"En Kabul ya ha oscurecido y con 17 grados bajo cero, la ciudad está cubierta de un manto de nieve. La belleza de un cielo colmado de cometas contrasta con las vivencias todavía subyacentes de un país donde el conflicto no ha terminado, donde tienes a los talibanes que controlan aproximadamente un tercio del territorio afgano, con índices de exportación de heroína que rebasan cualquier estadística histórica y con Al Qaeda atrincherada en puestos que son claves, porque, bueno, obviamente, cuando tienes guerrilla y droga también tienes un escenario perfecto para otro tipo de violencia extrema".
Amaro Gómes-Pablos habló con impacto. Refugiado en un hotel de alta seguridad en Afganistán, su voz denota lo cuático que ha sido el viaje a través de Oriente Medio, registrando, junto al camarógrafo Cristián Díaz y el productor Boris López, el crítico momento de las zonas en conflicto para el futuro programa de reportajes de TVN, "360°: Una ventana al mundo".
"El cruce fronterizo entre Pakistán y la jurisdicción afgana es verderamente tierra de nadie. Es un lugar bastante inquietante, bastante espeluznate. Una zona tribal en donde no existe el control y en donde es tan evidente que pasa el equivalente a tres mil 600 millones de dólares en drogas y tráfico de armas, que por momentos todo se torna dificil", detalló el Petazeta, en contacto con La Cuarta.
- ¿Qué imágenes te han impactado?
- Todo, porque habiendo vivido dos meses aquí durante la guerra ha sido como volver a ver a un amigo que se está rehabilitando luego de estar en la UTI. La pobreza todavía está muy latente, piensa que éste es un país con índices de desarrollo inferiores al del África negra, y sin embargo la gente es tremendamente cariñosa. La imagen que más me ha impactado es un partido de fútbol de discapacitados de guerra, con personas que incluso con sus dos piernas de goma han corrido tras un balón, creo que esa es la imágen que mejor grafica el espíritu de Afganistán.
- ¿Qué concepto de esperanza tienen por allato luego de 30 años de guerra?
- Su esperanza es no volver atrás, es no seguir en la inercia de la violencia y la sangre, porque la conocen muy intimamente. Al final lo que desean es que Occidente e incluso países como Chile no se olviden de una nación como ésta, que la gente privilegiada se preocupe y no se aburra de la situación en que viven.
- ¿Qué riesgos has corrido?
- Los tiroteos están en el frente de batalla que hay en las provincias del sur de Afganistán, más lejos de aquí, pero Kabul ha vivido un aumento extraordinario de esa otra violencia más invisible que es el terrorismo. Aquí se han replicado los métodos de Irak, los atentados suicidas, los secuestros. En ese sentido hemos tomado los resgurados porque estamos como en ese momento en que un perro no te muerde, pero fija su mirada y no sabes si te atacará. La violencia siempre está latente. Uno como periodista es capital político y económico, porque tienes más dinero que el común de los afganos...
- ¿Y qué te llevó a viajar a un lugar tan re peludo?
- Yo soy un contador de historias. No tengo ningún parecido ni pretendo ser un Rambo del periodismo, no me puede interesar menos. No es mi cuento, lo que sí me interesa es poder contar la historia de aquellas personas que viven circunstancias menos privilegiadas que nosotros. El periodista es un puente en Chile o en Afganistán, es una obligación contar lo que está pasando.
Jorge Ruz Arias