En 1994, cuando el espacio infantil estaba en la cúspide y parecía no tener techo, Mónica Santa María, una de las conductoras del espacio, la más querida por el público, se quitó la vida. Un cuadro depresivo que enfrentaba desde hace años, propiciado por las decepciones amorosas, marcó su final. Nubeluz, por supuesto, no volvió a ser lo mismo. Sin ella, la fiesta había acabado.
Se dice que, incluso, en YouTube aún se puede encontrar una versión doblada al chino: es, tal vez, el ejemplo más contundente del éxito rotundo —y por cierto, inesperado— que consiguió Nubeluz desde su estreno, en las pantallas de la televisión peruana, los primeros días de septiembre de 1990.
Para entonces, sumida en una de las tantas crisis económicas que golpeó a la industria, Panamericana Televisión buscó dar un golpe de efecto y contactó al destacado dramaturgo peruano Alonso Alegría Amézquita para comandar a un grupo selecto de guionistas y expertos.
Su misión: levantar un programa dedicado al segmento infantil que fuera capaz de asumir el fracaso que supuso El show de July —adaptación local del Xou da Xuxa, que fue cancelado poco antes— y traer algo de aire fresco a una parrilla programática chata.
El resultado fue que, al poco andar, dos mujeres se convirtieron en las protagonistas de una verdadera “fiesta” dedicada a los más jóvenes.
Bajo el concepto de divertirse al interior de una nube mágica, que se trasladaba de un lugar a otro comandada por Glufo, llamativo corpóreo y amigo de las chicas, a quienes llamaba en su propio idioma “dalinas”, eran encuentros de poco más de cuatro horas colmados de juegos e invitados.
El impacto fue tal, que incluso se pensó en determinado momento en replicar este formato en Chile, aunque en definitiva se optó por continuar su producción en Perú.
Como sea, batió toda clase de récords de audiencia y llegó a transmitirse en más de una veintena de países alrededor del mundo. Más de alguno se acordará de la frase en glúfico, particular lenguaje creado para los niños, que comenzaba así: “¡Grántico, pálmani, zum!”.
Y de nuevo, buena parte de esa notoriedad fue responsabilidad de las dalinas.
Una de ellas, probablemente la que más llamó la atención de la testera del espacio, tanto por su carisma como por sus dotes para el baile y el canto, fue Mónica Santa María, quien se presentó al casting para animar Nubeluz con apenas 17 años.
“La vimos, hicimos la prueba, que consistía en que ella tenía que contar un cuento.
Mónica tenía la experiencia de haber hecho comerciales de televisión desde los 6 años. Cuando la vimos en pantalla dije: ‘esta es una de las dalinas. Ahora hay que buscar a la que sigue’”, recordó hace algunos años Rochi Hernández, una de las productoras del ciclo infantil.
La siguiente, escogida un mes después, fue Almendra Gomelsky, de 21 años, amiga de Santa María.
En resumen, a partir de su debut, cada sábado y domingo desde septiembre de 1990, poco más de 22 años, se estima que unos 5 mil espectadores se acercaban a presenciar el espacio en vivo al Coliseo Amauta —estadio ubicado en Lima para unas 20 mil personas— y que, en casa, lo veían otros 8 millones.
El contenido en sí, presentaba una serie de juegos, dibujos animados y videos educativos, como también recordadas campañas como “Papi, deja de fumar” o “Vamos a hacer deporte”.
El director artístico, Joaquín Vargas, sostuvo que para ello resultaba clave que “Mónica y Almendra no le hablaban a una cámara, le hablaban a un niño. Trataban de romper esa distancia que hay entre una animadora, la cámara, el televisor y el espectador para llegar a entrar al hogar de esas personas”.
Para 1993, con poco menos de tres años en pantalla, Nubeluz era tan importante que incluso contaba con oficinas propias en Miami, Estados Unidos, y merchandising de toda clase.
Se fueron sumando, por cierto, más conductoras: Lilianne Kubiliun reemplazó a Mónica Santa María mientras se tomaba un descanso, y luego apareció en pantalla Xiomara Xibile. Con el regreso de Santa María, las dalinas llegaron a ser cuatro.
Así las cosas, en medio de giras gigantescos y números que mareaban, todo parecía ir encaminado para que la franquicia siguiera rompiendo récords… Parafraseando a sus animadoras: la fiesta no tenía fin. O eso pensaban.
La dolorosa muerte de Mónica
Nubeluz empezó a dejar de ser Nubeluz cuando estaba en la cúspide. El 14 de marzo de 1994, en particular. Ese día, la dalina pequeña, la primera en llegar al espacio y de seguro la más querida, Mónica Santa María, fue hallada sin vida en su departamento del exclusivo distrito de La Molina, Lima.
Aunque en un principio se pensó que se había tratado de una muerte accidental, la investigación arrojó, al poco tiempo, que se suicidó.
Con el paso de los días se fueron conociendo más detalles del porqué la joven, de entonces 21 años, había tomado esa decisión. Se supo de una fuerte discusión con quien había sido su pareja, Constantino Heredia, su ruptura, un compromiso de boda que no llegó a concretarse. Y, por desgracia, su descontrolada ingesta de pastillas y tranquilizantes.
No era la primera vez que Mónica intentaba quitarse la vida. También se supo que años antes, tras terminar su relación con Diego Ferrand Palacios, se tomó un frasco de pastillas, pero en aquella oportunidad fue hallada a tiempo y trasladada a un recinto asistencial.
Finales que fueron quitándole las ganas de continuar, como también le sucedió en sus siguientes relaciones con Diego Bertie y Arturo Bayly. Con este último, según constata Infobae, incluso se vio involucrada en el chantaje sexual del “Clan Calígula”, criminales que grababan a famosos durante su intimidad para luego extorsionarlos…
Las palabras de Luis Carrizales Stoll, otro de los productores de Nubeluz, disipan cualquier duda: “No me sorprendió que lo haya intentado varias veces. Personas así nacen con una pistola bajo el brazo”.
Según algunos testimonios, la madrugada del 14 de marzo de 1994, entre las 01.00 y las 01.30 de la mañana, se habría escuchado un disparo en el edificio donde vivía la dalina, pero nadie le tomó importancia. A las 03.00 horas, otro… el de su muerte.
Mónica Santa María fue encontrada sobre su cama, cubierta de sangre, con 60 pastillas de Rohypnol, fármaco ideado para conciliar el sueño.
Así reconstruyó el diario El Comercio su deceso:
“Cuando el éxito y, al parecer, el amor le sonreían, la noticia de su muerte producto de un balazo que ella misma se habría disparado —de acuerdo con las conclusiones de la policía— en su departamento en La Molina, no solo dejó devastados a sus familiares y amigos, sino que también desbarató la nube ideal adonde se transportaban los niños del Perú y Latinoamérica a principios de los 90″.
“A pesar de la versión oficial, muchos fanáticos de la eterna dalina prefieren creer que no se trató de un suicidio, sino de un asesinato. Para ellos, no es posible que aquella muchacha —que en una de sus últimas entrevistas confesó que para sentirse plenamente realizada le faltaba casarse y soñaba con tener bebés— pudiera irse y dejarlos sin la luz que irradiaba su contagiante sonrisa y sus expresivos ojos azules”, completaron.
Nubeluz, en tanto, continuó con algunas grabaciones. Se le hicieron homenajes a Mónica. Pero ya no era lo mismo. Lily no pudo continuar. En 1995, Almendra y luego Xiomy tomaron la misma decisión. La fiesta había terminado.