La abogada Helhue Sukni no puede comerse ni una chorrillana tranquila, mucho menos sacudir su cuerpacho en una disco, sin que tenga que marcar tarjeta y, peor, sentir que la vigilan.
Desde que se matrimonió (octubre 2014), a la leguleya le llegaron a brotar ojos en la espalda de tanto andar pendiente de los sapos de Ringo, su marido, que le informan de todito lo que ella hace en Chile, mientras él vive en Gringolandia (se ven una semana al mes).
Helhue cuenta al diario pop que está segura de que su hombrón puso un detective privado detrás suyo, de puro desconfiado que es. “Un día me di cuenta de que me tenía a alguien... Él es muy, muy, muy, muy celoso. Cuando está conmigo no me deja sola ni un minuto. Cuando salimos del país no me deja hacer nada... Ni que me vaya a bañar (playa). A mí me gusta tomar sol, me rostizo, él se queda en la sombra y va a cada rato a verme, me cuida... ¡es una hueá impresionante!”, relató la choriza.
- ¿Cómo fue que cachaste que Ringo te sapeaba?
- Él me decía (desde USA) por qué haces esto, por qué vas para allá, por qué andas con esos pantalones blancos que se te ve el poto muy grande... Entonces yo hablé con unas abogadas que trabajan conmigo y cachamos a un hueón. A ese gallo le dije “qué estái mirando sapo conchesu...”, se dio la media vuelta y se fue. De ahí nunca más lo vi.
- A lo mejor el compadre te quería pedir un autógrafo nomá, pos Helhue.
- Nah, creo que efectivamente me tiene un investigador privado, porque es imposible que sepa todas las cosas que yo hago. Me tendría que tener una cámara en el cuerpo.
- ¿Le dijiste a tu amorcito que ya le cachaste la técnica?
- Ringo dice que no me ha puesto a nadie, que tiene muchos amigos acá en Santiago y esos le dicen todas mis hueás. Además me monitorea, ¡me llama diez veces al día!
- Chanfle, parece que piensa que andái puro mara...
- Es muy celoso, es inherente a él. Es terrible.
- Ni que fueras la Angelina Jolie.
- ¡Valor! ¡Jajajá! Y claro, a mí me sobran los tipos, pero no pesco a nadie. Yo estoy enamorada de Ringo.
- Qué penca que desconfíe tanto el iñor, ¿cómo vas a sosegarlo?
- Sí, es así, pero total rebota, porque no me pilla en nada, y no me va a pillar en nada tampoco. Así que filo.
- Te falta el puro cinturón de castidad.
- Claro, el candado. Pero yo no hago nada, ni salgo. El sábado me acuesto con mi escaldassono y ahí me quedo como las hueonas. Yo le hablo, le digo las cosas, pero no hay caso.