuvo que esconder un secreto que nunca quiso revelar.
Una especial vida
Julio Martínez Prádanos continuaba viviendo con su madre Julia, casado a distancia con Norma González, y visitaba a Irene Colina y a su hijo.
Cuando el periodista comenzó a surgir económicamente, “le permitió instalar un tipo de vida que para él le era cómodo”, recuerda Martínez Colina. “Nosotros vivíamos a cuatro cuadras de donde él residía con mi abuela. Mi mamá le propuso vivir bajo un solo techo y que mi abuela se viniera con nosotros. No quiso, lo que produjo un alejamiento. Mi papá comenzó a conocer a otras mujeres, por lo que esa situación de neutralidad o de no estar comprometido, le era cómoda. Toda esta situación era acompañada por ese cuento romántico de seguir viviendo con su mamá. No critico la forma de vida que quiso llevar… es lo que escogió”, delibera Martínez Colina. Luego, entra en escena Norma González, quien provenía de Talca. “Se casa con Norma, pero tampoco se va a vivir con ella y su hija, arrendando una tercera casa en Bilbao con Seminario”, dice Martínez Colina. Desde pequeño, el hijo del comunicador acompañó a memorables partidos a su padre. “En verano se jugaban los hexagonales donde venían muchos equipos famosos al Estadio Nacional. Un día mi papá me dice que lo acompañe a los camarines a entrevistar a los jugadores del equipo brasileño de Santos. Recuerdo que el camarín era una poza de agua donde pasaban los cables de las radios. Para sorpresa, el jugador que entrevistó mi papá fue Pelé, quien me saludó y regaló un prendedor en forma de pez”.
A fines de 1973, Irene Colina, junto a su hijo Julio, se mudan a Quilpué. En la comuna de la región de Valparaíso, Irene trabajó en la administración de un hotel. Por mucho tiempo, Julia Prádanos vivió en Quilpúe, junto a Irene Colina y a su nieto.
El trecho físico hizo que se provocara un distanciamiento natural entre Martínez Colina y su famoso padre. “Veníamos a Santiago con mi abuela a ver a mi papá que estaba viviendo solo, no con Norma, su esposa”.
Durante 1975, la salud de la madre de Julio Martínez, quien aún vivía con su nieto e Irene Colina en Quilpué, se comenzó a deteriorar. Aquello hizo que la longeva mujer se tuviera que trasladar a Santiago. Julia falleció un año más tarde.
Papá, me caso
Julio Martínez Colina bordeaba los 20 años, y había tomado una decisión importante.
Motivado por confidenciarle la noticia, fue hasta la radio donde trabajaba su progenitor y pidió hablar con él. Julio Martínez Prádanos estaba, como siempre, contra el tiempo. Su único hijo le confesó que se iba a casar con su novia, Patricia. “Eres muy joven para casarte”, le dijo Martínez a su hijo, y le cambió de tema. Julio Martínez Colina, a pesar de la indiferencia de su padre, se animó a dar el paso que tanto soslayó el hombre de las comunicaciones. Quizá, aconsejado por sus propios miedos, Julio Martínez Prádanos no fue a la boda de su hijo.
Pero la vida da muchas vueltas.
Bastó que nacieran sus nietos, Carolina, Gabriela y Julio José, para que el comunicador volcara su vida a ellos. La sensibilidad de Martínez hacia su familia había cambiado. Y con Patricia, su nuera, estableció una fecunda relación de respeto y cariño. La muerte de Julio Martínez significó para su único hijo un golpe doloroso. Pero hay un secreto que nunca le contó. “Yo tenía una inclinación política, pero jamás le quise contar a mi papá para no incomodarlo”, recuerda Martínez Colina. Esto, ya que el comunicador siempre trató de desmarcarse de la arena política y gozaba de cierta independencia para hacer sus comentarios. “Una vez que mi papá falleció, postulé al cargo de concejal por Ñuñoa. Si lo hubiera hecho antes, habría significado un dolor de cabeza para mi papá”.
Martínez Colina hoy ostenta su tercer periodo como concejal en la comuna que alberga al Estadio Nacional Julio Martínez Prádanos, Ñuñoa. El actual concejal reconoce que hace algún tiempo, una señora le dio a entender que se aprovechaba de la imagen de su padre. La respuesta fue sencilla: “señora, lamentablemente no me puedo cambiar la cara ni la voz”.
El 13 de noviembre de 2022, Julio Martínez Colina, junto a su hijo, viajaron a Rancagua. El motivo era presenciar la final de la Copa Chile entre Unión Española y Magallanes. El encuentro se disputó en el Estadio El Teniente. El trayecto fue en vehículo, y sirvió para que padre e hijo se pusieran al día respecto a temas familiares. Llegaron con mucha anticipación al partido, factor que los incentivó a ingresar a una fuente de soda colindante al estadio, donde hinchas de ambos equipos se encontraban compartiendo antes del partido. Bastó que Martínez Colina ingresara al lugar para que fuera reconocido y le solicitaran fotografiarse con él. La figura de su padre sigue viva en él.