Lee un adelanto de Nombres propios, el nuevo libro de Gabriel Zanetti

Nombres propios, el quinto libro de Gabriel Zanetti Reyes (Santiago, 1983)

Nombres propios es el nombre del quinto libro del también columnista de La Cuarta. Será puesto en las calles por Ediciones Tácitas.

Para Beny y nuestras hijas

Suena el calefont, el chispero no funciona, se agotaron las pilas. Estoy entre que me ducho y no. Entre que me quedo acostado y me levanto a terminar pegas de las que en parte vivimos. Entre que duermo la gripe y le escribo a la encargada del colegio de Lampa para decirle que voy a renunciar. Entre que escribo esto o me acuesto a dormir.

Avanzo tres páginas en una pega, escribo a la encargada del colegio, le digo que no sigo más porque se me presentó un mejor trabajo. Hemos almorzado caldo de carne, tortilla de papas y ensalada de repollo morado. Ahora la gripe, mezclada con depresión como ocurre cada vez que me enfermo, vuelve: el frío en los pies, la cabeza abombada, el mal genio. Me tomo una manzanilla con miel. Fumo un cigarro mirando los espacios de la casa.

Salimos de la consulta y se ha confirmado la noticia: con Beny tendremos otra cría. Antes de todo esto mucho trabajo. En general, desde hace tres semanas, muchísimo trabajo. Últimamente he tenido jaquecas, también dolor de pecho.

No sé tu nombre. No puedo imaginar tu cara.

¿Qué he hecho hoy? Me duché, dejé a Roma en el Jardín, estacioné la camioneta en Ejército, edité un libro de hipnosis, tomé café en el trabajo, fui a Entel con Beny para que nos dieran un teléfono nuevo, almorzamos pollo a lo pobre en un boliche de San Antonio.

Aunque no me gustaba, extraño trabajar en el colegio de Lampa. Ya no veo el amanecer, no manejo entre la neblina ni paso a buscar a mi hermana Constanza —mi ayudante—, que subía a la camioneta con cara de sueño y un termo de café recién hecho, con dos tacitas blancas. En realidad es eso: me acostumbré a nuestro padecimiento —suena exagerado, pero es un poco así— para sacar adelante ese primero y segundo medio que a veces se nos escapaba de las manos. Después pasábamos a comprar fruta y nos devolvíamos mirando peladeros.

Desayuno un plátano, un expreso doble y un pucho. Antes de que se me pase quiero anotar esto: «Goodbye Yellow Brick Road» de Elton John y la sonata para piano n° 3 de Beethoven interpretada por Claudio Arrau.

Mi trabajo consiste en subir cajas de libros a un tercer piso y despacharlos en sobres a gente importante de Santiago, regiones y el extranjero. Escritores, periodistas, socios clave de la editorial. Hago esto aproximadamente de 9 a 14. En la tarde suelo corregir maquetas de libros que se publicarán pronto, cuidar a Roma, cocinar o hacer aseo. Escribo en cualquier minutito que tenga por ahí.

Desde que supe que Beny está embarazada he puesto aún más énfasis en la alimentación. La semana pasada cociné ragú, porotos con pilco, pollo al horno, alcachofas, verduras salteadas con soja y huevo, espaguetis al pesto. Además, compré pescada, reineta y piure, lácteos y marraquetas por el asunto del ácido fólico en la gestación del embrión.

Recuerdo una vez que Beny fue a Málaga a dar una prueba de inglés. Aprovechó de bañarse en el Mediterráneo con el bikini rosado oscuro. «Estaba entrando al mar y de repente alguien me dio la mano. Oye qué eres fresco, le dije. Era medio gitano, moreno de ojos verdes. Quería bañarse conmigo. Yo le dije que estaba casada y él me dijo qué importa».

Soñó con un hombre que le gustaba. Iba en un barco y por algún motivo no podían acostarse. Le comenté a una amiga sobre los sueños eróticos de Beny. Me dijo que cuando ella estaba embarazada tenía sueños triple x con todo el mundo. ¿Y conmigo?, pregunté.

Temas Relacionados

COMPARTIR NOTA