En 2013, Jorge Borjes comenzó una afición por la serigrafía que derivaría en la creación de Citrola, donde, junto a Laura González, desarrollan lo que ellos califican como una veta creativa y no tanto un modelo de negocio. Buscan que sus artistas puedan plasmar sus diseños en las poleras y se atreven a decir que: “No hay otra tienda igual en Chile”.
La historia de la tienda Citrola tiene varias etapas. Pero Jorge Borjes (31) no imaginaba cuando comenzó a experimentar con serigrafía que aquello se transformaría en su vida por más de una década. Empezó diseñando junto a su pareja, Laura González (30). Estaban encargados de todo. Con el tiempo lograron establecer una sociedad legal. Ahora cuentan con un sitio web y más de 30 diseñadores que trabajan junto a ellos. Aun así, se definen como un proyecto artístico y no un modelo de negocios. “Lo diferente es que somos una plataforma donde reunimos a diferentes artistas chilenos, ilustradores, ellos son el motor de esta marca. No hay otra tienda igual en Chile”, señala el dueño.
Para llegar a lo que tienen ahora, pasaron por varios momentos de duda. Aunque Borjes tampoco tiene tanta claridad de en que instante sucedió todo. Enfatiza en que su memoria no acompaña. Sin embargo, tiene claro que el papel de González es clave en el crecimiento: “Ella cumple el rol de llevar la administración, tanto financieramente, en recursos humanos y planificación”.
El salto definitivo fue hace siete años. Vieron una alternativa y la aprovecharon. “Al principio hacíamos de todo. Teníamos que hacer los diseños, preparar los bastidores, imprimirlos, responder los correos. Hasta que llegó un punto, en el 2017, en que salió la posibilidad de arrendar un taller. Ahí nos dimos cuenta que tal vez podríamos contratar a alguien y dimos un paso gigante”, cuenta. “Desde el 2017, con Laura nos dedicamos 100 por ciento. Yo desde el principio no he trabajado en otra cosa que en Citrola. Laura estuvo en algunas cositas, por aquí y por allá, pero nada muy serio. Ya cuando contratamos gente, dijimos, ‘ya esto va a funcionar’ y nos dedicamos”.
Una veta artística
Borjes y González sienten que lo suyo es un arte. Les gusta verlo de esa forma. Que las poleras tengan un sello distintivo que los haga diferenciarse de cualquier negocio similar: “No estudié la carrera de Diseño, pero me interesaba mucho. Vi la posibilidad de desarrollar intenciones, muy simples al principio. Con Laura hemos ido aprendiendo sobre la marcha. No sabíamos mucho de emprender y nos hemos asesorado con amigos, gente cercana, para poder llevar este proyecto. Pero siempre hemos estado más ligados al lado creativo”.
Además, le dan libertad a sus colaboradores y ellos tienen una ganancia por cada vez que su diseño es comprado. “Les ofrecemos a los artistas tener su diseño. Poleras, tote bags, polerones, y ofrecerlos. Son productos de alta calidad y quedan con un porcentaje por siempre. Les pagamos mensualmente lo que se haya vendido”, explica. “El lado artístico se debe a que creo que es lo mejor que podemos hacer. Creo que casi todas nuestras decisiones van más por ahí, por la búsqueda de una identidad”, agrega.
El salto les permitió en 2017 contratar tres personas. En ese momento se dieron cuenta que esto era algo de lo que podían vivir. “Todo esto fue junto con el proceso de iniciar actividades, de crear la sociedad. Entre 2013 y 2017, producíamos lo justo. Teníamos un stock súper reducido, éramos nosotros dos trabajando en la pieza de la casa”, agrega. Claro que hay otro instante en su historia que les permitió llegar y lograr lo que definen como su elemento diferenciador: “En el 2016 comenzamos a trabajar con artistas. Había uno de Valparaíso llamado Jofré Conjota, que es bien reconocido en el rubro de la música, él hace posters. Un día, nos contactó para preguntarnos si él podía imprimir posters y venderlos a través de nuestra tienda”.
La llegada de Conjota, seudónimo de Rodolfo Jofre Saavedra, también marcó el devenir de su propuesta. Han pasado ocho años y ahora trabajan junto a decenas de ilustradores. “Le sugerimos hacer poleras con algunos de sus diseños. Era difícil, porque llevaban más colores y eso requiere más bastidores, mejor maquinaria. Pero era una posibilidad que no se iba a dar de nuevo, así que lo hicimos. Lanzamos muy pocos diseños, tres o cuatro poleras. Funcionó bien. Ahí lanzamos nuestra primera convocatoria, a través de Facebook, en la cual entraron tres artistas. Los que llegaron en ese momento todavía permanecen. Ahora hay 30”, relata.
