Los que lo vieron por esos años, jamás lo olvidarán. Corrían los 90 y en Chile aterrizaba una de las leyendas de la actuación mundial. Nada menos que el astro Omar Sharif, rostro de la famosa pulserita poderosa “Óptima”, que por esos años promocionaba Don Francisco, con la que quería hacerle collera a otro Omar: Gárate. Y hoy este nombre egipcio vuelve a posarse en nuestros labios, pero para decir “adiós, hasta siempre”.
A los 83 otoños y víctima de un paro a la cuchara, el mítico bigotón apagó eternamente sus luces, dejando en su currículo una cachá de exitosas películas, caleta de premios (entre ellos dos Globos de Oro) y personificaciones imperecederas, como el Doctor Zhivago, Che Guevara o Lawrence de Arabia.
Hace tiempo que el histórico galán del Nilo venía pasando días tristes, sobre todo después de que su agente reconociera ante la opinión pública que al maestro lo afectaba el Alzheimer.
Y aunque él ya no podía recordarnos del todo, nosotros nunca olvidaremos su herencia cinematográfica, la misma que lo levantó como uno de los preferidos del público en décadas pasadas.
Su carrera lo vio activo hasta el 2009, año en el que participó en su última producción, titulada “Al Mosafer”. Fueron 47 años ligado a la gran pantalla, y que se iniciaron de manera brillante en 1962, con la mítica cinta “Lawrence de Arabia”, uno de sus papeles más laureados.
Es por toda esa pila de reconocimientos que su paso por Chile paralizó a varios, pues no todos los días cae una estrella de ese peso por estos lares.
Y, era que no, los programas más populares de nuestra pantalla se lo hicieron chupete. Fue así como aportó con su sensualidad y carisma a los paneles del mítico “Viva el Lunes” y “Noche de Ronda”, que tuvieron el privilegio de tenerlo en sus listados históricos de grandiosos invitados.
Claro que esa no fue su visita más recordada a Chile, sino que la más inmortal la vivió cinco años antes, cuando Omarcito conoció la del burro. ¡Quéee! Así, tal cual. Es que de la mano de Kike Morandé, el faraón se pegó un pique a Marbella, donde sapeó una carrera de quintúpedos. Y aunque Morandé tenía todas las de ganar por nariz, finalmente sólo se debió conformar con haber compartido con un grande, al que años después lo tuvo nuevamente sentado, pero no en un asno, sino que en el set de “Viva el Lunes”.