Será famosa, estará al lado de puros bacanes en el Jurado de Viña del Mar, pero no por eso Magaly León -elegida del pueblo pa’ dar su dictamen en la Quinta- se olvida de dónde viene.
La iñora no pierde el tiempo, y las tres noches que duró el Festival de Olmué se dedicó a lo suyo: vender terremotos en la galucha.
- ¿Y usted no vendía galletitas y bebidas?
- Sí, pero hay que cambiar el producto a veces, jajajá.
- ¿La reconoce la gente?
- Algunos como que me quedan mirando, pero no saben si soy. Otros me cachan y me gritan “¡Magalyyy!”
- ¿Con quién anda?
- Con mi hijo Mirko, y eso me tiene contenta, porque ni en la casa nos vemos tanto. Acá conversamos y aprovechamos de dormir juntitos. Aparte anda mi sobrino y un cuñado, entonces ando con tres guardaespaldas.
- ¡Trabajando en familia!
- Es que a mí me pasa que aparte de ver esto como un trabajo, es una fiesta. Cada vez entiendo más a mi papá cuando decía que este oficio es hermoso.
- Oiga, ¿tiene las pilchas listas pa’ Viña?
- ¡Sí, poh! Me estoy arreglando la dentadura y voy de vacaciones, así que ahí en la comunidad católica prepararemos algo. Eva Gómez también me ha ayudado, es cálida. Me ve y me abraza.
- ¿Está preparando el oído pa’ elegir a la canción ganadora de Viña?
- Sí, pues. Escuchar tanta música ayuda para eso, porque será una misión muy importante.
- ¿Está nerviosa, Magaly?
- ¿Quién no? No es fácil asumir un rol así, pero más que nada estoy ansiosa, aunque también muy feliz.