“Puedo estacionar mi pensamiento donde sea”: así es Miércale de Claudio Bertoni

El libro reúne los cuadernos del poeta, escritos durante los primeros años de la pandemia, en los que se mezclan versos, textos aforísticos, anotaciones cotidianas, extractos de lecturas y voces oídas al pasar o en la tele.

Al parecer la única trama posible es sobrevivir o no sobrevivir. Eso pienso después de leer este nuevo libro de Claudio Bertoni. Tal vez el famoso “porque escribí, porque escribí estoy vivo” de Lihn podría ser un epígrafe fantasmal de este volumen. “Prefiero/ el ruido/ al silencio/ el / ruido/ está vivo”, anota el autor, ese ruido es la escritura, el silencio la muerte. Escribir es estar vivo, todo tiene un sentido vital, el solo hecho que ocurran cosas es sinónimo de vida, desde comprar un sartén -donde quien se lo vende le dice “que le queden ricos los huevos” a un partido de tenis “que nunca es solo un partido de tenis”.

No es solo el terror a la muerte por pandemia, sino la conciencia definitiva de que el fin existe y se acerca. Con ello no más notas sobre cosas oídas al pasar, textos sobre comidas, libros, no más transcripciones de la Sontag, Cioran, poemas a la Silvia Plath, Ignacio Agüero o Raúl Ruiz. Fin a poemas como estos: “Hola/ que tal// lo/ saludo// nos/ damos/ la/ mano// no/ sé quién/ es.”

Se menciona una y otra vez el lápiz Bic. El lápiz Bic es un organismo vivo: “Le pongo la tapa azul del lápiz Bic azul al lápiz Bic rojo.// Y le pongo la tapa roja del lápiz Bic rojo al lápiz Bic azul” o “Tapa/ roja de/ lápiz Bic/ busca lápiz/ Bic rojo sin/ tapa”. Dicen que Enrique Lihn, en la época de Diario de muerte, por el cansancio que sentía, se amarró un lápiz a la mano derecha. A Bertoni le salió un Bic como sexto dedo en una mano.

Esta vez el deseo es superado por la salud, el eros queda en segundo plano o no se representa de la manera que acostumbramos a leer. Dice preferir la salud a la alegría. “Yo/ quiero/ pollito con / arroz// yo/ quiero/ pollito con/ arroz no más”. Los tópicos bertonianos se desplazan, el eje se mueve algunos grados hacia una especie de centro, con esto la dimensión de su trabajo es a un mismo tiempo nueva y la misma de siempre.

Es potente el proceso de la obra de Bertoni, al menos en mi lectura: desde El cansador intrabajable que está compuesto por poemas, la prosa de Una carta, los diarios A quién matamos ahora y Rápido antes de llorar, la antología revisada por el autor the price of love donde los poemas se congelan como aquellos cuerpos que no quieren morir -no menciono todos los libros, los escogidos son ejemplares- a Miércale donde, en el plano textual (entendido esto a la manera de Constantino Bértolo en La cena de los notables donde sugiere que lo textual son las palabras, el modo en que se utilizan como medio de representación) el equilibrio y el temple son inusuales e impactantes. En medio de la desesperación y el miedo que se desprende del libro, la forma es un subrayado transparente de un estado de ánimo que asume la vejez.

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