Es la velada del 25 de septiembre del 2013, y en el restaurant Six Lounge de avenida Vitacura, el argentino Sergio Fabián Ader celebra sus 45 años junto a un lote de amigos. La fiesta ha sido buena y antes de soplar las velitas, el dueño de la tienda “Open Bayres” le comparte a sus compipas el deseo de “chantar el carrete y encontrar a la mujer de mi vida”, sin saber que a unas mesas de distancia el destino le entregaría una respuesta esa misma noche.
A sólo metros, María Eugenia Larraín carretea de lo lindo con un grupo de amigazos, cuando el llamado de la selva la manda de urgencia a maquillarse al baño más cercano del recinto.
Caminando rapidito, la ex prometida de Iván Zamorano y ex señora de Marcelo Ríos, sólo pensaba en llegar a la puerta del lavabo, cuando de improviso es interceptada por el festejado, quien enfiestado y bien cerquita de la cara le dice: “¡Salúdame!.. que estoy de cumpleaños”. Kenita se rie. Se sorprende. Sergio se sonroja. La rubia le pide que la espere un poquito, y tras volver nunca mas se separan.
Así comienza la historia de amor que a las 14:14 horas del pasado miércoles 10 de junio, unió en matrimonio a la ex Reina del Festival de Viña con el empresario che, en el registro civil de Lo Barnechea.
Pedida de mano
Detallado por amigos y cercanos a la ex modelo, que esta mañana regresaría a nuestro país tras pasar una mini luna de miel en Lima, Perú, la historia entre Larraín y Ader sería como de cuento, pero no exactamente de hadas, sino que de Hollywood. Algo así como de la peli “El Guardaespaldas”.
“Para ella Sergio es como su Kevin Costner. Derechamente le cambió la vida. La protege y la acompaña siempre, algo que ella buscaba hace mucho tiempo. De hecho, siempre viaja con ella a los festivales y eventos que tiene”, explica un datero, que agrega. “Ella quería a un hombre que la cuidara, y eso la enamoró”.
En esa onda la pareja vivió intenso un pololeo hasta que el 16 de octubre del año pasado, en plena celebración del cumpleaños número 41 de Kenita, el pibe le pidió la mano.
Ahí mismo, en la casa que la rucia tiene en La Dehesa, Larraín le dijo que sí, planeando desde ya un paulatino alejamiento de la prensa del corazón.
Por eso para sus amigos no fue extraño que decidieran casarse a lo piola. Sólo ellos, sus dos testigos (el padre de María Eugenia y un familiar de Ader), y el juez; cacharon el mote.