Power Peralta refrescó las oberturas de la Quinta transmitiendo un mensaje de libertad. Un espectáculo moderno, ágil, con contenido y la presencia de dos bailarines que no por casualidad han estado trabajando en espectáculos en Las Vegas y otros escenarios relevantes para la danza moderna.
Lo de Marco Antonio Solís fue una misa. No eran fans, sino feligreses. Seguir a Solís no es un gusto musical, es un acto de fe, porque el artista mexicano es una especie de pastor musical.
A uno le puede gustar o no Marco Antonio Solís, pero su show es sólido, porque él lo disfruta y se nota que ama lo que hace. El hombre se entrega, moja la camisa y sufre cada canción.
Desde esta posición, en la primera fila, uno aprecia que cuando termina de cantar un trozo sigue susurrando palabras para él. Son 40 músicos en escena con una orquesta de cuerdas impresionante. No sé si hay otro artista en el mundo que se dé el lujo de orar en el escenario y que el público lo respete.
En la Quinta lo hizo una vez más cuando interpretó “Si no te hubieras ido”, donde recuerda a su hijo secuestrado y asesinado. Una canción que para muchos es de amor, pero que para Solís es de dolor. Así y todo terminó haciendo bailar al público y en 43 puntos de sintonía.