Jueces de ''Masterchef'' hicieron pebre a aperrado reportero pop

Desde que tenía el mango delgadito (el del cuchillo), entendí que hay tres tipos de comidas que un hombre puede preparar: las típicas pa' engañar la tripa cuando se vive solo (siempre muy básicas y pobres), las del bajón después de una tomatera güena y las pocas veces en las que uno se pica a chef pa' engrupirse a alguna cabra. Y como acá la cosa se trataba de vender la pomá a un jurado bacán, intenté mezclar toda esa chispeza culinaria en un solo plato... Y así me fue.

Enfrentarse a capos como Chris Carpentier, Ennio Carota y Yann Yvin debe ser más pelúo que tratar de marcar a Alexis Sánchez. En el hábitat de la cocina, si no se cacha mucho, es pocazo lo que se puede hacer. Más aún cuando con el cuchillo en la mano se ve tan cercana la opción de rendirse, onda  la gran "Cóndor" Rojas, pero ese no era el camino.

Llegué a Canal 13, al estudio de "MasterChef", un poco cansado, porque había estado toda la noche afilando. Un cuchillo en perfecto estado es básico si lo que se quiere es triunfar como cocinero top, ¿cierto? Claro que de poco me servía tener la herramienta brillosita si no sabía darle uso, y al final lo terminé pagando.

Cuando pisé el pulento set tevito, a cada paso que daba sentía que no tenía nada que hacer ahí. Y más aún cuando me informaron que mi prueba era la "caja misteriosa". Lógico, porque si me daban la opción de lucirme con una de mis especialidades, los tallarines con huevo no me hubiesen fallado, pero tener que armar una delicia con un piño de ingredientes desconocidos, eso sí que me dio julepe.

Pa' mi desgracia, la cosa era en serio. Sí, porque haciéndome el vivaracho, abrí la caja antes del concurso, le saqué una foto al contenido y se la mandé a la Silvi, mi amiga que es la mejor chef de Chilito, pa' que me resolviera ese puzzle. Como andaba más quemado que el arroz de Nelson Mauri, justo me cachó Nakasone en mi trampa. ¿El resultado? Me cambió todos los ingredientes, justo cuando por wasap me habían mandado la receta listoca...

Carne cruda

Condenado, salté al abordaje nomás: me puse el delantal, respiré profundo, miré los 30 minutos que me dieron en el reloj, escuché las indicaciones de los jueces y abrí mi nueva caja. De todo lo que allí había, sólo reconocí el pimentón rojo, la cebolla, un trozo de carne cruda y una naranja.

En la media hora más larga del año, traté de dar lo mejor de mí. A punta de errores, fui cocinándome solito y a fuego lento: el único plato que se iban a servir los jueces era yo, porque a medida que avanzaba mi preparación, notaba que me iban a hacer pebre, y así nomás fue.

Apenas terminé de emplatar mi comida, caché que el trío de maestros me iba a filetear sin piedad, y sin duda que me lo merecía.

El primero en atreverse a probar la sarta de cosas que monté en el plato fue Carpentier, a quien le tendré gratitud eterna, ya que fue el único que se atrevió a meterse mi trozo en la boca, y le dio su tibia aprobación. Lamentablemente, con el resto no había caso.

Fue así como luego pasó el tano, quien con palabras caballerosas me indicó que mi experimento estaba caro pa' comida del zoológico.

El que me dio la última vuelta pa' dejarme como paloma rostizada fue el franchute. Sin siquiera tomar el servicio, entregó dos tips que me hundieron: "Tu plato es una mierrrda. Me hiciste perder media hora de mi vida". ¡Implacable!

Cabizbajo, cumplí con el ritual de abandonar mi delantal sobre la cocina y despedirme para siempre como un perdedor, con la clara convicción de que el sushi a domicilio es la mejor salida para alguien como yo, que jamás seré un MasterChef y que sólo podré aspirar a ser un Míster Schop.

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