Los chistes del Profesor Rossa: bigotón ahora xuxetea en las discos

No hay chileno bien parido que no salga de repente por ahí con su xuxaíta. Y aunque antes a los garabateros los mandaban a lavarse el hoci con jabón Popeye, hoy hasta sacan ovaciones.

Y un experto en dejar la crema con sus palabrotas es Iván Arenas, el mítico Profesor Rossa, quien con su antiguo tropiezo lingüístico pilló actualmente una nueva forma de ganarse los porotos.

Claro, pues el bigotón hace ratito que cambió los animales por el humor, pero no por cualquier humor, sino que por su inagotable batería de chistes sin censura.

Y es eso lo que está presentando el káiser por estos días, "Me Quiero Dar Un Lujo", ante un público más bien loléin. El astro se para en solitario en los proscenios del Club Chocolate los martes y de Punta Juarez los jueves, donde hace de las suyas.

- ¿Le gusta la noche, profe?

- Siempre fui un poco reticente a hacer mi show en discos, porque claramente la gente no van a escuchar a un viejo contando chistes. Van a chupar y, si es que maniobran bien, terminar asegurando una cita.

- Pero usted tiene su trayectoria...

- Yo sé que hay gente de tres y hasta cuatro generaciones que cachan lo que hago y les gusta, pero como que esa no es la mejor instancia, poh.

- ¿Y cómo lo convencieron?

- Es que los shows son temprano. La idea es hacer la previa, calentar la noche con mis tallas.

- ¿No será que a usted le gusta levantarse tempranito?

- Con raja me paro de la cama a las 12 del día. No tomo desayuno, me pego un buen almuerzo como a las 15 de la tarde y quedo parao. Lo que más me interesa es dormir. Tengo más de 800 chistes, que me alcanzan para parar siete rutinas diferentes.

- ¡Yaaa! ¿Pero cómo los almacena?

- En la cabeza nomás, poh. Tengo buena memoria.

- ¿Usted inventa sus tallas?

- No, inventar un chiste es más pelúo que la cresta. Yo soy de ir recopilando por acá y por allá. Si me cuentan algo bueno, los tomo y les pongo de mi cosecha.

- Y siempre los adorna con una xuxaíta, ¿no?

- Es que hay chistes que sencillamente no funcionan sin una xuxá, pero no hay que abusar y saber bien dónde chantarla. Como ese joven que vendía “brevas y higos”. Pasó por la calle gritando “lleve brevas y higos, brevas y higos”, y de repente cachó a una vieja que de un quinto piso le hacía señas. El socio partió con su carro al ascensor, pero estaba malo. Lo tuvo que meter por la escalera, subir los cinco pisos, y cuando le golpeó la puerta a la vieja sale ésta y él pregunta: “¿Cuántos kilos va a querer?”. Ella le dice, no, nada. Solo quería corregirlo, porque no es “brevas y higos”, se dice brevas e higos, ¿me entendió?”. “Sí, vieja con... ¡Si no fuera, así no resultaría!

- A este ritmo, ¿cuánto dura su show?

- El de humor, una hora, porque en el otro con cueva me la puedo 10 minutos.

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