J Lo y Marc se rajaron con piquito

Como todas las grandes estrellas, Jennifer López y su pierno, Marc Anthony, sí que se hicieron esperar anoche, en el primer show del par que vinieron a hacer al Casino Monticello, ubicado en el cerca de San Francisco de Mostazal.

La gallada tuvo que aguantar una hora extra para ver iniciado el brillo a cargo del cofla salsero y otro tanto más para  verla a ella, a JLo, en acción.

Haciendo la previa a la aparicón de su iñora, el huesudo Marc prendió la noche con sus clásicos e hizo cantar y bailar como pirinola al gentío

Después de un repaso por su meneada discografía, vino -pasada la medianoche-  la entrada triunfal de la comadre. Silbidos y aplausos.

Envuelta en un vestido con asá el escote, largucho y blanco como la nieve, agarró firme el micrófono pa' cantar a dúo con Anthony el temón "No me ames", pero, ojo, no sin antes darse un calugazo, como si estuvieran en el living de su casurri.

En dupleta sólo entonaron dos canciones y chabela. Los presentes con carita de gusto a repoco, aullaron por más, pero ahí no más quedó la cosa.

La velada terminó con una chorrera de fuegos artificiales y la propia JLo moviendo las patulecas al ritmo de una sandunguera música de fondo. "¡Hello!", fue la única palabra que dedicó mi tía a su público.

CHECHI BOLOCCO LLEGÓ JUSTITO AL PRIMER TOQUE

Como era obvio el concierto se llenó de famosillos:  Mane Swett con su esposo Felipe Brawn, Iván Zamorano con la rucia María Alberó y por otro lar la Tía Sonia.

Pero lejos quien la rompió fue  Chechi Bolocco. Elegante como ella sola, llegó al evento con tal cálculo, que le achuntó justo al inicio del boche.

La diva se las cantó todas, quedó pichicaluga con el show y como la vemos en la foteli, apenas terminó llamó a sus amiguis para contarles lo marrano que lo había pasado moviendo su lindo cuerpo al son del salsero.

RICURA SE PASEÓ EN TANGA Y COMIÓ POLLITO

Luciendo un traje negro bien apretadito, jeans y un sombrero blanco, especialmente usado para tapar sus ojos, la deliciosa Jennifer Lopez  bajó ayer de su jet privado para colocar por primera vez sus patitas en Chilito lindo.

Y a su llegada la celebridad de cuatro década no se asomó sola, sino marcada al callo por su marido, el cantante Marc Anthony. La dupla se asomó de la mano cerquita de las 12.15 horas, en medio de una gran expectación periodística y presencia de un camión de Fuerzas Especiales de Carabineros, con 15 efectivos para velar por su seguridad.

Otro dato no menor es que no hubo ni un fan, salvo algunos trabajadores de  Aerocardal, para recibir a la diva latina y al cofla, que de una se subieron a la van que los llevó como cuete (ver foto secundaria)al Casino Monticello, donde los esperaba la suite presidencial de 450 metros cuadrados, gran terraza y piscina.

Una vez instalados, los intérpretes de "No me ames"  descansaron a pata suelta.  Jenni pidió un bikini para dorarse y probar el agüita y,  como la saben regodeona, le llevaron cuatro para que eligiera el que más se le ajustara a sus curvas. El personal masculino del lugar quedó echando fumarolas con su facha y queque asesino.

Si de comer se trata, a la hora de almuerzo se fueron por lo ultra sencillo: Pollito, papas, carnes y ensaladas.

EX ASEGURÓ QUE LA CHICUELA LE FUE INFIEL CON DOS MACHOTES

Ojani Noa, el ex marido de Jennifer Lopez, aseguró en una entrevista que su linda esposa le había puesto los cuernos.

De acuerdo a www.infobae.com el cubano declaró a la revista norteamericana Star que no había sido una vez, sino dos veces las que faltó a los votos de su casorio siéndole infiel.

Ahora, cuando le preguntaron los nombres de los tipejos, se quedó piolita y se reservó esa información.

Según la página web dedicada a la farándula, "Noa está más que furioso porque los abogados de la también empresaria impidieron que se difundan unos videos íntimos de la ex pareja, los cuales habían sido filmados a finales de la década del noventa".

Noa tiene demandada a su ex por 100 millones de dólares por supuestas amenazas cuando ella se enteró de su idea de hacer un "documental" sobre el tiempo que pasó con ella.

Por Alberto Brieba L.

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