El tío lalo estiró la cuerda hasta el final...

A pesar que estiró la cuerda hasta el máximo luchando contra la muerte, a los  90 años nadie la talla. La tarde de ayer, cerca de las 14 horas, la guitarra de Eduardo Parra Sandoval, uno de los últimos miembros de la  mayor  dinastía folclórica nacional, calló para siempre .

El veterano artista chillanejo,   siempre vestido de impecable lino blanco y acompañado de su cuarta mujer, Elizabeth Castro Riquelme, con quien se casó el año  2002, hizo el ¡aro, aro, aro! final,  y se fue con su música a otra parte,  nueve días después de ser dado de alta en el Hospital Clínico de la Universidad Católica.

CON AMIGOS

Autor, compositor, cantante y guitarrista, dedicó su guachuchera y magistral existencia a las cuecas choras, la actividad circense,  el jazz a la fonolita y el pizarreño, y los  valses chilenos.

Al final de su viaje el Tío Lalo fue recibido el la Fonda del Gran Pulento por  su hermana Violeta, que insiste que "volver a los 17 es como vivir un siglo", por Hilda, Roberto, la "Negra" Ester y su cahuín de putas y maracos con el alma más grande que la de una princesa de farándula; mientras que aquí, en la tierra,  lo llora su hermano Nicanor, el antipoeta de Los Artefactos -sin olvidar a Lautaro y Óscar -, la pareja de más bajo perfil de la gran tribu Parra y toda la barra. Su partida fue confirmada por su hija Clara Parra: "Dentro de estos momentos tan difíciles, de dolor, asumimos tranquilidad, porque él volvió a su casa, desde donde quería partir, rodeado de su familia, en paz, en tranquilidad y con mucha armonía". ¡Huifa, ayayai!

GRAN LUCHA

En 2006 Lalo Parra  regresó de urgencia desde Copiapó por una neumonía y en 2007 se le  pronosticó sólo tres meses de vida, cuando presentó  una complicación hepática que a pesar de todos sus esfuerzos no se lo pudo llevar. Este año una infección urinaria lo llevó nuevamente de regreso al hospital y al aromo de los gladiolos.

El emblemático cantor parecía inmortal, y su voz nonagenaria siguió calificando como un referente para la música popular.

El Tío Nano comenzó a cantar desde chico en Chillán junto a sus hermanos Hilda, Violeta y Roberto en las cunetas, las ferias, los mercados y cuanto escenario vial le deparó su destino inspirado en su vocación artística y la urgencia de su tripamenta, acosada por el hambre.

A los 15 años aterrizó en Santiago, la Meca del clan,  donde encontró el éxito mezclado con sus raíces populares. A fines de los '60,  luego de deambular por Bolivia, Perú y otras provincias del Virreynato, el perraje se deleitó con éxitos tales como "18 cuecas para el 18", "Las Cuecas del Señor Corales", "Las Cuecas Choras del Hombre Nuevo", "Las Cuecas de Hogar Dulce Hogar", y Las Cuecas de la Negra Ester.

CON TODOS

En los años que siguieron se acercó al rock.  Convivió al margen del sacro matrimonio con Los Tres, se allegó a los pensionistas de la "Yein Fonda", y se enyuntó (1998)  con Roberto Parra y Álvaro Henríquez. Dio vida a los Churi Churi y gracias a los aportes del Fondart creó una filarmónica de creatividad criolla a punta de guitarra, charango, batería y huifas, con animales insustituibles del bestiario  artístico chilenero tales como Javiera Parra, Joe Vasconcellos, Roberto  Márquez, y Palmenia   Pizarro, entre otros brontosaurios de nuestro maravilloso Parque Jurásico en extinción.

Manuel Vega O.

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