Lengua de víbora: El Festival del amor

Algunos dirán que el Festival de Viña es la mejor muestra de la idiosincrasia del chileno. Se prende la tele y por siete días y se apaga el  mundo.  Como versaría  un Arjona de cuneta, en febrero se vive la vida loca, compra, paga, usa, vota, saca una tarjeta para endeudarte en 30 cuotas, total el Festival es una sola vez al año. ¡Es nuestro Carnaval de Río!

Por eso, también hay un superávit de feromonas,  vestidos mínimos y escotes infinitos, de galancetes, rubias ambiciosas, amores fugaces y tongos.

En la leyenda quedó el pololeo entre Lucerito, la intérprete de "Electricidaaaaaad", y  Camiroaga, siempre buscando una toma de corriente cerca. ¡Cómo olvidar cuando la Ceci dio ese paso tan choriflái sobre la Quinta! O el momento en que la Marlen se estiró su diminuta polera y se desbordaron sus encantos.

Esta vez, Olivari llegó con  Marrocchino y todos se preguntan si ya probaron las tortillas de tallarín del hotel. Diana Bolocco, en medio de su despeinado programa, Alfombra Roja, busca ansiosa, entre la multitud, la mirada de Cristián Sánchez.

Faloon, cuyo nombre se pronuncia Falon, vive en la incertidumbre con su Amadis de Gaula pokemón. ¿Le gusta o no le gusta Falon? Misterio.

El Kike, el deportista de élite que apura su recuperación en la cámara hiperbárica del "Bar 89", está desorientado entre una roncola o un gin con gin.

La Jhendelyn está Wendelin por donde se le mire, la Montero sale con Nabih y todos  esperan que la Carlita Jara muestre su mohicano, porque el punk nunca muere.

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