El éxito de sus diseños
¿Cómo saber cuando les irá bien? Borjes no tiene la fórmula del éxito: “Hay diseños que permanecen, otros que no. Depende de cómo empiece el día y digamos, ‘esto sí, funciona. O esto no’. Hay ganas de ir renovando el catálogo. Cosas que un lanzamos, después ya no nos gustan tanto. Tenemos la libertad de decidir”. Es importante destacar que en Citrola trabajan bajo demanda de pedidos, no con stock preparado: “La gente lo compra y ahí recién se va a hacer”.
Sin embargo, han tenido ‘hitazos’ con algunas poleras. “The Office, por ejemplo, ha funcionado súper bien. También las de películas clásicas, como Donnie Darko. Lo de The Office lo lanzamos en el momento justo. Habían pasado varios años desde que la serie había terminado, pero nos mandamos muchos diseños, unos 20. Bien trabajados, pensamos harto qué escenas hacer y cómo llevarlas a una polera. No es tan fácil, pero a la gente le encantó. Es una apuesta, no es algo que nosotros digamos, ‘esto va a funcionar’ y listo”, dice.
“Yo pienso que hay poleras que son excelentes, las lanzamos y no las compra nadie. O al revés. La que más se ha vendido es de The Office, se llama ‘It’s Britney, bitch’, que es una escena de la serie. No esperábamos que le fuera así, pensamos que iba a ir bien nomás. Ahora es la más vendida. En este momento llegó a 1.200 ventas. Con The Office empezamos en 2020. Hubo un resurgir de la serie en internet”, cuenta sobre su diseño más exitoso.
No obstante, creen que el arte debe permanecer. O la libertad creativa a la que se refieren los dueños. Más allá de las cifras, uno de los puntos importantes que buscan mantener es que siempre existan alternativas al respecto de elementos a los que ellos mismos les otorgan importancia. “Si yo solo quisiera vender, estaríamos sacando todos los días poleras de The Office. Nuestra intención es tener ese catálogo para llegar a más gente, pero también ofrecer productos de cosas que realmente nos gustan. Hay una colección de jazz que es chiquitita, pero que nos encantó hacer y el resultado. Eso es para buscar nichos”, propone.
“Hay diseños que probablemente no nos van a dejar tanto. Tenemos la colección de City Pop, que es música japonesa de los años 90 y 80, que también le fue bien en su momento, pero también sabíamos que era algo que iba a funcionar por un ratito”, ejemplifica.
Espíritu porteño
Citrola está asentada en Valparaíso. Una característica que Borjes no quiere perder. Pese a que tiene claro que la mayoría de las ventas toman vías hacia la capital. “Siempre ha sido un tema. Hemos pensado en abrir allá también, pero es un tema personal. La verdad no tengo problemas con irme a otro lugar, pero no a Santiago. Es un ritmo que no nos agrada mucho, y por eso no lo pensamos mucho. Si abriéramos allá, significaría que nosotros tendríamos que irnos a vivir y eso no es algo que se nos vaya a dar muy bien. Hemos ido a algunas ferias en los últimos años. Como el 70 por ciento de los pedidos se van a Santiago”, desclasifica.
Pese al éxito que han alcanzado, sobre todo en las redes sociales y en la web, prefieren no tener grandes aspiraciones con el futuro de la tienda: “La proyección es ser feliz. Este año ha sido difícil. Entonces nuestra mayor búsqueda en este momento es mantenernos en este punto. No siento mucho más. Me gusta esta Citrola tranquila, queremos mantener el control del proyecto y crecer en silencio. Mantener buenas relaciones con los trabajadores, proveedores e ilustradores”.
En más de una ocasión, Jorge Borjes dijo que no tiene buena memoria. Sin embargo, intenta recordar porque le puso el nombre de Citrola a su tienda. Al respecto tiene tres teorías. De hecho, en un ejercicio de redes, intentó descubrir el misterio junto a sus seguidores. “Hicimos una historia respecto a esto. Tenemos tres posibilidades. Una es que un tío tenía una Citrola y que me gustaba. Es verdad que la tuvo, pero no sé si por eso le puse este nombre. La otra opción es que mi papá me dijo. Y la tercera es que tal vez lo vi en internet y me gustó. No me acuerdo, en verdad”, dice con cierto misterio.