Dióscoro Rojas: ''A veces no me alcanza ni para pagar la luz''

Casi como parte de la mitología chilensis, Dióscoro Rojas se ha convertido en todo un personaje popular de nuestro país, a la altura del “compadre Moncho” o el “Sandro” del Passapoga.

Con 65 otoños a cuesta bajo el signo Tauro, el hijo pródigo de Lontué y amigo cercano de Nicanor y Roberto Parra, fue nombrado “guaripola guachaca” casi por casualidad, y de eso ha vivido los últimos 19 años, aunque sin echarle mucho al chanchito.

“Mucha gente jura de guata que tengo plata y hasta creen que soy el dueño de La Piojera, pero la verdad es que vivo con lo justo, que arriendo un departamento como cualquier familia, y que tengo los mismos problemas económicos de todos los chilenos”, detalla en la sincera el también poeta, chato de que la barra piense que se ha convertido en un palo grueso gracias al guachaquismo.

- ¿Qué ha cambiado en tu vida durante estos casi 20 años?

- Estamos igual que cuando empezamos, nomás. Tuvimos que hacer el camino y muchas locuras que la gente no sabe. Éramos dos curados y medio que antes de la Cumbre de las Américas planeamos en un restaurant armar una Cumbre Guachaca, sin tener idea de impuestos ni de nada. Nos prestaron 50 lucas de ese tiempo y con eso nos lanzamos…

- ¿Ha sido un camino difícil?

- Las primeras cinco o seis cumbres fue una guerra infinita contra el cuiquerío. Nos reíamos de sus cuestiones, por eso hasta el día de hoy citamos a las 20:59, como una protesta por lo cuadrado que éramos en Chile.

- ¿Pero sienten que han marcado al país?

- Yo creo que este país es mejor con los guachacas. Tiene más alegría. Si uno ve el país, hay por lo menos unas 200 fiestas guachacas. Somos parte de la chilenidad en tiempos de globalización.

- También han llamado la atención del mundo político…

- Todos los gobiernos han tenido mucha simpatía con nosotros, pero llegamos a la simpatía nomás, porque al final siempre quedamos en las buenas intenciones. Tenemos a gente de la UDI y del Partido Comunista que son muy amigos de nosotros.

- ¿Y es cierto que le han ofertado hasta cargos?

- Sí, una vez me ofrecieron ser concejal, pero les dije que para qué se iban a perder un diputado. Algunos se lo tomaron en serio y también me lo ofrecieron, así que les dije que para qué se iban a perder a un senador jajajá… en realidad jamás me metería en eso.

- ¿Oiga y toda esta fama le ha dado una vida económica estable?

- No, es que no creo que uno deba ser feliz con los bienes, después de estos 18 años yo estoy absolutamente feliz, aunque en realidad no tenga bienes.

- ¿No le ha quedado nada en todos estos años?

- No ha quedado mucho, pero me ha permitido vivir como gente normal y educar a mi hija, nada más. De hecho, sigo tratando de conseguir un subsidio para arreglar mi casita en Lontué, que es tan chica, de los tiempos de Frei…

- ¿O sea que a veces igual se ve en apuros?

- Claro, de repente hasta me cortan la luz. Mi vida es súper normal, ando en micro y metro, y a veces no me alcanza ni para pagar la luz o el teléfono.

- ¿No le duele trabajar tanto y no tener algo concreto?

- No, de hecho en el día del padre mi hija me regaló una carta donde me agradeció de que aprendimos a ser felices sin bienes.

- ¿Pero usted vive sólo de las cumbres?

- Sí, yo vivo de las cumbres y me he tenido que dedicar a eso.

- ¿Pucha y por qué les ha costado salir pa’ delante?

- Bueno es que por hacer las cosas con nuestra platita, a veces hemos tenido algunas dificultades.

- ¿Y con la Piojera no cortaba nada tampoco?

- No, es que yo no tengo nada que ver con La Piojera...

SIN TOMAR

Dióscoro cuenta que hace 30 años dejó de tomar, pero también que la cumbre la creó estando con la pipa. Al final confiesa que para cada evento sólo se toma un vasito de pipeño, “porque también tengo fama de curao”.

- ¿Cómo es su relación con los jóvenes?

-Buena, hace 19 años empezamos con lo de la cueca brava y ahí los jóvenes se fueron acercando.

-¿Los han hecho participar a través de sus bandas en los shows de las cumbres?

-A veces, es que nosotros creemos que las bandas nuevas al final llegan siempre a lo mismo. O sea, se parecen a la Sonora Palacios o a la Huambaly, porque la cumbia chilena tiene una historia demasiado poderosa. Creo que hay cabros que se entretienen harto, pero tienen que entender que hay una historia atrás.

-Igual es bueno combinar…

-¡Claro! Sólo hay grupos que no han estado porque somos una fiesta bailable y preferimos llevar a bandas como la Huambaly que se está renovando.

-Por otro litro, ¿cómo nació esto de los reyes guachacas?

-Siempre me acuerdo que invité al señor Flores, que entonces era el editor de La Cuarta, al Mapocho. Estaba Nicanor Parra y como yo soy de la parentela lo invitamos. Vio esta fonda que estaba llena y preguntó qué era todo eso. Entonces comenzó a inventar cómo hacer llegar esto a la gente.

-¿Cómo fue el proceso?

-Primero armaron la Reina Guachaca y al año siguiente el Gran Compipa. El diario consiguió que participara Felipe Camiroaga, que ganó, y al año siguiente invitaron a Borghi, con lo que empezó la cosa más en grande…

-Y después de tanto tiempo, ¿piensa en un retiro del mambo?

-Creo que hay que dejarle los guachacas a las nuevas generaciones, y aunque estoy más vivo que nunca, uno tiene que empezar a trabajar menos nomás.

-¿Se está despidiendo de a poco a lo Don Francis?

-Jajajá… nooo, a mi queda mucho más.

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